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miércoles, 4 de abril de 2018

DE VUELTA A LA NEOLENGUA

Hace casi 70 años que George Orwell escribió la novela de ficción 1984 como una crítica al régimen soviético. A decir verdad, la crítica es burda, pero algo llama la atención hasta hoy, y es el hecho de que el escritor le haya atribuido al régimen del "Gran Hermano" -quien pregonaba que "la ignorancia es la fuerza"- una "neolengua" que permitiera controlar los pensamientos de la gente. En efecto, la idea es que, más se reduce el número de palabras empleado, y menores son las posibilidades de la gente de expresar sus pensamientos, hasta llegar a no tenerlos y evitar el "crimental" ("crimen mental"). La llamada "hipótesis de Sapir-Whorf" no dice otra cosa: existe una relación entre las categorías gramaticales del lenguaje que una persona habla y la forma en que una persona entiende y conceptualiza el mundo. A mayor pobreza del lenguaje, menor posibilidad de entender el mundo. Algo así se nota en el mundo de hoy, el de los mensajes cortos (tipo twitter) y los emoticones: son comodidades que al mismo tiempo empobrecen la capacidad de expresión.
     En un reportaje reciente ("Orwell no ha muerto: la neolengua del siglo XXI"), Sputnik Mundo recuerda cómo Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, criticó la "neolengua" de una actualidad en la cual capitalismo = economía de mercado, imperialismo =globalización, países pobres= países en vías de desarrollo, pobres =personas de escasos recursos, despidos= flexibilización del mercado laboral, baja de sueldos =moderación salarial, crisis =desaceleración, etcétera. Los organismos internacionales han creado una "neolengua" que se repite en universidades y medios de comunicación masiva de tal forma que quienes la usan olvidan los distintos significados posibles de lo que dicen y se lanzan contra quien no acepta un significado único. Tomemos el caso de la desigualdad: en la academia se la llama "asimetría", por lo que vivimos en un mundo de "asimetrías sociales", de tal forma que quien emplea esta "neolengua" puede llegar a creer que la desigualdad misma no es una injusticia, sino un problema de equilibrio geométrico. En un caso se requiere de sensibilidad social; en el otro se trata de un malabarismo técnico para "reducir las asimetrías".
      Escribió Orwell en su 1984: "esta resultaba ser la más refinada sutileza del sistema: inducir la consciencia a la inconsciencia, y luego volverse inconsciente para evitar reconocer que se había empleado la autosugestión". Es lo que ocurre en un mundo como el actual, de "hablar bonito", donde no hay nada "malo", sino lo "no-bueno": la gente actúa el estatus y la clase social de manera inconsciente, lo que no quiere decir que deje de actuarlos. Los repite, así como en la academia y en los medios de comunicación masiva se repite desde el inconsciente algo que no se comprende, aunque parezca de lo más "transparente". Al procedimiento descrito de paso a la inconsciencia y de desconocimiento posterior de la autosugestión, Orwell lo llamó "doblepensar". ¿Cómo se logra el control de la realidad?: "solo era necesaria una serie de victorias de cada uno a costa de su propia memoria", escribió Orwell. Las cosas no deseadas desde el poder debían quedar en el "crimental" o en el "viejopensar", que segun Orwell la "neolengua" reservaba para la objetividad y el racionalismo. ¿Qué tan lejos anda el mundo actual, con su persecusión al "crimental" y al "viejopensar", de la "neolengua" de 1984?

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