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viernes, 20 de abril de 2018

FRANCIA: HASTA TOPAR CON PARED

Después de mayo de 1968 no se inició en Francia nada que pueda considerarse un progreso duradero, sino una paulatina regresión, que acabó por darle poder a los rentistas y por otra parte a un "inmigracionismo" -de gente bienpensante- que considera que no hay problema en recibir a toda la población flotante y lumpen del mundo subdesarrollado. Después de todo, iba con los intereses patronales presionar los salarios de los obreros a la baja mediante la entrada masiva de inmigrantes.
     Después de la dimisión de Charles de Gaulle, en 1969, la presidencia de Georges Pompidou, quien había entendido muy bien que en mayo de 1968 se forjaban las élites del futuro, fue la de quien había trabajado para los Rothschild y tenía como segundo de a bordo a Jacques Chaban Delmas, el flojo y esnob. Faltaba quien hiciera del arribismo con todos los medios algo bien visto y le tocó, en los años '80, a Francois Mitterrand, siempre celebrado por más de un político o un analista latinoamericanos. Fue durante los años de Mitterrand que aprendió a hacer carrera el "insumiso" Jean-Luc Mélenchon, quien nunca ha renegado de ese periodo. Según Mélenchon, con Mitterrand se defendieron conquistas obreras, pero no parece, porque se flexibilizó el tiempo de trabajo y se desindexaron los salarios y los precios, por lo que en diez años se desplomó de 20 % el poder de compra. En 1982 se promulgaron las cuatro leyes Auroux fomentando las negociaciones por empresa y no por ramo, para debilitar a los sindicatos en nombre de la "libertad de expresión" de los asalariados. Se promovió igualmente el TUC (trabajos de utilidad pública) sin ningún derecho al desarrollo de una carrera.
     En política, Mitterrand se fue a inclinar ante la tumba del mariscal Pétain y aministió a los criminales de la OAS (Organisation de l'Armée Secréte, u Organización del Ejército Secreto): después de todo, Mitterrand debió de acordarse tanto de su pasado colaboracionista, durante el régimen de Vichy de Pétain, como de sus cargos represivos de ministro del interior (con Pierre Mendés-France) y de justicia (con Guy Mollet) durante la guerra de Argelia. De remate, como lo hace hoy el presidente Emmanuel Macron, Mitterrand pactó con la alta jerarquía católica: contra el acuerdo del programa común de la Unión de la Izquierda, saboteó, con ayuda del Vaticano, la ley Savary para un "gran servicio público laico y unificado", de tal modo que esa misma ley, popular, fue retirada en 1984. Vendrán los años de crisis: todo el arte de los sesentaiocheros consistió en pregonar la austeridad para los demás y darse a sí mismos opulencia. Después de todo, con Macron regresaron los Rothschild. Entretanto, desde que Mitterand enseñara el arte de la traición y sobre todo de la trampa, Francia ha tenido, salvo excepciones, como presidentes desde un agente de la Central de Inteligencia Americana (Nicolas Sarkozy) hasta un hazmerreír como Francois Hollande, para llegar a quien hoy se dice, mientras sigue el desmantelamiento !el igual de Putin! Pourquoi pas?

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