Durante la última campaña presidencial brasileña, el Partido de los Trabajadores (PT) e intelectuales afines estuvieron apostándole hasta el último a una candidatura imposible de Luiz Inácio Lula da Silva (en la foto). En portales latinoamericanistas era posible leer que Lula iba a ganar la presidencia por ser el primero en las encuestas y que venía otra "marea" u "oleada" progresista en América Latina. El líder obrero brasileño ya estaba condenado en segunda instancia, por lo que por ley era imposible que compitiera, pero los latinoamericanistas seguían insistiendo. ¿Por qué? En el fondo, se trataba de hacer valer la "renta Lula", es decir, de utilizar al líder para garantizar la popularidad del PT y de un eventual candidato sustituto, que resultó ser a fin de cuentas Fernando Haddad. Dicho de otro modo, Lula fue utilizado o, si se quiere, "se" utilizó la popularidad de Lula con tal de no perder el poder. Se jugó por lo demás sobre el imaginario del "hombre fuerte" o "providencial" sin un verdadero trabajo de equipo. Se dijo que sin Lula "las elecciones serían un fraude", pero se decidió participar en esas mismas elecciones. De pasada, el infaltable Noam Chomsky visitó a Lula en prisión y el Papa Francisco le envió un rosario.
Lula acaba de ser condenado en un segundo caso a 12 años y 11 meses de prisión. Este caso es tan descabellado que la jueza Gabriela Hardt ha admitido no tener pruebas de que la finca Atibaia sea de Lula ("por lo tanto, siendo propietario o no del inmueble....", dice el fallo), por lo que no consta que la haya recibido en soborno. Aunque el PT prometió protestas en varias ciudades brasileñas, no asiste gente a los mítines petistas -hay más dirigentes que militantes- y el silencio de los latinoamericanistas es notorio, tal vez porque están ocupados en otro poder, el venezolano. ¿Caerá Lula en el olvido? Es probable que sí, al menos desde el punto de vista noticioso. Alguien en aprietos y objeto de acusaciones falsas que no son desmentidas sistemáticamente no genera audiencia y el objeto del encarcelamiento es el ostracismo, como el que vive el ex vicepresidente Jorge Glas en el Ecuador.
