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viernes, 22 de febrero de 2019

CALCO Y COPIA

El líder soviético Mijaíl Gorbachov inauguró en su momento una moda. Cada vez que no sabía qué responder a quienes le hacían una pregunta, en vez de decir "no sé", lo que hubiera sonado mal para un dignatario, contestaba: "es un problema de una gran complejidad". En las ciencias sociales también se puso de moda la complejidad. De repente, todo se volvió muy complejo. De hecho, el mundo de hoy es muy, pero muy complejo. Y hasta Gorbachov (foto) es ciertamente complejo.
     En principio, la sociedad tiene regularidades (para no llamarlas "leyes", algo que pudiera parecer determinista y ofender a los partidarios del "todo contingente"), pero no son las mismas que las que observan las ciencias exactas. Lo que hace Immanuel Wallerstein, en el sentido de aplicar teorías físicas de Ilya Prigogine al campo de las ciencias sociales, no tiene más valor que el de la analogía y muchos límites. Tal vez lo anterior explique la regularidad con la que los científicos sociales yerran en sus predicciones, más aún al querer "aplicar" modelos de las ciencias exactas. Tampoco se puede aplicar por ejemplo tal cual la teoría del caos.
     Como sea, la moda ha calado hondo entre los científicos sociales y los comentócratas, que, sobre todo en América Latina, tienden a ver la Historia como asunto de "retornos cíclicos", como el que se supone que debiera darse con los progresismos. En parte, la aplicación de teorías de las ciencias exactas a las sociales es algo que puede provenir del mundo financiero ("el aleteo de una mariposa en Vietnam puede provocar un tsunami en Islandia", etcétera, por lo que la Bolsa de Tokio repercute en la de Buenos Aires), que aspira, sin lograrlo, a la exactitud. Y en parte, la creencia en "eternos retornos" es mitómana. Francisco Franco ganó la guerra civil española y no hubo regreso de la República. Augusto Pinochet instauró la dictadura en Chile y no hubo regreso del socialismo democrático como lo quiso Salvador Allende. El mundo está lleno no de "eternos retornos", sino de cambios irreversibles y de desgracias irreparables, con consecuencias, mientras el Hombre actual sigue creyendo en la gratuidad de la Historia, es decir, en la ausencia de consecuencias, y menos aún graves.
      Si acaso, la Historia sigue una espiral (puede ser ascendente pero también descendente) y da la impresión de pasar varias veces por lo mismo, lo que por cierto une a las distintas generaciones entre sí, pero en realidad nunca es lo mismo: se progresa o se está en regresión pasando cada vez por un lugar único. Lo que ocurra depende de que los sujetos históricos se asuman o no como tales (por cierto que el trabajo sería lo único que se opone a la entropía). El sentido de la espiral depende de una dialéctica, y los intentos por calcar las ciencias exactas sobre las sociales, "a lo Wallerstein", están para negarla olímpicamente, con frecuencia por desconocimiento, es decir, por ignorancia. Tal vez no sea tan complejo. A gente como Wallerstein se le premia por ser de izquierda no marxista y por haber remplazado una filosofía por el calco de la ciencia exacta. Es así que el mismo Wallerstein contribuyó a destruir las ciencias sociales suplantando la filosofía en la epistemología (el estudio de los fundamentos del conocimiento).

ARRIBA, Y YA NO ADELANTE

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