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martes, 26 de diciembre de 2023

A PASO DE CANGREJO

 No es tan infrecuente que haya gente que piense que "algo no va" en el mundo actual, o incluso que empeora. No es exactamente así, aunque lo cierto es que no hay alternativa al capitalismo, sin que sea posible predecir hasta cuándo.

      A grandes rasgos, hoy se dan muchos menos conflictos armados que en el pasado, en particular durante el siglo XX, y hay menos riesgo de conflicto nuclear, en particular por la supremacía rusa en este terreno, garante de paz para un buen rato. Los escasos conflictos -en Ucrania o en Gaza- son limitados, pese a la alharaca de los grandes medios de comunicación masiva y su manera de hacer sensacionalismo con algún supuesto apocalipsis y la invención de "amenazas". Cuando no es una cosa (el terrorismo, por ejemplo), es otra (la "guerra mundial", por ejemplo). Los medios hacen su agosto y al rato se olvidan las cosas.

      El nivel de vida en general es mejor que el del pasado: ha aumentado la esperanza de vida al nacer, mucha gente vive más tiempo (aunque también algunos son sorprendidos por enfermedades graves a edades más o menos tempranas), ha disminuido de manera importante la pobreza extrema (cayó de 35 % en 1990 a 10 %en 2015), y las posibilidades y diversidad de consumo son mayores que en el pasado. En términos generales, las sociedades tienen acceso a una vida relativamente más cómoda con "equipamientos" antes desconocidos, desde electrodomésticos hasta teléfonos celulares, pasando por televisores, incluyendo el acceso a internet, aunque desigualmente repartido. El "elemento histórico-moral" de la fuerza de trabajo ha operado, a grandes rasgos, en beneficio de ésta. Desde el punto de vista del consumo de masas, el mundo de hoy es más igualitario que antes, cuando lujo y escasez no admitían demasiado términos medios. Así, desde el punto de vista material general, incluyendo la urbanización masiva, las posibilidades de hoy eran inimaginables hasta hace medio siglo o tal vez un poco más. Cabe agregar la mejoría en el transporte, también en términos generales. Se trata de adelantos técnicos que han cambiado la faz de la tierra, primero a ritmo lento, desde finales del siglo XVIII, luego un poco más rápido, desde finales del siglo XIX, y de manera acelerada desde mediados del siglo XX. Aún queda por ver cómo se introducen la inteligencia artificial, las energías renovables y algunas cosas más, como la robótica, que ya están a la vuelta de la esquina. Aunque no sea del todo exacto decirlo, todo este progreso, que impide decir cosas como "el mundo siempre ha sido de tal o cual manera" o hablar de alguna "naturaleza humana" inmutable, es asociado con el capitalismo que, además, ofrece "inclusión".

     Desde otro punto de vista, también favorable al capitalismo, pese al entusiasmo de algunos dirigentes rusos no hay transición a un mundo multipolar, y tampoco existe uno unipolar. La "tríada" Estados Unidos-Unión Europea (UE)- Japón impera en el mundo sólo desafiada (dejando de lado la ventaja hipersónica militar rusa) por la capacidad comercial de China, que por lo demás es lo principal del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). La hegemonía de la Tríada, cuando actúa de común acuerdo y no hay "disrupciones" como la estadounidense del presidente Donald J. Trump, es incuestionable y no tiene bloque enfrente, pese a la buena relación entre Rusia y China. Dicha hegemonía no está exenta de problemas e incluso de declive relativo, pero otro hegemón comparable a Estados Unidos es una imposibilidad. China no tiene la capacidad, aunque sí la de crear un "condominio comercial" China-Estados Unidos, a reserva de lo que depare la evolución china, novedad e incógnita desde principios del siglo XXI. Es posible pensar que la Tríada representa un "estadio último" de evolución del imperialismo.

      Con lo dicho, se cree, de lo que hay, habida cuenta de lo gigantesco del cambio en medio siglo o un poco más, que es "demasiado grande para caer", por lo que durará, pero también, desde otro punto de vista, que es "demasiado grande para sobrevivir". Ambas lecturas son posibles, dependiendo de qué se trate exactamente.

     No puede decirse exactamente que este gigantismo se haya acompañado de deshumanización, salvo que se crea que "todo pasado fue mejor". Al mismo tiempo, como lo alertara desde los años '90 el historiador británico Eric Hobsbawm, lo que no va es que, bien observadas las cosas y fuera de toda ilusión, hay cimientos de la vida humana que están afectados, sin que sea ninguna solución un "transhumanismo" limitado. Se ha perdido de vista lo que hace humano al ser humano, algo que no está dado al nacer ni por el sólo hecho de la vida: no es la deshumanización de antaño, ni siquiera (pese a epidemias o al cambio climático) un tiempo de pestes, plagas y hambrunas, o de guerras (de 30 años o de 100 años) como en la Edad Media o la Antiguedad, sino de contradicción. Hay cosas adquiridas en términos individuales, que no existían antes, pero también tendencia a que el negocio, y con él, el egoísmo, se propaguen y se naturalicen, a costa de la sobrevivencia de las sociedades como tales. Para decirlo de otro modo, se trata, en medio de la inseguridad y la precariedad constantes, de un proceso de "descivilización" en el que la deshumanización es propiamente capitalista, al desconocer todo lo que no sea ganancia, en todos los niveles, llegando a la confusión entre lo humano y lo que es negocio, palabra que viene de "lo que no es ocio":. No se trata entonces de autoayuda, ni de emprendedurismo, ni de religión, etcétera, sino de que se ve como tiempo perdido cualquier forma de dedicación a humanizarse y humanizar  el lazo social. Así, la deshumanización específicamente capitalista -instrumentalización pura y simple del otro, que puede tener también de ventaja que adquirir, como reminiscencia precapitalista- no considera la vida como algo inacabado que requiera de perfeccionamiento, de aprendizaje (de donde la destrucción de la educación en todas sus formas, hasta en cortesías elementales). Si se trata de negocio y ganancia, se instala la competencia de todos contra todos. Impera la desconfianza última, de fondo, el nihilismo que no cree en las posibilidades de humanización, y que desemboca en la indiferencia, al grado de la incapacidad para la valoración de lo que no sea ser "a todo recibir". 

     No es que "no hay valores", sino que hay un valor supremo, el negocio, "lo que hay que tener", "lo que hay que tratar", desconociendo lo demás al grado de que ya no se vea. La competencia por el estatus se vuelve así de una inmisericordia que se teme y al mismo tiempo se practica. La "descivilización" puede llevar a la pérdida del sentido, y en particular del sentido ya señalado, el de humanización. La misma competencia, con su "yo estoy bien, tu estás mal", no sólo no tiene ya en cuenta la creencia religiosa en el "prójimo" (el "próximo", que en el fondo también es alguien potencialmente "explotable"), ni el "semejante", sino que no discierne entre humano e inhumano, menos si no tiene la necesidad de hacerlo. Tiene que seguir adelante este proceso de descomposición social, al que cada uno busca escapar por cuenta propia ("sálvese el que pueda, pero yo primero"), al punto límite en el que no sea lo primordial "la libertad" y "el derecho de", sino la necesidad de que llegue a más consciencias la percepción de que lo existente "no es vida". No puede esperarse hoy responsabilidad, compromiso, lealtad, gratitud ni nada que sea sólido, porque "todo lo sólido se deshace en el aire y todo lo sagrado es profanado" (Marx), salvo el sacrosanto negocio. No es para siempre ni vida lo que de todos modos percibe la conciencia: la desconfianza, el fraude y la estafa, la sorpresa de la doblez, la indiferencia, la insensibilidad, etcétera, para quienes tienen la fantasía de inclusión por un camino u otro y encuentran fácil, por mayoritario, hacer caso omiso de alternativas. Para que funcionara, el capitalismo tendría que ser el primer modo de vida exento de contradicciones: esto significa, qué curioso, si es que la contradicción es la que lleva al movimiento, el primer y último punto muerto de la Historia. Francis Fukuyama se lo creyó un momento ("el fin de la Historia"), sólo para constatar que sería "el fin del Hombre". En fin, que la creencia en que está la solución para todo -tampoco lo está en el socialismo- no es más que un fantasma, eso sí, con toda libertad de creerse que con no contradecirlo sabrá recompensarlo. Ciertamente, dice la canción "que la vida es triste/si no la vivimos con una ilusión", así sea la de creer estar en la realidad y que el iluso es el otro (da click en el botón de reproducción). Cualquiera habrá notado cómo "todo cambia" en el mundo actual y, a fin de cuentas, nada se mueve mucho, cuando no se pudre. A toda prisa a ningún lado.


FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...