Los Derechos Humanos en el régimen socioeconómico actual no toman en cuenta la dimensión social de la Declaración de 1948 (Declaración Universal de los Derechos Humanos), salvo de manera muy vaga,y quitándole centralidad al trabajo y la educación. Se privilegian más los derechos políticos y civiles y, a lo sumo, los primeros artículos de la Declaración mencionada, muy en el estilo estadounidense, con énfasis en entendibles derechos legales, aunque en Estados Unidos hay, a cierto nivel, un uso de la ley no muy recto que se diga.
Hay algunas cosas que llaman la atención en la Declaración de 1948: la referencia al derecho a la vida y la consideración de que todo ser humano tiene dignidad "intrínseca “. Es entendible, tratándose de un humano, pero no es seguro que sea tan "intrínseco" (por el solo hecho de estar vivo y tener forma humana): hay países en los que buena parte de la sociedad goza arrastrando en el lodo a quien se deje (y a quien no) para que no quepa lugar para el acto digno. No se considera esa dignidad intrínseca, sino la creencia de que todo ser está “caído “, en pecado y, de paso, con cola que le pisen, la suficiente para que todos se sientan autorizados a hacerlo peor y lograr como sea el perdón par sí mismos (y para el otro la caridad que inspira lástima), salvo justamente para quien considere que tiene derecho a la dignidad intrínseca. ¿Se cree que no está "caído"? El resultado es lo que algunos estudiosos han llamado sociedad hobbesiana: un cachondo todos contra todos por lo bajo, o lo que en México se conoce como historia de cangrejos en una cubeta. Que no se le ocurra a ninguno intentar salir.
El derecho a la vida no quiere decir que todo ser vivo tenga dignidad, pero tampoco que sea humano, a reserva de la penosa expresión “animales no humanos”, siendo que antaño llamar a alguien animal no era forzosamente tratarlo de tonto ("medio bestia"), sino de inhumano (“ fiera en su cubil", por ejemplo, decía Martín Luis Guzmán de Francisco Villa). Ahora todo lo vivo merece trato humano, incluyendo las plantas, toda clase de animales (resulta que no se debe “ explotar” a los caballos ni a los tigres ni leones de circo, ni a los toros) y la tierra entera. Las mujeres pasan por "dadoras de vida”, lo que desde el punto de vista de la procreación es falso; los pueblos originarios como gente en “ fusión con la naturaleza “ y todos, mujeres, animales y pueblos originarios tienen seguramente dignidad intrínseca. Todo lo vivo es “humano” -animales incluidos si resultan amigables, fieles, etcétera, más que un humano- y, al final de cuentas, toda vida es humana, incluyendo la del asesino o la del magnate que explota a otros y se queda con los frutos del trabajo ajeno. Ya no hay modo de discernir entre lo humano y lo inhumano. Es lo que se llama pérdida del discernimiento.
La Declaración de 1948 destaca por su diferencia con la Declaración francesa de 1789, que es del Hombre y del Ciudadano, y deposita la soberanía en la nación, no en la voluntad del pueblo. No agringada, la Declaración de 1789 tiene dos cosas que la de 1948 no: la libertad de expresión no puede ser absoluta y está limitada por lo que fije la ley; por otra parte, se accede a cargos por capacidades, aptitudes o virtudes y no por compartir el enlodamiento con cómplices para quedar bien y ganarse favores, recomendaciones y otras “ redenciones” de los “ caídos”, ni por dinero y la compra de estatus social. En suma, de ambas Declaraciones dista mucho de cumplirse todo, aunque las cosas varían según los países. Algunos hacen pasar la corrupción -sin que sea forzosamente algo ilícito- por ventaja de trato “personal”, para lo que hay que pasarse el tiempo haciendo relaciones de dependencia con derecho a servirse del otro instrumentalizándolo. En plena congruencia (!), la imposibilidad para la dignidad intrínseca pasa por lo "personalmente autorizado" -otorgamientos mutuos de licencias- y, por ende, humano (si es de persona a persona, es que "humano"), así como para otros es el dinero el que "humaniza” al evitar el hecho de que la miseria es apenas un no derecho a lo humano (!el empresario da de comer!). Y claro, es el socialismo el que no cumple con lo prometido. El resto siempre permite creerse la inclusión: personal o por dinero, o por ambas cosas, aunque pasen y pasen los años.
El mejor “ derecho humano” es el de acabar con los humanos derechos - o al menos dispuestos al intento- entre la indiferencia y el ostracismo. Hay que saber, como en el atraso, meterle dinero a las relaciones personales o, como entre los altos ejecutivos de empresa, meterle el “saborcito” personal - de fachadita- al negocio. Qué tiene que ver con Derechos Humanos, no gran cosa. Es contrario a la dignidad intrínseca, pero el daño moral pasa como parte de las costumbres, cerca de parecer las "debidas costumbres". Así es defendido el daño moral como libertad de expresión, como en plena 4T (autodenominada Cuarta Transformación en México), y con el periodismo creyendo que el circo romano - otro daño igual- es lo que requiere la "opinión pública". Son "las libertades y los derechos": de enlodar parejo y, si acaso, un poco más al que aspire a que no le avienten lodo con ventilador. La declaración de 1789 es la única que está contra el abuso de la libertad de hablar, escribir e imprimir. No es lo que prima en las sociedades actuales. Por el himno a la alegría (da click en el botón de reproducción). Así que ni tanta libertad de expresión, salvo que no se sepa qué es libertinaje: no ir a fondo con la Operación Berlín y creer que la geopolítica es patente de corso.