Puede ser que la homosexualidad haya existido desde los tiempos más antiguos y que, según las épocas y los lugares, haya sido tolerada o reprimida, al igual que el lesbianismo y la bisexualidad. Uno de los tabúes de los activistas LGBTTTIQA+ tiene que ver con el hecho psicosocial de que, en algunos lugares, la homosexualidad es parte del machismo: todo depende de la posición y, sobre todo, de quién humille a quién. El "machín" puede tener prácticas homosexuales sin verlas como tales, sino viendo al otro como "mujercita". También existen circunstancias familiares y sociales que crean homosexuales, bisexuales y lesbianas de los que cabe preguntarse hasta donde han escogido realmente serlo, y si no han intervenido incestos, pedofilias, hostigamientos o acosos sexuales y violaciones. También tiende a ser tabú entre los activistas.
El tema ha llegado hasta el matrimonio igualitario (matrimonio entre dos personas del mismo sexo), que es aprobado por la ley en distintos lugares, incluso contra la opinión de la mayoría de la población, como sucede en México. Los argumentos suelen ser endebles. Si se trata de "aprobar el amor", es decir, si se hace la ley "por amor", se da por sentado que el Estado tiene el derecho de inmiscuirse en la afectividad y la sexualidad de los ciudadanos, lo que cabría preguntarse si es correcto. A veces se habla del derecho a una "comunidad de vida" que da entrada al matrimonio. Sin embargo, existen por ejemplo "comunidades de vida" entre un padre viudo y una hija soltera que lo cuida, entre dos hermanas si una no se ha casado, entre un hijo y su tío si éste es el único familiar que ve por aquél, etcétera: no por existir lo enumerado, y además bajo un mismo techo, el padre y la hija, el hijo y el tío o las hermanas están destinados a casarse. Se trata de otro argumento endeble: lo son el del amor y el de la vida. El matrimonio, desde el punto de vista legal, no está desligado de los hijos, es decir, del problema de la filiación, aunque no sea finalidad única. Por ésto el cuento vulgarizado dice "y se casaron y tuvieron muchos hijos"...
El argumento -si no es más bien eslógan- del "matrimonio para todos" tampoco se sostiene, salvo que se quiera tomar muy en serio algunos "saberes ancestrales": los infantes no pueden casarse, aunque hay pueblos originarios y otros grupos antiguos que no tienen mayor inconveniente en que suceda, a estas alturas mezclándolo a veces con algún negocio, si el infante se da a cambio de algo, dinero incluido. No es un asunto de igualdad, menos si lo que se hace, en nombre de "todos", es dar un trato no general, sino particular a personas que por lo demás son una "comunidad" minoritaria.
Curiosamente, aquí el tema se despega de la aparente "naturalidad" del "amor y la vida", para entrar en el terreno polémico de la adopción, la gestación subrogada, los "vientres de alquiler" y otros resultados artificiales -que por lo demás no cualquiera puede pagarse- de lo que está en el origen, es decir, la separación de la sexualidad de la procreación. No todo el mundo tiene los recursos de Miguel Bosé o de Ricky Martin, recursos también con algo de artificiales. Cualquiera puede fantasear con lo que quiera, pero no cualquiera puede pagarse o permitirse sus fantasías. Lo que pasa por "amor y vida" puede quedar desligado de necesidades reales que limitan algo así como "el derecho y la libertad" del deseo y la fantasía: no cualquiera puede pagarse la filiación de hijos de un matrimonio igualitario. Cualquiera puede ver precios, en particular de las muy caras gestaciones subrogadas, o tomar en consideración las tragedias que estos procesos suponen en países que, como Ucrania, el más pobre de Europa, los practican con laxismo y como negocio, para llamar las cosas por su nombre, sin que al activismo LGBTTTIQA+ le preocupe en lo más mínimo. ¿Alguna iniciativa para que se detenga la trata ligada a "vientres de alquiler"?
Al menos es necesario solicitar que estas formas de crear filiación sean abiertas en familia, porque es sabido que la negación del origen o el secreto crean proclividad a síntomas psicóticos. Como en el caso de la gente "trans", es posible tolerar y no violentar, pero no se puede obligar a aceptar, menos si es en nombre de "gustos": alguien que no es vegetariano no tiene por qué reprimir al vegano, pero éste no puede hacer que el gran aficionado a la carnita asada acepte meterse a una dieta de tofu y alfalfa. En otros términos, no se puede tachar de "homófobo", etcétera a quien no acepte la homosexualidad. Lo menos es debatir y dar argumentos: el de las ventajas de comer proteína animal o las ventajas de estarse a puros ejotes (y ambos casos tienen sus desventajas). El problema de cierta mundanidad de "mente abierta" es que no admite debatir, sino que considera esa misma mundanidad como síntoma de "superioridad", de manera socialmente imitativa, y temiendo y reprimiendo soterradamente, con descalificaciones, como las activistas feministas listas a ver machismo o misoginia cuando se tolera, pero no se acepta ciertas cosas. La creencia de la mundanidad es que se es superior por tener un "plus social", de lo que se sigue lo conocido como "extorsión de plusvalía": si no aceptas mi plus, te fuerzo tildándote de sabrá Dios qué cosa de "clóset". Así no es, y como mínimo algunas cosas debieran ser motivo de debate, pero no está muy en el espíritu de los "comunitarismos a la estadounidense". (da click en el botón de reproducción).