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viernes, 22 de diciembre de 2023

QUÉ TIEMPOS AQUÉLLOS

 Ya han sido varios en México los que, queriendo reivindicar la guerrilla urbana de la Liga 23 de septiembre en los años '70, la han idealizado, lo que le costó un cargo al historiador -no malo, por lo demás- Pedro Salmerón (se había referido a los de la Liga como "jóvenes valientes"). De la misma manera en que Ángeles Magdaleno Cárdenas hizo muchísimo por esclarecer el 68, sin que se lo reconociera el jet set del mundillo universitario ni el de las "Comisiones de la Verdad", la argentina  (luego argenmex) Pilar Calveiro, que lo vivió en carne propia en Argentina, describió la frecuente dinámica oscura y militarista de las guerrillas armadas de izquierda, lo que Cuba no quiso hacer ni reconocer. No era nada más cuestión de "idealismo de jóvenes", sino algo más, que en su momento, como sobre el 68, contribuyó a difundir por ejemplo el periódico electrónico mexicano Eje Central. No se entiende que en sus libros de texto la NEM (Nueva Escuela Mexicana) persista en el error, fabricando desde muertos inexistentes en el 68 hasta más valentía en la 23 de septiembre o aventuras parecidas que, por cierto, como en el caso de "Los Enfermos" en Sinaloa, llegaron a la saña con policías. No es entendible tampoco que se pidiera del gobierno algo así como la no represión contra quienes lo desafiaban con armas, lo que no excusa la brutalidad gubernamental tampoco. Madre de un guerrillero de la 23, Rosario Ibarra de Piedra lo admitió al final de su vida, orgullosa, pero antes hacía campaña casi como si reivindicara a un inocente, que no lo era.

      Miembros de la Liga, pese a contactos con comunistas, tenían con frecuencia en realidad una formación religiosa, y más específicamente, jesuita, en particular en Monterrey, a partir de la labor "nueva" de la Compañía de Jesús en el Tecnológico de Monterrey y la Universidad de Nuevo León, entre otros movimientos con la Juventud Obrero Católica. Con estos antecedentes y los de la Liga Espartaco, por ejemplo (no todo eran las Juventudes Comunistas), es probable que "la revolución", al margen de cualquier análisis de la realidad, apareciera como "verdad revelada".

     Desafortunadamente, no les falta razón a quienes ven en muchas de estas guerrillas a Los demonios, de Fiódor Dostoievski. La forma de organización militarista y "compartimentada" facilitaba irresponsabilidades e infiltraciones, hasta llegar a situaciones no muy distantes de las narradas por Chesterton en El hombre que fue jueves. Se podía simpatizar con "la 23" y contar con alguna palanca del marido jesuita ligado a la secretaría de Gobernación, al grado de tener a ésta en la Liga. Cosas similares pasaban en otros países, por ejemplo en el Ecuador: personas guerrilleras de la alta sociedad se sentían impunes por esta pertenencia y con la creencia de que, en caso de problemas, alguien de alcurnia y buenas relaciones intervendría. La creencia en la invulnerabilidad poco tenía que ver con gobiernos dispuestos a reprimir sin miramientos. En la "compartimentación" se arriesgaban vidas de cuadros de abajo. Al final, era un mundo de catacumbas, que en algunos casos se prolongó hasta los años '80, o desembocó en prácticas deplorables como las de Sendero Luminoso en el Perú. Cabe decir que había excepciones, como en El Salvador, Nicaragua o en algunas guerrillas de Colombia. Poco tenían que ver muchos grupos armados con los comunistas, y sí más con lo que se conocía como "izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", con el agravante de estar jalando del gatillo. Afortunadamente existen trabajos -ya se ha mencionado a Ángeles Magdaleno Cárdenas o a Pilar Calveiro- además de ecuánimes, valiosos, útiles a la historiografía en la medida en que evitan lo que han tratado de hacer algunos en la autodenominada 4T (Cuarta Transformación) mexicana: más mitos, a la manera de Salmerón o de Marx Arriaga, listo a lanzarse cuesta abajo desde el castillo de Chapultepec envuelto en hojas de libros de texto gratuitos. Por cierto que está también otro aporte, de Gregorio Ortega Molina, sobre el obispo que "dejó hacer, dejó pasar" en Chiapas. Era otra historia que conjugaba "acelere", religión y Gobernación. No es posible saber por qué hay quien recuerda las catacumbas -en las que más de uno dejó la vida- como una "época muy bonita". Si no eran salidas a bailar, sino a balear. Es preferible algo más edificante (da click en el botón de reproducción). !Feliz Vanidad!



FANÁTICAMENTE MODERADOS

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