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lunes, 10 de marzo de 2025

AH NO, NAYIB NO

 Bastó con que el presidente estadounidense, Donald J. Trump, tronara los dedos y enviara al "halcón" Marco Rubio para que Panamá se olivara de su soberanía como capacidad de decisión y empezara a molestar a los intereses chinos locales. Por las características de los Tratados Torrijos-Carter (con una Enmienda importante) y por acuerdos hechos en la primera década de los '90, además de por haber disuelto el ejército (FDP-Fuerzas de Defensa de Panamá), el país caribeño no tiene mucho qué decir sobre lo propio, que está muy limitado a algunos intereses empresariales, exiguos. Panamá era un país más soberano en tiempos del general Omar Torrijos, en los '70, y en cierto grado con Manuel Antonio Noriega. Como una parte de la izquierda panameña se volvió globalista y se asumió libertaria, consideró a Noriega lo peor, llamó "golpe de Estado" a la invasión de 1989, aprobó la disolución del ejército, como si se tratara de Costa Rica, y ni siquiera está claro que fuera por necesidad y no por conveniencia, para "quedar bien" y acomodarse a partir de 1994, como en tantos otros procesos del otrora Tercer Mundo. Ya ha habido ocasión de mencionar diplomáticos o políticos panameños que no se acomodaron al precio de omitir la verdad, como Julio Yao o, a su modo, Balbina Herrera. No parece que se recuerde mucho a Torrijos, porque del Canal, sus ingresos y las zonas aledañas no se hace el "uso más colectivo posible"", sino negocio de unos cuantos empresarios con frecuencia ligados a las finanzas y al exterior.

         Haití tiene importancia para Estados Unidos por dos motivos: la cercanía con Cuba, y la existencia de yacimientos marítimos de hidrocarburos. No se explica que algunos haitianos digan que "el crimen está en el Estado", porque entonces no es Estado, y si acaso pseudogobierno. Cuando cayó la dictadura duvalierista, la única oportunidad de cambio fue con el presidente Jean-Bertrand Aristide. Sin embargo, con apoyo de la izquierda, incluidos ex comunistas, Aristide terminó instalado con bayonetas estadounidenses y finalmente expulsado del poder. Desde entonces, no parece que la "resistencia" haga algo más que "resistir". Como en Panamá, algunos creyeron que sin Unión Soviética iba a ser más fácil ganar posiciones "sin ser confundidos". En realidad, lo que estuvo ocurriendo es la degeneración de Haití, a la par con la de los militares y sectores de las clases dominantes. Algo intentó parar el presidente asesinado Jovenel Moise al buscar denunciar las ligas de grandes intereses económicos y políticos con el narcotráfico. Este está presente desde hace varias décadas, cuando menos desde el militar Raoul Cédras, (1991-1994) como lo han estado poco a poco las pandillas, en los 2000.

       Según confesiones de los propios pandilleros, como Ti Lapli, las pandillas no son de "generación espontánea", sino que están al servicio de oligarcas que no sólo las dejan actuar, sino que las financían y les suministran armas superiores a las de la policía, metida por lo demás en corrupción. Se calcula el número de pandillas hasta en 10, que controlan entre el 80 y el 85 % de la capital, Puerto Príncipe, y lugares aledaños. Algunas pandillas, como la de Jimmy Chérizier, atacan barrios donde tiene presencia la oposición. En diciembre, un ataque de pandillas contra ancianos acusados de "brujería" dejó cerca de 180 muertos, en Cité Soleil. A un líder de pandilla se le ocurrió que le estaban haciendo vudú a un hijo enfermo. Ataques así se repiten desde 2018 (más de 70 muertos en La Saline), incluso en el interior de Haití (80 muertos a unos 96 kilómetros de la capital). El número de desplazados ha superado por lo bajo las 700 mil personas.

         No se trata de una "pacificación" al estilo de una antigua fuerza multinacional que fracasó, por decir lo menos, ni de una "asistencia humanitaria" como la de la Fundación Clinton y Sean Penn que se llenaron los bolsillos y se fueron: el dinero servía para hacer vivir las ONGs (organizaciones no gubernamentales), que solían embolsárselo sin que llegara a la gente. Tampoco se trata del "pueblo", puesto que una parte tiene que aguantarse que otra lo aplaste. Otros viven en el temor al secuestro, y el "pueblo", a la extorsión. Lo que cabe decir es que Haití va de "Estado fallido" a la barbarie como resultado final del "caos controlado" para bloquear la participación de la gente, que se abrió con el fin del duvalierismo: difícilmente se le hará caso, pero el presidente salvadoreño Nayib Bukele, contra el que el globalismo, la izquierda y algunos comunistas lanzan invectivas, no sólo se dedicó a arrestar pandilleros en la calle, sino también a bloquear a los lenguaraces farabundistas, dedicados a parlot Es difícil que entre los haitianos no se recuerde cómo fueron perseguidos, cuando hubo ocasión, los duvalieristas con "el collar" (ponerle un neumático a la cabeza al matón, rociarlo de gasolina y prenderle fuego).ear y hacer "treguas", y a perseguir...a cabecillas de la oligarquía (ARENA-Alianza Republicana Nacionalista) que sostenían a los pandilleros. Misma razón por la que el señorito Daniel Noboa en el Ecuador no logra nada serio (da click en el botón de reproducción)


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 Por pasos.. Hay cosas que el tiempo no deja pasar en nadie y el escritor Enrique Serna está agarrando un ligero toque que recuerda a la Gil...