Lo llamaban algunos casi como a Corleone. Tuvo larga vida, mucho más que un rectorado que no duró casi nada, y creó instituciones de valía, aunque hoy sin la capacidad crítica y de debate de antaño. Cuano desapareció la Unión Soviética, él, hombre de izquierda y las "mejores causas de la Humanidad" (que confluían en su persona), declaró para deslindarse lo más rápido posible: "he visto a comunistas llorar". Pobrecitos. A la vuelta ya estaba la verdadera "causa" para ser abajofirmante, hacerse invitar y creer en que "otro mundo es posible". U otro submundo. Él y el padre del nayar fueron de principios y de ningún apoyo a lo que deben haber tomado por "socialdemocracia"" o algo así. Él acabó incluso de comandante, aunque al de nayar se lo conocía como "comandante Perisur". Se abría un mundo en el que cabían muchos mundos. Siendo toluqueño, él se descubrió un pasado "maya", aunque no era de peón, sino más bien de hacendado. De los que se hacen llamar "don" por un peculiar paternalismo. En ese "giro", el creador de instituciones de valía, autor de textos considerados clásicos (aunque en una mirada muy selectiva), cuando menos uno, el refugio de muchos exiliados, fue a dar en lo que se convirtió en moda y, como tal, fue pasajera, y mediática. Él gran señor tuvo tiempo de ser, también, un gran destructor.
Fue, aunque no fuera la idea original, el creador de la maquila universitaria, que no tiene ningún "paquete de conocimiento" realmente propio, sino que ensambla con peculiar división del trabajo e interdependencia "casos", con una buena dosis de empirismo. Lo que "anda" es meterse en pleno antiintelectualismo contra los llamados "generalistas". Corleone no fue exactamente así, aunque empezó con los "casos" en compilaciones y coordinaciones que, como lo dijera alguna vez el abate Dinouart, son lo propio del medievalismo. Lo general dejó de producirse, y tampoco es muy del gusto estadounidense, para el cual se trata de ligarse a "la acción". Las cosas ya iban por temas que poco no nada tenían que ver con una teoría considerada ociosa: se tomaban los "temas" en boga, fueran obreros, campesinos u otros, y se pasaba a compilar "casos", desde lo más local hasta lo más alejado. Cada quien era, claro está, un caso, del que se sentía dueño. Es probable que se sepa poco sobre un trabajo hecho en buena medida por dependientes, los ayudantes de entonces, que contribuían a encontrar la información del "caso" para hacerse luego de "casos" propios.
La siguiente de este Corleone fue introducir al dudoso generalista Immanuel Wallerstein, quien se fue encargando, también desde los '90, como las "subcosas", de extrapolar de las ciencias exactas a las sociales para augurar prácticamente el fin del universalismo y de las universidades como eran conocidas. Había que Abrir las ciencias sociales e Impensar las ciencias sociales, para ser "interdisciplinario", luego "multidisciplinario" o "pluridisciplinario". Nada de compartimentos estancos: las cosas se encuentran "en el caos", así que los antiguos oficios empezaron a deshacerse en nombre de ese "caos", es-que-es-muy-complejo. Generalista o universalista, era una imposición y una pretensión de "orden" y "equilibrio". Lo que no se hacía antes, patear cualquier asomo de orden en lo general, pasó a hacerse negando tal posibilidad. Ya no habían "artes y oficios", sino "hibridación" que dió en una mescolanza de casos y de subtemas de un tema. Los temas no eran los generales, sino los de lo que se pasó a llamar, muy en un lenguaje de negocios, la "agenda". Después de haber introducido la maquila, "don" Corleone coadyuvó a destruir los "artes y oficios" para que se liquidara toda dinámica endógena o propia del conocimiento, y se pasara a atender lo que fuera dictado por la coyuntura, los medios de comunicación masiva, repletos de "opinadores" y de "expertís" -temática-, y organismos internacionales. Después de todo, las "subcosas" también estaban al margen del Estado y contra él, y "don" Corleone se hacía libertario, soltándose el chongo en la Lacandona. Cuando se dice que la "agenda", de la coyuntura, los grandes medios de comunicación masiva y los organismos internacionales, que no son neutros, se entiende que la inercia de grandes poderes establecidos y grandes intereses económicos. Siempre se puede tomar una fachada libertaria y, como parte de lo mismo, dejar en libertad a los intereses más conservadores, interesados en servirse de los "grupos vulnerables" para dividir y destruir al mundo del trabajo, que incluía el de "artes y oficios": se arrumbaron desde los '90, según fue demostrado, en la universidad pública los estudios sobre los problemas nacionales, y con ellos del Estado, para pasar a extorsionar con "la vulnerabilidad" de mujeres, jóvenes "rebeldes", pueblos originarios y afros, medio ambiente en peligros reales e imaginados y ocasionalmente animalitos, y no de galleta precisamente.
Lo que quedó, demolido el sentido de institución y de universalidad, lo que ya estaba anunciado por Wallerstein, es la rivalidad no sólo por el vedettismo, dada la influencia mediática, sino por la asignación de fondos o lo que algunos conocen como fund raising, en función de grandes intereses que no son los de una universidad, pero que se justifican o encuentran su coartada con "deberse a la sociedad". Varias cosas son posibles de demostrar: para las mujeres, se regó dinero internacional, incluso de grandes magnates; para pueblos originarios y otros, se armó el negocio ONGs (organizaciones no gubernamentales) y un símil de "sociedad civil"; para el medio ambiente, fondos astronómicos de sustentabilidad, o hasta de grandes millonarios; y para los jóvenes, el consumo de "rebeldía" para sacarlos al mercado a hacer rotar el capital sin idea de nada. Parte de ésto fue anunciado como cooptación de los centros educativos por el ultraconservador Comité de Santa Fe reaganiano desde los '80, y en nombre de Gramsci, para ganar la batalla cultural e ideológica. Para el caso, da igual la apariencia de "autenticidad" con blusas bordadas y recuperaciones colectivas de la memoria: es "quedar bien" para no perderse los fondos y estar in, así haya sido a costa de tal pérdida de saberes que, aunque se crea satisfacer algún deseo, en realidad se rivaliza de lo peor para vender servicios a intereses ajenos. Si es con marca universitaria, hasta es posible esa venta con grandes aires y ambiciones desatadas. La formación, que ya no es propiamente educación, ya no es de arte u oficio, sino de persona apenas cualificada a la que, ya estando alienada creyéndose libre, todavía falta que la condicionen con inteligencia artificial. Es, a diferencia de otros espacios, restringidos, toda la parte universitaria dedicada, como lo quería Wallerstein, a "impensar", a hacer del campus un gran conversatorio y a servir a una fracción del capital para destruir el sentido de Estado y de nación: blusitas bordadas y ademanes juchitecos no para servir al público, qui ni hay, sino al conservadurismo que hace el ademán del "cambio". Así fue lo que, en el "giro", abrió el ex rector Corleone. Del clientelismo al lobby (da click en el botón de reproducción).