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viernes, 9 de mayo de 2025

AI WAI FAI. GRATIS.

 En lo fundamental, las nociones de "izquierda" y "derecha" no han cambiado: la primera tiene más que la segunda cierta sensibilidad "social". La derecha aquí propone poco, salvo que haga algo de demagogia. Está más ocupada en "derechos y libertades", y ha llevado a una parte de la izquierda a confluir en lo mismo. La izquierda radical -que busque cambios de raíz- casi no existe. La extrema derecha también está limitada, pese a que una parte de la izquierda la necesite para legitimarse. Los comunistas que entran en ésto -sin ser realmente izquierda- se dejan colocar en una supuesta "extrema izquierda" que históricamente no han sido. Queda que ser radical es dado por equivalente de "extremista", lo que es un falso. Extremistas pueden serlo quienes se reconfortan en la inercia del "tú solo no vas a cambiar nada".

       Una parte de la derecha es primitiva y sigue en sinsentidos, como cuando ve "comunismo" en libros de texto, Cuba o Venezuela (y no lo ve en China, vaya, aunque China tiene un partido comunista). Ya ha habido ocasión de decirlo, el "comunismo" nunca ha existido en ningún lugar. Lo que ha existido es socialismo con sus variantes, y con frecuencia socialismo de Estado. Lo único que busca la derecha al denunciar tal o cual cosa como "comunismo" es crear miedo, y reducir las cosas a "comunismo es igual a terror y escasez". Una parte de la derecha está como lo ha estado siempre: perfectamente dispuesta a dañar si pierde privilegios, y eventualmente a recurrir a la violencia, como en Nicaragua, Venezuela o Bolivia, practicando el terror, que significa atentar contra la población civil. Decir ésto no significa que haya que ser el incondicional de Nicaragua, la corrupción venezolana o los personalismos de algunos en Bolivia. No es un asunto de deportes.

     Existen, dentro de la extrema derecha, limitada, grupos neonazis, como los de Ucrania (a los que no se les dice nada), o formaciones paramilitares, como las del primer ministro de India, Narendra Modi, nunca criticado, tampoco por Rusia, por ejemplo. Existen quienes añoran dictaduras, como Jair Bolsonaro en Brasil o José Antonio Kast en Chile, pero que se mantienen en las reglas democráticas. En la izquierda, los partidos comunistas son muy pequeños, y están divididos, entre quienes siguen a los griegos -que sostienen que Rusia y China son imperialistas- y quienes no. Más de uno entre comunistas y, más en general, a la izquierda, cree lo que los dirigentes chinos quieran contar de China. Se trata de una forma de evasión: agarrarse de un clavo ardiendo para no reflexionar sobre las consecuencias del fin de la Unión Soviética. Como mínimo, cabría preguntarse por qué una Rusia francamente capitalista se alía con China, Cuba o Venezuela, pese al alto grado de anticomunismo en Rusia. O por qué las potencias occidentales o Japón no se meten con el tipo de régimen que hay en China, problemas comerciales aparte. Nadie habla de "terror y escasez en China", y no se hará mientras haya negocio posible. Es más fácil meterse con una Rusia hoy abiertamente capitalista. Para desorientar a cualquiera, si la embestida es contra una Rusia capitalista y no contra una China que se dice socialista. ¿Las palabras remiten a algún significado o no se trata más que de preferencias en el consumo de marcas? En términos estrictos, China no es un país socialista. Se debe saber lo suficiente para que nadie hable por ejemplo de "totalitarismo chino". Después de todo, China hace feliz a más de un occidental desde los años '60.

       Una parte de la derecha está cegada por su triunfo contra la Unión Soviética, y por lo mismo aquélla, cuando no sigue en "meter miedo", no considera necesario argumentar para encontrar alguna verdad, porque resulta que ya la tiene: es soberbia e ignorante, lo que crea una forma especial de peligro en distintas capas "globalizadas". Lo único que le queda es golpear teniendo a su favor los medios de comunicación masiva más poderosos. Al mismo tiempo, la izquierda, comunista incluida, va a remolque de estos medios, que dictan qué está en primer plano y qué no tomar en cuenta. Nada hay que argumentar seriamente, puesto que "ya se ganó" y en la victoria está el supuesto argumento, el del más fuerte. Son años de capitalizar así una victoria bastante inesperada en un principio: creyendo que es asunto de dominación y no de una razón a la que se le trata de dar la vuelta. Parte de este problema existe también en la izquierda: ya no es posible ningún debate o argumento con quien no cree más que en dominar, salirse con la suya, ser omnipotente y no tener ningún aprendizaje que hacer, porque al vencedor no hay nada que enseñarle. No es fascismo, pero sí es algo no exento de riesgos. Gran parte de la izquierda no lo quiere ver porque también cree únicamente en "la dominación" o "el poder".

       Gran parte de la izquierda se sitúa en el consumo y la distribución -no en la producción- y, lejos de cualquier radicalismo, no propone sino "redistribuir" dentro del capitalismo: fracasa porque éste reproduce desigualdad. Hay un error de base: no se toca nada en la producción, de donde surge la desigualdad, si se mantiene la creencia -limitada- de que "redistribuyendo" alcanzará "para todos", cuando no para "las dos terceras partes", aunque es algo que no sucede. El error está en creer que podría suceder en el socialismo, cuando no es así: en éste no hay por qué darle por igual a todos (eso es igualitarismo), así sea "poquito", ni a quienes no trabajan, ni a quienes hacen trabajo improductivo, etcétera. El socialismo NO tiene por qué eliminar la desigualdad social ni es la "abundancia para todos". No es ningún Estado de Bienestar. Es para la gente que trabaja y con diferencias de mérito: no sólo según las necesidades, sino también por las capacidades. De entrada, "el que no trabaja, no come". Por lo demás, el gran propietario de medios de producción sobra: puede ir a contar que los tuvo, como decía el salvadoreño Roque Dalton, como quien va a la cantina a confesar en la borrachera que alguna vez tuvo sífilis. Pero además, en general, la propiedad no debe ser estatal, sino social. Los problemas del socialismo de Estado no pueden ser ignorados. Prácticamente no hay país socialista que haya atendido la propiedad social. Parte del problema de la izquierda, comunista incluida, es que sueña con un Estado de Bienestar grandote. En realidad, ni el mundo del trabajo, ni el socialismo están a la orden del día o a la vuelta de la esquina, después de 1991, pero tampoco "la abundancia para todos" o "los tres cuartos" en el capitalismo. Debe pasar el tiempo para que se termine con lo que no es sino, a cierta imagen y semejanza de Estados Unidos en la segunda posguerra, la creencia de "la gran clase media", lo mismo que a su manera creyó fabricar el socialismo de Estado. Estado para todos, negocitos para todos, con emprendedurismo.

     De la misma manera en que no tiene sentido echar por la borda toda la experiencia socialista, y no se llegará así a nada, no tiene caso rechazar todo en el capitalismo, como si nada más se tratara de "lo bueno" y "lo malo". Una parte de la derecha, como sucede por ejemplo con Agustín Laje, argumenta y lo hace en términos de valores, también, por lo que no puede ser desoída, cuando ve con inquietud lo que hacen los "libertarios". La izquierda, la comunista incluida, carece de valores claros, porque los confunde con verborrea. Por lo demás, si se trata de valores, es en el terreno en el que hay que hablar y proponer: es de refinada mala fe repetir a los "libertarios" y acusar, nótese bien, de "fascista" a quien, a la derecha, no lo es, o porque habla de valores, y no tiene por lo demás ninguna práctica realmente fascista o nazi. Es, como se dice coloquialmente en México, "saludar con sombrero ajeno". En este terreno, no se está sino en espejo de la derecha soberbia e ignorante que ve "comunismo" donde le resulta más facilón que analizar y argumentar.  No son más que los términos de los medios para orientar un "consenso" cada vez más inexistente hacia el "centro", fabricando "fascistas" (sin meterse donde los hay, como en Ucrania) y "comunistas" que, cuando existen, son una ínfima minoría. Tal vez no sea más ya que parte del arsenal de la degeneración demagógica y la desaparición, en gran parte (no en todo), del espacio público como lugar no de "conversación", sino de debate. Algunos usan las palabras "comunismo" o "fascismo"" por motivos de simple comodidad. Y en "izquierda" o "derecha", cuenta qué está en juego de valores, no qué ganancia o ventaja se saca del sambenito o del ropaje. Es "zona de confort" -o de descalificación -en la que, en más de una ocasión, no es en realidad posible saber siquiera de qué realmente se está hablando. (da click en el botón de reproducción).



AHÍ VIENE EL LOBO

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