Es muy difícil saber a qué se refiere gente como la actriz mexicana Martha Higareda cuando se lanza contra "el comunismo". Ya ha habido ocasión de señalar que el comunismo nunca ha existido, en ninguna parte, ni hay nadie que diga que existió, más allá de confundir socialismo y comunismo. En los años '80, por ejemplo, el líder cubano Fidel Castro pronosticaba -en uno de sus tantos errores- la llegada del comunismo "en 20 años". En la Unión Soviética, el líder Mijaíl Gorbachov hablaba apenas de "socialismo desarrollado". En China no se pasa de "socialismo con características chinas". No cambian las cosas con que en varios países haya un partido comunista único en el gobierno (China, Cuba, Vietnam...).
El movimiento comunista actual es extremadamente débil, y no es ninguna "amenaza". Dicho movimiento está dividido en dos, a grandes rasgos, entre quienes siguen al partido comunista griego (KKE), que niega las ideas del antiguo líder comunista Gueorgui Dimitrov- y quienes no: los primeros sostienen, de manera general, que China y Rusia son países "imperialistas". Los demás afirman que estas potencias son "contra-hegemónicas". Sin embargo, hay errores de análisis de base, a veces con consecuencias graves.
Una de las creencias de los comunistas no partidarios de los griegos es que "cada país capitalista lleva en sí el germen del imperialismo", lo que es falso, porque los países subdesarrollados nunca han sido imperialistas, ni tampoco los de la llamada "semi-periferia". Rusia no es un país central y no tiene vocación imperialista, como lo ha demostrado en el asunto ucraniano, al no apoderarse de más de lo que tenía en peligro a los habitantes rusófonos. Ni siquiera hay aspiración a crear el "mundo ruso", del tipo "Rusia es donde están los rusos". Se trata de un error inducido y semejante al creado para quienes quisieron creer el cuento de una "gran Serbia" que nunca se dió: la población serbia, lejos de expandirse, se retrajo, sobre todo al ser expulsada masivamente de Krajina en Croacia y de Kosovo. De este modo, a raíz del conflicto los lugares con serbios eran menos que antes, porque de lo que se trató en los espacios mencionados fue de "limpieza étnica" contra los serbios, mientras los medios de comunicación masiva hablaban de algo falso, y que hizo que gente de izquierda se opusiera al gobierno yugoslavo de Slobodan Milosevic, cuya inocencia quedó probada. Igual se lo podía hacer pasar por "expansionista". Lo dicho no quita que Rusia sea un país capitalista, pero no es automáticamente "imperialismo en potencia".
Otros partidos comunistas sostienen que algunos países del Sur, como México, son "subimperialistas", pero estas tesis fueron abandonadas en el pasado. México no le hace "todo el trabajo" a Estados Unidos hoy como en tiempos del Plan Puebla-Panamá o de la Iniciativa Mérida, ni grupos empresariales mexicanos tienen la fuerza suficiente de tragarse espacios regionales como Centroamérica y el Caribe, salvo contadas y limitadas excepciones. Dicho Plan fue en el pasado, como idea del presidente mexicano Vicente Fox, pero no prosperó. La Iniciativa fue en tiempos del presidente Felipe Calderón. Lo anterior no quiere decir que alguien como el empresario Carlos Slim no tenga hoy intereses no menores en Centroamérica. Pero "subimperialismo" supondría que México supedite a países centroamericanos, y no es el caso. Tampoco lo es de Brasil en Sudamérica, pese a fuertes intereses brasileños en ocasiones, como en Paraguay. México tuvo mayor influencia política en Centroamérica hasta tiempos del presidente José López Portillo, quien con Francia reconoció como parte beligerante a la guerrilla salvadoreña, y hasta los acuerdos posteriores de Chapultepec. Acción Nacional actuó mucho más a favor de los intereses estadounidenses. El actual gobierno mexicano no tiene la menor injerencia en Centroamérica y el Caribe. No es algo comparable a lo que ha llegado a hacer por ejemplo Turquía en Siria, o a Israel en Medio Oriente. Aunque no sea forzosamente correcta, la idea del "subimperialismo mexicano" puede, eso sí, dar cuenta de ciertos intereses de grupos empresariales en la región. Por lo demás, ya no hay país latinoamericano alguno capaz de impulsar intereses políticos propios en la región. Cuba no mueve a nadie y, en una de esas, puede mover a lástima; y Venezuela está en su corrupción interna, aunque sirva de espantapájaros.
Entre los comunistas "contra hegemonistas", hay una notoria negativa a ver lo que es China, cuyo "contrahegemonismo" es por lo demás limitado. China es un país en el que el gobierno con gran frecuencia reprime a los trabajadores, con régimen de trabajo muy duro y con frecuencia precario y temporal (oficinistas incluidos), y en la Asamblea Popular Nacional han existido periodos en los cuales sólo hay uno por ciento de trabajadores contra más de 20 por ciento de empresarios. Según el portal Rebelión, en 2018 los 153 miembros más acaudalados de dicha Asamblea y del Consejo Consultivo Político del Pueblo Chino tenían una fortuna inmensa: China es un país de "puertas giratorias" entre las empresas y el gobierno. Queda por saber si China es "potencia imperial". No faltan estudios para mostrar hasta qué punto China es hoy capitalista. Agarrarse del "socialismo" en este caso es como hacerlo de una marca. Y ya no se discute mucho de conceptos, sino de "marcas". China es un gran exportador de mercancías y, en bastante menor grado, de capital, autónomo en este caso; no es seguro que el modo de proceder de China beneficie en ningún lado a los trabajadores, ni al interior ni al exterior, al confundirse disciplina con maltrato, algo típico de país atrasado. China permite en el Sur cierta diversificación de las relaciones exteriores, y no presiona militar o políticamente. En este sentido, tampoco se conduce como país central. China no es un país central. En algunos aspectos, está semi ocupado por inversiones extranjera de países centrales.
En el desorden conceptual entre las dos vertientes actuales del comunismo, hay diferencias de interpretación sobre el fascismo, con frecuencia omitiendo que éste fue alentado como punta de lanza contra una Unión Soviética que no existe, y ahora que la desorganización del mundo del trabajo es enorme (también en parte gracias a China). ¿Lanzarse contra qué? Esto se enlaza con el tema de la guerra, en buena medida "bloqueado" por los adelantos rusos. Si bien hay ciertos riesgos, por momentos ambas vertientes del movimiento comunista parecen querer, por sus liderazgos en particular, "saludar con sombrero ajeno" y vivir de glorias pasadas, buscando curiosamente en qué momento se "repetirá" la Historia para no perderse la entrada en ella. Es algo frecuente en los liderazgos comunistas este tipo de vanidad, que suplanta la creatividad, y la negativa a considerar el problema de la ideología como apariencia de "causa común" para imponer personalismos. Si bien las organizaciones comunistas facilitan con frecuencia cierta información sobre lo que ocurre con los trabajadores, lo que de otro modo pasa desapercibido, es notorio que las fallas conceptuales tienen que ver con fallas desde el punto de vista de los valores y la negativa a abordar este tema, remplazado por palabrotas para llenarse el pecho de medallotas (como se hace por lo demás con Palestina). Llaman la atención el antiintelectualismo y el activismo (que no es militancia), la sobrepolitización, y el despiste ideológico, además de la ya habitual afición por la dominación y, en este sentido, la falta total de flujo desde abajo hacia arriba, como si se tratara de sectas: no es problema específico de los comunistas, sino de un sistema en el que la gente está para servir al primero que se sienta con un mínimo de poder, si es precapitalista, o de "éxito", si es capitalista. No queda claro por qué Martha Higareda o personas como las de TV Azteca en México -salvo que se siga tratando de evadir impuestos- hacen como más de un comunista: agarrarla con molinos de viento. Para "causar sensación" y "dárselas de", y por "intereses" que llaman a "la acción" contra la reflexión. Tenemos que movilizar a las masas. (da click en el botón de reproducción).