Como se supone que todo el mundo se ha puesto al pragmatismo y rechaza "la ideología", sin entender mayormente qué es, se dan los fenómenos más sorprendentes. Hay así una alianza entre Rusia y China en la que algunos quisieran ver un "bloque", sin que lo sea. Rusia es hoy un país a grandes rasgos capitalista, a reserva de saber si se trata o no de capitalismo de Estado, y no es un país imperialista: está rodeado, encogiéndose (pese al Este ex ucraniano), no expandiéndose. China dice ser un país socialista, y tiene a la cabeza un partido comunista. Dado el feroz anticomunismo ruso, sobre todo en los medios de comunicación masiva locales, no hay explicación ideológica para el acercamiento entre Rusia y China, que por lo demás es muy desigual: los une cierto rechazo al "unipolarismo", pero ni siquiera a la llamada "globalización", que el líder chino Xi JinPing acaba de defender a capa y espada frente al presidente estadounidense Donald J. Trump. Como se dice coloquialmente, pareciera que a Rusia y a China "no los une el amor, sino el espanto". Si acaso, ambos países rebuscan en los "valores tradicionales", pero con vaguedad: no los ponen con frecuencia por delante. Así, se tiene este acercamiento entre un país muy anticomunista y otro que se dice socialista y con un partido comunista único. Algo similar ocurre en el nuevo acercamiento entre Rusia y Cuba, o entre Rusia y Nicaragua, el segundo oficialmente "de socialismo cristiano". Y todos se juntan en Moscú, capital rusa, para celebrar algo equívoco: ¿la victoria soviética sobre Alemania, o lo que fue entendido por mucho tiempo como victoria del socialismo sobre el nazi-fascismo?¿Es asunto nacional o también social?
La defensa de la Rusia actual por algunos y una parte del movimiento comunista se explica por el cerco contra los rusos, un cerco imperialista, para cualquiera que sepa ver un mapa. Hasta ahí: no es necesario comulgar con el gobierno ruso de Vladimir Putin, y muchos en la izquierda no lo hacen. Lo curioso es que el cerco se ha apretado contra una Rusia capitalista, y no tanto contra una China que se hace llamar socialista. Parte del asunto es que las potencias centrales se cuidan de abrir dos frentes a la vez. Al mismo tiempo, hace rato que nadie critica al "socialismo" chino, ni el hecho de que sea un régimen de partido único y "comunista", ni nadie habla de "totalitarismo chino", ni del "autócrata" Xi, ni siquiera ya de "autoritarismo". Si acaso, de vez en cuando algún Demócrata saca el asunto de los Derechos Humanos en China o el de la minoría uigur. Por lo que respecta a Trump, no tiene inconvenientes políticos o ideológicos con China, sino comerciales y tecnológicos. Ya había sido posible ver la diferencia con Rusia en 1989, con los sucesos de Tiananmen: ni una sanción contra China, por contraste con el diluvio de sanciones desde 2014 contra una Rusia capitalista.
Problema cultural no es. En parte, sí es geopolítico, por lo dicho de no abrir dos frentes a la vez, y también por la añeja obsesión anglosajona por apoderarse de Eurasia. Pero hay más: con China, después de todo, y pese a los problemas mencionados, se hacen negocios, y en grande, tamaño chino. Rusia puede tender a la autosuficiencia; China está abierta, realmente muy en grande, a los negocios con las potencias centrales. Así por ejemplo, apenas la UE (Unión Europea) tiene roces con Estados Unidos, corre a agarrarse de más negocios con China. Lo que se espera es que China siga así, con las "puertas abiertas", como ha sido desde 1978, y con la posibilidad de nuevos campos de inversión, como en los servicios, con la ventaja real de que el tipo de régimen mantiene a una mano de obra dócil. Si acaso se puede hacer de vez en cuando uno que otro movimiento disuasivo para significarle a China no que cambie, sino que siga así. Como país semi-periférico, China es una gran atracción para los negocios de las potencias centrales, y en el fondo es un país capitalista, dado el importantísimo lugar del sector privado. Bastante daño ha hecho China: desbaratando las posibilidades de solidaridad entre trabajadores, al lanzar al mercado una mano de obra abundante y relativamente barata. Silencio occidental sobre el régimen chino; y aceptación de la izquierda, gran parte de la comunista incluida, salvo la encabezada por el comunismo griego, aunque tampoco está claro que China sea propiamente imperialista. Todos la quieren: es algo así como el osito panda de las relaciones internacionales. Después de todo, Xi ha dicho que China no aspira a la hegemonía.
Parte del movimiento comunista internacional, minoritario, y de la izquierda en general, ve en China "la alternativa", aunque es un país capitalista, al que también quieren entre otros los Demócratas estadounidenses, salvo alguna descocada como la antigua congresista Nancy Pelosi ("Nancy la loca"). Trump quiere a Xi, lo ha dicho, y el anterior presidente estadounidense, Joseph Biden, por lo demás, ya estaba en problemas comerciales y tecnológicos con China. Gracias a sus "puertas abiertas" y a su comercio internacional, es la China que todos quieren, en una moda que reconforta a los libertarios y data del "chairman Mao" (ah sí, los Beatles) en los '60 y hasta "Revolution". China no tiene como Rusia o antes la Unión Soviética que dedicarse tanto a las armas ante el acoso de las potencias centrales. Tal vez para China pueda hablarse también de capitalismo de Estado y de fuerte sentido nacionalista. Pero tomar los nombres del "socialismo" o el "comunismo" es una ilusión, y ni los chinos los reivindican demasiado. Distintos estudiosos han demostrado que nada tienen que ver esos rótulos con la realidad china, pese al papel amortiguador del Estado local.
Tal vez, entonces, China y Rusia se reconozcan en el fondo como capitalismos de Estado. Las potencias centrales saben lo que hacen, al guiarse por los negocios. Parte del movimiento comunista internacional y de la izquierda se aferran no a realidades, sino a palabras, pero hace mucho, desde antes de los años '80, que "socialismo" o "comunismo" no remiten a conceptos. "Socialismo con características chinas" es algo que carece de sentido: ni modo que China tenga su dizque socialismo "con características camboyanas". A China, por lo demás, se le pueden pasar sus errores de "terror y escasez", internos o en casos como el de Camboya o Afganistán y Angola. Si alguien quiere demostrar la valía de China, adelante; pero sería de agradecer que no se mezcle en el tema al "socialismo" o el "comunismo", salvo para hablar con Armando Hoyos.
Dicho sea de paso, tampoco incomoda Vietnam. Y Venezuela, presente en Moscú, no se inmuta, pese a tener al PSUV (Partido Socialista Unificado Venezolano), en el gobierno, para perseguir comunistas con tal de no admitir críticas. En el sudeste asiático, Vietnam, por curioso que parezca, siendo país socialista y con partido comunista oficial, se ha acercado a Estados Unidos, para contrarrestar la influencia china (China invadió Vietnam en 1979). Como antes Deng Xiaoping y hoy Xi Jinping despiertan el cariño de todos, se olvida que alguna vez China apoyó al terrorífico régimen camboyano de Pol Pot, expulsado por los vietnamitas, apoyados por la Unión Soviética. Siendo anticomunista y capitalista, Rusia tiene hoy entre sus amistades a Cuba y Vietnam, a donde van a asesorar grandes millonarios como Boris Titov u Oleg Deripaska; con frecuencia, son las amistades de antaño (y la arrimada Venezuela está sobre todo cerca de China). A China, a su vez, se le han perdonado cosas mucho peores que el terror soviético de 1937-1938. Así lo han hecho quienes "desenfundan el terror y la escasez cuando oyen hablar de socialismo". No desenfundan nada sobre China. Ya pasaron igualmente los tiempos de hacerla de Dalai Lama en "Tíbet vs opresión china". China es, después de todo, el pasado juvenil de más de un libertario en los '70.
Tal vez China, acostumbrada al lenguaje florido, en vez de "partido comunista" podría tener algo así como un "partido del reino celestial", pero no es así. De la misma manera en que quedan laboristas sin labor (labour), hoy dispuestos a ponerle más fuego a la leña ucraniana, o socialistas sin una pizca de socialismo ni de relación con los obreros, como el PSOE (Partido Socialista Obrero Español), China se nombra como lo que no es: hace mucho que se sabe, se tolera y, para los capitalistas también, lo que cuenta es la característica del negocio, no tanto el embalaje. Con que no aparezca como ""casa de Bruce Lee". Así cuando se supone que es "el fin de las ideologías" y que no hay más que "intereses" y pragmatismo (da click en el botón de reproducción).