Puede ser que no todos los países necesiten competencia entre partidos, y en varios casos, es reducida: en Estados Unidos, no hay más que "de dos sopas", como se dice coloquialmente en México. Un partido normalmente aspira a gobernar, pero esto no quiere decir que las tareas estatales sean partidistas o ideológicas. No basta con una pertenencia partidaria para asegurar el profesionalismo en el servicio público. El antiguo régimen mexicano, por ejemplo, terminó sabiendo del tema, para mal, con el llamado "chapulineo": mientras asegure lealtad o incondicionalidad al "grupo", un funcionario -que no funciona- puede estar un día en Turismo, otro día en Energía, otro en Comunicaciones y Transportes y al final en la Lotería Nacional. Viene a la mente por ejemplo Pedro Joaquín Coldwell, pero también Enrique de la Madrid entre Turismo y Financiera Rural. Si la gente "de cada uno" se mueve igual, entonces no importa mucho qué se hace, sino el folclórico "no me den, póngame donde hay".
La autodenominada Cuarta Transformación no ha estado exenta de estos problemas. Alguien formado en relaciones internacionales puede ser, desde luego, buen canciller, pero no forzosamente el más adecuado para asuntos de economía, más allá de sus "relaciones". Un ex secretario de Salud, psiquiatra de origen y ex rector, con bastante probabilidad puede hacer un mal papel como representante diplomático o como canciller, dejándole la "chamba" a la presidentA. En cambio, un policía está bien para la policía o la seguridad en general. Parte del problema del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo que ver con la incompetencia. Por lo demás, es parte de la "honestidad verdadera": aunque se sea maestra de origen, no es posible decir que la Sra. Requetebién es honesta si no es eficaz y no da resultados. Hay casos curiosos en más de un país: Luis N. Morones en México era medio disoluto, pero leal y capaz de dar resultados, como lo hizo para frenar una posible intervención estadounidense en México. En la Unión Soviética, Lavrenti Beria también era extravagante y dado a ciertos lujos, pero era buen policía y por cierto que, a diferencia de Nikolai Yezhov, no proclive a "hacer estadística" liquidando a gente inocente (con Beria se vaciaron los Gulags). No todo es en blanco y negro. Pero no se trata de que una profesión de administración en el Estado sea sustituida por ideología, del tipo de quien pone en su curriculum, para Educación, "sobreviviente del 2 de octubre". ¿Es una profesión? Tampoco se puede hacer carrera en la diplomacia con título de "viuda de". Si en algunos casos puede parecer necesario que alguien tenga "buenas relaciones" (diplomáticas, por ejemplo, si se está en Economía para un problema difícil de relación con Estados Unidos), hay otros casos de "relaciones" que no se justifican. Se trata de intereses personalistas o de facción, y son contrarios al Estado. Tampoco se puede prestar el flanco: Educación ha sido hasta hoy -con un Young Global Leader- una secretaría muy castigada. Aunque no haya corrupción en dinero, ha seguido en algunos casos en formas de amiguismo e influyentismo, aunque menos que en el sexenio anterior. El problema de arranque fue más la tendencia a supeditarse al exterior. Y para variar: cultura es cero.
Un gobierno adecuado, aunque respondiendo a intereses particulares, puede al mismo tiempo velar por el interés público. Aunque no guste, tómese la innovación salvadoreña: el presidente de El Salvador responde a una fracción de intereses empresariales, en parte nacionales, y en parte asociados con el extranjero. No son intereses oligárquicos, ni los de ciertos sectores de capas medias, desplazados. Al mismo tiempo, en más de un rubro, Nayib Bukele ha servido al interés público, como en seguridad e infraestructura. El gobierno es de Nuevas Ideas. Queda por ver si esta agrupación puede seguir al mismo tiempo siendo ella y servir a la reconstitución del Estado. De la misma manera, el MoReNa (Movimiento de Regeneración Nacional) no ganó las elecciones para no gobernar, y "a su manera": queda por ver si puede reconstituir algo de un Estado muy maltrecho, y que por lo demás no tiene por qué ser un Estado obeso. Puede no ser muy grande y eficiente. Marx apuntaba a la paulatina reducción del Estado, no a la Estadolatría del siglo XX que tuvo dos funciones: de fortalecimiento frente al acoso externo en los países socialistas, pero a riesgo forzosamente de crear trepadores e ineficiencia; y de subsidio al gran sector privado, a costa de la sociedad, salvo de quienes alcanzaran al reparto de "bienestar para su familia". Ya no es de "vuelta a Keynes": el Estado estadounidense, como el nazi alemán, fueron de keynesianismo militar. Es preferible saber si el Estado puede ser eficiente y no un elefante blanco. Tampoco se trata de ir contra cualquier propiedad privada, sino que el problema es de medios de producción, y no está demostrado que lo privado sea obligatoriamente mejor que lo público.
Como sea, parte del atorón está en el hábito de "grupo". Antes de retirarse, Raúl Castro lo dijo en Cuba en su último informe al Partido Comunista: habló de un problema de "suplantación e interferencias en las funciones y decisiones que le corresponden al Estado, gobierno e instituciones administrativas; (...), cada uno en lo suyo, y el partido en lo que le corresponde". Raúl Castro agregó: "llevamos más de 60 años repitiendo eso y hay que decir que se cumple muy poco". El partido es "para abajo", para escuchar a la gente y canalizar sus inquietudes y necesidades; no es "tener el carnet" para dar la impresión de incondicionalidad, trepar, vestirse de "la causa" y lograr privilegios (viajes y cargos en el exterior, acceso a tiendas privilegiadas, etcétera). Raúl Castro advirtió de todas las deficiencias del trabajo ideológico: triunfalismo, estridencia y superficialidad, además de una pésima política de cuadros, de imposición-sumisión (lo habitual para trepar). Grado de debate sobre el tema: cero. Como lo dijera alguna vez Salim Lamrani, pareciera que Raúl Castro es el primer disidente de la isla. En cargos públicos se está para servir, no para figurar, hacer relaciones, trepar, obtener privilegios, viajar, "entrarle" para "no verse mal", granjearse reconocimientos y empezar a acaparar, y terminar con todo y "carnet" dándole la espalda a la "gente del común". Como dijo en el MoReNa la actual dirigente Luisa Alcalde, a la gente a la que se mira de arriba abajo es nada más a la que necesita ayuda para levantarse (da click en el botón de reproducción).