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lunes, 9 de junio de 2025

COMIENZO Y FINAL DE UNA VERDE MAÑANA

 En Cuba hay desigualdad, y no tiene por qué no haberla en el socialismo. Cualquier cubano promedio hoy estará de acuerdo en que puede ganar más quien trabaja más y mejor. Es cuestión de dinero. No hay objeción en sí a la propiedad privada: la hay de distintos tipos, y no toda es propiedad de medios de producción, mucho menos grandes. Se puede ser propietario privado de un automóvil o una vivienda y no ser un explotador. Por lo demás, una pequeña o mediana empresa puede limitar la explotación. No es cuestión de oposición entre "el mercado" y "el Estado", porque depende de la función del segundo: puede ser eficiente, despilfarrador o un mecanismo de subsidio a la actividad privada a costa de la eficacia del Estado mismo, maltrecho en el capitalismo, y sin que esté realmente probado que "el mercado" es mejor que "el Estado". Si no fuera por una corrupción ligada a la mercantilización, sería fácil probar que las grandes universidades públicas mexicanas, por ejemplo, funcionan mejor que las privadas. En Cuba es tabú la incursión privada en salud, educación y prensa, y con razón. No está probado que con el capitalismo estos sectores funcionen mejor, y si el público está maltrecho, es por errores del Estado de distinta índole.

        ¿Quiénes son los privilegiados en Cuba? Mal vistos, en parte -como sucedía en la Unión Soviética- quienes están ligados a la diplomacia, porque pueden viajar al exterior. Con todo, no es "la burocracia": el funcionario promedio cubano no vive mal, pero tampoco con lujos. El asunto libertario no funciona. El problema es otro, y está en el gobierno: los privilegios de quienes están cerca del poder, lo que no ocurre con todo funcionario. Está cercanía con el poder permite hacerse de "concesiones" por vínculos personales, en puestos con frecuencia ligados a negocios con el exterior. Parte de la familia de los Castro ha tenido ventajas indebidas, incluyendo una que otra vástaga de Raúl Castro, para no hablar del desastre de la familia de Fidel Castro. No es todo el Estado, ni toda la burocracia, a reserva de que hay gente sobrante, sino el mecanismo de clientela (conexiones personales o directamente familiares con altos funcionarios), y más bien limitado. Otra parte de gente con recursos es la que recibe remesas importantes. Un cuarto de la población cubana recibe remesas, aunque la situación se ha complicado con el presidente estadounidense Donald J. Trump. El uso de las remesas es variado, pero puede permitir desde mejorar la vivienda hasta ir a comprar en supermercados especiales, incluso en dólares, aunque tampoco son especialmente lujosos (no lo es el recién abierto en 3ra y 70 en Miramar, en La Habana). Finalmente, hay uno que otro cuentapropista exitoso, y curiosamente, herederos de fortunas prerrevolucionarias, como en China. Se calcula en uno por ciento la gente rica en Cuba (unos 30 mil hogares, o cerca de 112 mil personas).

       Ya ha habido ocasión de decir que en Cuba es muy baja la violencia y también lo es la actitud antisocial. En esta perspectiva, la corrupción no es generalizada. Al mismo tiempo, terminada la alianza con la Unión Soviética, se formaron grandes empresas estatales ligadas al turismo y la infraestructura hotelera, pese a que la ocupación hotelera no logra superar el 30 %. Primero, está el error de invertir en este sector en detrimento de la economía interna. Lo segundo es un gobierno que decidió vía impuestos hacer "punciones" sobre las remesas -hoy limitadas- y el turismo, menos del esperado. Se trata de dinero que resulta de lo más opaco y que suele estar en cuentas en el extranjero, sin entrar al circuito nacional y dejando a la banca "seca", a reserva de saber si no hay privilegios personales en esas empresas, cuyo monopolio del dinero recabado ha impedido la expansión del sector privado pequeño y mediano. Como se puede ver, excepción hecha de algunos cuentapropistas, en la diplomacia, ciertas empresas estatales no desligadas de la inversión extranjera y en una parte de la población, se trata de "intermediación". Es la "propia historia" desconociendo las dificultades de antaño de otros, pero que se agravaron con la vocación capitalista de la "intermediación", a costa de la producción local. Es exactamente lo que terminó mal en otros, con el agravante de que, como alguna vez lo dijera el canciller Felipe Pérez Roque, una "burguesía nacional" se antoja difícil a pocas millas de Estados Unidos. Contra lo que ha sugerido Carmelo Mesa-Lago, no es la misma la ubicación de China o Vietnam para hacer reformas que la de Cuba para no ser simple y llanamente fagocitada. Lo otro, como lo ha sugerido Mesa-Lago, es ir a colgarse de alguien más. El impasse se deriva del poco estímulo a la producción interna, pese a las limitaciones de Cuba en recursos naturales. La gravedad de la crisis se debe a ello, no desligado de cierto temor a la iniciativa desde abajo: por primera vez, más allá de ciertas ofertas de Rusia, Cuba no tiene de quién colgarse y no se atreve a galvanizar las energías internas, después de años de que en parte del gobierno y ciertos estratos de la población se haya vivido -en parte por el bloqueo, pero no es todo- de parasitar al exterior, rasgo propio del subdesarrollo y parcialmente de la semi-periferia. Sí es nuestra historia (da click en el botón de reproducción).




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