La presidentA de México, Claudia Sheinbaum, pidió que el Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa), oficialista, no se convierta en partido justamente oficial. Sheinbaum pudo haberlo dicho en varios sentidos, pero tuvo razón. El riesgo latente es siempre que un partido oficial se convierta en vehículo para trepar, de movilidad social.
Dirigente de MoReNa, Luisa Alcalde empezó buscando una mayor organización de la militancia, para que pueda ser tal. También abrió las puertas de la agrupación. Hay sin embargo un elemento que ha sido poco explorado, a raíz de otras experiencias como fueron las socialistas, y son aún en algunos casos: el partido no debiera ser para la alabanza del gobierno, sino más bien, como lo hacen las verdaderas amistades, para, llegado el caso, decir lo que no va, o lo que pudiera ser mejorado. En este sentido, es posible hacerlo de manera constructiva y promoviendo que la gente se atreva a hablar y participar. Es dudoso que Sheinbaum quiera un partido que le diga "qué grande eres, oh Claudia". No todo puede limitarse a defender la causa contra el enemigo o adversario, como se quiera decir. Expresar de manera constructiva lo que no va puede ser también un modo de ganarle terreno a la oposición, quitándole la búsqueda del flanco débil. Desafortunadamente, la experiencia general es poca, y se tiende más a "quedar bien". Si bien es quien abrió camino, tampoco es necesario estarse a las alabanzas del expresidente Andrés Manuel López Obrador, de quien es posible también pensar que no las quiere. Un líder sensato quiere que las cosas salgan adelante, no él a como dé lugar ni vanagloriarse. La crítica constructiva no sirve al enemigo o adversario, sino que le quita banderas y puede dejar abajo la buena sensación de que se hacen las cosas de manera recta. Tampoco es un riesgo para la unidad interna, aunque es preferible que no se formen grupos, menos si son de facción o personalistas.
En sus últimos tiempos, ya lejos del ideal primigenio de la Revolución Mexicana, el PRI (Partido Revolucionario Institucional) se extravió por el arribismo, y algo similar le ocurrió al partido Acción Nacional (PAN) y sus nuevos ricos: la política dejó de ser deber de servicio y se convirtió, no es secreto, en modo de acceder a cargos para llenarse los bolsillos. Para decirlo de otro modo, no se debiera seguir con el atavismo de clientela: la política no debiera ser para REPARTIR, sino para SERVIR. Y "servir" consiste también en decir lo que "no sirve", no en callar para no perderse el reparto. A pesar de tropiezos y cosas mal hechas, López Obrador dejó parcialmente planteada la necesidad, aunque se equivocó en algo: gente honesta pero incompetente no sirve. Ejemplos los hubo y sigue habiendo algunos en el gabinete de Sheinbaum, aunque ésta buscó desde el principio mayor profesionalización. Si el gobierno es para política, los asuntos generales de Estado son para profesionalismo. Alguien que ha visto ésto es, por ejemplo, el estudioso Alfredo Jalife Rahme. Por lo demás, sigue arraigada la idea de que en política es "pura política", lo que contribuyó a un mal resultado en la reforma judicial, porque premió a cuando menos un activista y descartó a alguna gente más profesional.
La oposición, como sea, sigue cuesta abajo, cuando se ve por lo demás cómo busca apoyarse en los medios de comunicación masiva más golpeadores, como en el caso de Héctor de Mauleón, sabueso que mintió sobre los propósitos de la Agencia de Transformación Digital que quiere crear Sheinbaum, quien no va a censurar a nadie, por distintos motivos, y mintió además -De Mauleón- sobre la "violencia sin límites" en la Ciudad de México, haciendo trucos con estadísticas, y aparentemente nervioso él por tener que seguir el guión de golpear. (da click en el botón de reproducción).