Ciertamente, la actual mandataria chilena, Michelle Bachelet, no hizo campaña cuando era candidata prometiendo "cambiar al sistema". Vaya, no prometió ninguna revolución. Tampoco se propuso acabar de un día para otro con la mentalidad fácilmente fascistoide que aún permea a una parte importante de la sociedad chilena. Puede incluso que cierto "feminismo" de Bachelet incomode. Pero lo que llama la atención es que, hasta ahora, en las reformas prometidas (por lo demás difíciles de lograr), Michelle Bachlet ha pasado de las palabras a los actos, algo muy difícil de conseguir en América Latina.
Bachelet avanzó como prometido en la reforma educativa.(fue aprobada a finales de enero). Los chilenos tendrán derecho a una educación que no esté orientada por el lucro, menos en establecimientos que reciben recursos públicos; a la derogación del sistema de financiación compartido (por el cual se perpetuaban las desigualdades sociales en vez de propiciarse la movilidad para todos), y el cese de la selección escolar (por factores socioeconómicos, por lo que los colegios no podrán exigir antecedentes económicos de los padres). Quien destine recursos públicos para lucrar con la educación tendrá que devolver lo malversado y pagar multa, de tal forma que se impide la corrupción del interés público por el privado de unos cuantos.
Bachelet avanzó igualmente en la derogación del Código del Trabajo heredado de la dictadura. con lo cual puede lograrse devolverle a los sindicatos poder de negociación.
Recientemente fue aprobada la eliminación del sistema electoral binominal, una herencia de la dictadura que favorecía sistemáticamente a partidos de derecha. y en el mejor de los casos a un bipartidismo como sea muy cargado hacia la derecha y el inmovilismo. Ahora habrá un sistema proporcional, calificado de moderado e inclusivo, con más diputados y menos distritos. Se establecen igualmente canales para una mayor equidad entre hombres y mujeres en las justas electorales.
Bachelet también está teniendo logros en algunos programas sociales, por ejemplo en materia de viviendas, y aún faltan planteamientos importantes de debatir, como el problema del aborto. Como sea, algunos de los pilares más injustos del andamiaje dictatorial han sido destruidos.
Aunque no tiene una aprobación mayoritaria, lo que más aprueban los chilenos que reconocen la labor de Bachelet es que sabe hacerse respetar y solucionar problemas. En América Latina, esto es grandioso, pero nadie le hará un monumento a la mandataria (y puede que ni sea de su interés, puesto que lo suyo es servir).
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