No hay en la actualidad, en la mira militar estadounidense, nada que designe a China como enemigo, si bien existe un margen para la competencia. Esta actitud con China contrasta con la franca animadversión hacia Rusia. Ni siquiera hay argumento que sea sostenible en este contraste: Beijing, con su partido comunista (único) y muchas limitaciones a lo que según Occidente son "libertades", tiene un régimen mucho menos democrático y de lejos más autoritario que el de Moscú. Sin embargo, no parece que Estados Unidos sea un país tonto y capaz de abrir dos flancos a la vez.
La recién estrenada Estrategia de Seguridad Nacional estadounidense considera lo siguiente: "Estados Unidos -se lee- da la bienvenida al ascenso de una China estable, pacífica y próspera. Buscamos desarrollar una relación constructiva con China que de beneficios a los dos pueblos y promueva la seguridad y la prosperidad en Asia y alrededor del mundo. Buscamos la cooperación y compartir desafíos comunes como el cambio climático, la salud pública, el crecimiento económico y la desnuclearizacón de la península coreana. Aunque habrá competencia, señala el documento, rechazamos la inevitabilidad de la confrontación. Al mismo tiempo, administraremos la competencia desde una posición de fuerza insistiendo en que China respete las reglas y normas internacionales en rubros que van desde la seguridad marítima hasta el comercio y los derechos humanos. Monitorearemos de cerca la modernización militar de China y su expansión en Asia, buscando caminos para reducir el riesgo de malos entendidos o errores de cálculo". Todo esto es muy distinto de lo que Estados Unidos ha estado llevando a cabo en Europa y hacia las fronteras rusas.
Las nuevas generaciones no parecen haber oído hablar de la oscilación entre "el gran garrote y la zanahoria". Estados Unidos sabe escoger para dividir, como zanahoria para Cuba y garrote para Venezuela, o como una enloquecedora alternancia de zanahoria de hierro y garrote comestible con México. Lo que la Estrategia aludida indica no es que Estados Unidos tenga odio por Rusia y amor por China, sino que reserva para la primera el gran garrote y escoge para la segunda la zanahoria, para mantener el statu quo conseguido en Eurasia entre la ruptura sino-soviética de 1960 y la apertura de Deng Xiaoping en China en los '70 del siglo pasado. Ha funcionado bastante bien. Parecerá curioso, pero el Fu Chi se le hace a Moscú, no a Beijing.
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