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miércoles, 4 de febrero de 2015

MEXICO: POR QUE NO APLAUDEN

En distintos países de América Latina se ha planteado, de un tiempo a esta parte, la mejora de la función pública para luchar contra la sempiterna corrupción. Hasta ahora, en Brasil, la mandataria Dilma Rousseff no ha logrado ir muy lejos y Argentina se debate en algunas tramas oscuras. Bolivia, Ecuador y en parte Perú han tenido mejores resultados, al igual que Costa Rica, con añeja tradición de función pública que se había visto corroída por gobiernos recientes. En México, el presidente Enrique Peña Nieto reanimó la Secretaría de la Función Pública, aceptó ser investigado y la Secretaría en cuestión debería seguir varias recomendaciones para evitar los llamados "conflictos de intereses" -lo más parecido a formas de soborno desde la iniciativa privada y a "punciones" sobre ésta por parte de funcionarios públicos.
     No es ningún secreto que en países atrasados, con mercados internos estrechos, con permanentes desigualdades, pocos empiezan desde abajo y emprenden de verdad; es más "regia" la vía que consiste en incrustarse en el Estado para hacerse desde aquí de un "capital" o entrar a los negocios. Por otra parte, no existe la Inmaculada Iniciativa Privada, que tampoco empieza desde abajo, sino que garantiza privilegios -como lo hacen también las transnacionales- buscándose en el gobierno quien les sirva de Míster 10 per cent. Tal vez indagar en conflictos de intereses pueda limitar estas prácticas extendidas, pero por lo pronto no es lo más importante.
     Sucede, como lo informó el día 2 de febrero el periódico mexicano Excélsior, que los cambios fiscales del actual gobierno habrían permitido mantener el dinamismo de la inversión pública y los programas sociales y compensar la pérdida de ingresos de origen petrolero, que por lo demás no tienen en México la importancia de antaño. Curiosamente, se logró bastante poniendo impuestos a bebidas saborizadas y consumo de alimentos no básicos con alta densidad calórica. Si de un mayor impuesto a la chatarra que consumen muchos -clase media incluida- se obtienen ingresos para mantener algunas obligaciones del Estado (por mínimas que sean), habría que hacer un gran esfuerzo para verle el lado negativo.
     Por otra parte, al anunciar recortes en el gasto público, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, incluyó recortes en celulares y viáticos: ¿parece poco? Sucede que la costumbre, en las dependencias públicas mexicanas, es primero volver lo máximo deducible de impuestos (colegiaturas incluidas) y segundo coleccionar facturas -a cargo del erario- por comilonas ("de negocios"), viajes a lo que sea y a donde sea, y por concepto de larguísimas llamadas de teléfono (no muy de asuntos de trabajo), o por automóviles con chóferes que dejan a los niños en la escuela, o por secretarias que van a pagar los recibos de luz, agua y predial del funcionario (y a traerle los refrescos) y otros hábitos más que caen en el rubro de "servicios personales" -podrían estarlo en el de "abusos coloniales". Nadie que esté acostumbrado a sacarle todo al aparato gubernamental cargándole todos los costos (privados y personales, para hacer del salario en realidad una renta o una ganancia neta) aplaudirá, como no aplaudirán en las dependencias públicas acostumbradas a servicios, digamos, "a lo Petrobrás".
     Donde menos aplaudirán es en algunas universidades públicas donde, de arriba abajo, la costumbre es la de patear el pesebre o, como dice la expresión mexicana, "mamar y dar de topes" -ambas cosas extrañamente permitidas y hasta premiadas.

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