La visión que el presidente estadounidense, Barack Obama, tiene de su propio país, puede parecer un tanto extraña. En este país, según este mandatario, en vez de intereses hay "gente" y, más precisamente aún, "gente de clase media". Durante su reciente discurso -aplaudido a tambor batiente- sobre el estado de la Unión, en enero, Obama repitió una y otra vez la expresión "economía de clase media", y dijo incluso que el "veredicto" es: "la economía de clase media funciona". No está descartado. Sucede sin embargo que en Estados Unidos, la economía de Wall Street y la del complejo militar-industrial también funcionan, y funcionan muy bien. No son de clase media. Digamos que son de "clase mundial".
Obama constató que los salarios ahora en Estados Unidos aumentan, que la economía crece (al ritmo más rápido en una década), que genera empleo al ritmo más rápido desde 1999, que la industria está "desbordante", que hay más graduados que nunca y más personas con seguro médico. "La sombra de la crisis ha pasado", según Obama. Además, Estados Unidos redujo su déficit en dos tercios y es "el número uno en petróleo y gas". A Estados Unidos le va mejor que a Europa Occidental, Japón y el mundo avanzado en su conjunto. Falta bastante por hacer, pero la meta es clara: el 99 % de la población estadounidense no está lejos de la felicidad (ni del lenguaje de un mundo feliz, por cierto), quedando solo un 1 % de amargados (cifra superior a la de México, donde el 82 % de la gente se siente feliz, aunque no sepa bien así como feliz de qué, por qué o qué). Es la economía de clase media. Para redondear el asunto, Obama piensa gravar con un impuesto de 14 % los ahorros de transnacionales estadounidenses en el exterior, cosa de que los ricos se den cuenta de que la media es la economía de clase media.
La calidad no importa: ni del empleo, ni del crecimiento, ni del salario (según el tipo de contrato), ni de la industria (no queda claro cuál), ni de los graduados (ni se diga), ni de la atención médica, ni del "gas". En cantidad de lo que sea, Estados Unidos vuelve a demostrar que es el Número Uno. Fuera del Numero Uno, lo demás en el mundo es Numero Cero -como la "economía en ruinas" de Rusia, según Obama- que debe ser gestionado para que el 99 % de felices no se sienta amenazado.
Obama constató curiosamente que el 95 % del consumo mundial actual tiene lugar fuera de Estados Unidos, por lo que es una oportunidad para vender el modelo de la "economía de clase media". El presidente estadounidense, quien piensa además servir un menú de preferencias sexuales a toda la Unión, ha logrado algo que no está muy lejos de la Utopía y que tal vez quiera exportar a todo el planeta. Es una Gran Clase Media que disimula muy bien cuales son los grandes intereses que mueven a Estados Unidos y que han permanecido intocados, tal vez porque "bombean" de otras partes el monto de la prosperidad que tiene la Gran Potencia. En fin, que en adelante todo aquél que no participe de la Felicidad será, como acostumbrado, un resentido, un amargado, un perdedor, un malagradecido, un deprimido por reprimido, un conflictivo, un sentido muy, muy subido, un despistado, un paranoico, un tímido, un rarito, en fin, con un agravante de cuidado, el de estar en franca, muy franca minoría. .Ahí viene el herrenvolk con su felicidad por delante. La felicidad en Estados Unidos está como las ferias de descuentos, de locos.
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