Ni los portales cubanos hablan de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a pesar de que es en Cuba que tienen lugar negociaciones para lograr una paz duradera en Colombia. la misma Cuba, Noruega, Chile y Venezuela "apadrinan" este diálogo.
Como es costumbre en la izquierda, poco se dijo del motivo que llevó a las FARC a la mesa de negociaciones. No fue únicamente el hecho de que este grupo armado no rechazara negociar (no lo había hecho antes en Tlaxcala, en México, ni en el Caguán y la Uribe colombianos): esta vez, las FARC llegaron en buena medida a la mesa derrotadas -en gran medida lo están. Es un hecho ineludible que el Plan Colombia funcionó, al igual que la presidencia colombiana de Alvaro Uribe: entre 2008 y 2010 (una parte de este periodo le correspondió al nuevo presidente, Juan Manuel Santos), el grupo armado perdió a varias de sus cabezas (Jorge Briceño, alias "Mono Jojoy", Raul Reyes, Alfonso Cano) y a su máximo dirigente, Manuel Marulanda Vélez ("Tirofijo"). Desde antes, las FARC y el Partido Comunista Colombiano se habían distanciado (1991), a raíz de la desaparición de la Unión Soviética, y por lo demás el desprestigio funciona: hablar mal del terrorismo -o callar ante la existencia de los guerrilleros más antiguos del mundo, de origen liberal-comunista- es una marca de éxito tan notoria como García Márquez, un cuadro de Botero o la vida de Pablo -no precisamente el santo de la Biblia, sino el otro personaje que en Colombia y en otras partes incomoda mucho menos que una guerrilla de décadas o que un partidaria liberal de la paz como Piedad Córdoba. La vida familiar de Pablo es de mayor interés -y cuenta con mayores recursos.
Así, las FARC cayeron en manos de una iniciativa cubana, ambigua para variar: desarmar a las FARC, neutralizarlas, es un objetivo estadounidense, como parte del control de la "puerta de Sudamérica" -como extensión de Centroamérica-. Cuba decidió lo de siempre: después de haber acelerado los procesos armados en Colombia (aunque siempre contra las FARC), optó por congelarlos en el nombre de la "unidad latinoamericana"
La ignorancia es tal que no se sabe ni lo que se está negociando. No es fundamental que las FARC lleguen a tener alguna participación política: ningún grupo armado colombiano ha logrado pasar a la vida política formal con éxito. Las FARC tienen un origen rural y en este medio se han quedado, aunque con presencia geográficamente desigual. Lo llamativo es la insistencia del grupo armado en lograr lo más parecido a una Reforma Agraria (un Desarrollo Agrario Integral, tema de una de las mesas de negociaciones): se trata de crear un fondo de tierras, de garantizar la formalización de la propiedad rural (desde pequeña y mediana propiedad hasta cooperativas) y la jurisdicción agraria, de delimitar la frontera agrícola, de crear zonas de reserva campesina, de instalar infraestructura en el campo, etcétera, proyectos que en una situación como la de América Latina son curiosamente de cierta avanzada y que tocan al latifundismo, pieza clave de la oligarquía colombiana y de su tradicional cerrazón, desde el siglo XIX hasta la Violencia en los años '40. Las FARC no tienen ninguna posibilidad en un mundo urbano que las rechaza; sin embargo, conocen al dedillo un mundo rural donde queda por saber qué está dispuesto a conseguir o a ceder el presidente Juan Manuel Santos, tanto frente al latifundismo como frente a un grupo armado que aún debilitado -sobre todo ante una opinión pública amorfa y temerosa, considerada por una encuesta de Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) como de las más cínicas de la región- sabe donde le queda fuerza, la acumulada en décadas. Como sea, como no están en el poder, las FARC no son un tema que la izquierda latinoamericana -y sobre todo sus intelectuales- vayan a considerar, aunque no se trata ni siquiera de estar a favor o en contra, sino de tener alguna idea sobre qué se negocia en Cuba -no es la capitulación de nadie.
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