El modo en que el presidente estadounidense se ha referido recientemente a Cuba no es encantador. Barack Obama, el mandatario en cuestión, declaró hace poco: "volveremos a izar orgullosos nuestra bandera en La Habana". No está claro de entrada de qué debe Estados Unidos sentirse "orgulloso": si de los innumerables intentos de atentado contra Fidel Castro, si de la invasión mercenaria en Bahía de Cochinos (Playa Girón), si de las guerras bacteriológicas y otras contra la isla o de qué demás cosas por el estilo.
En realidad, Obama no pierde el rumbo ni la habilidad. "Por supuesto, declaró, nadie espera que Cuba cambie de la noche a la mañana, pero creo que la implicación americana, a través de nuestra embajada y nuestros negocios, es la mejor manera de avanzar en nuestros intereses y apoyar la democracia y los derechos humanos". Vaya lapsus: democracia y derechos humanos son parte de los negocios estadounidenses -o formas de mejorarlos y darles prioridad. "Nuestra embajada" quiere decir que Washington se reserva la posibilidad de armarle a Cuba una de esas "revoluciones de colores" de moda, aunque falló hace algún tiempo con las "damas de blanco". Lo más importante es que Estados Unidos ha entendido que puede conseguir mediante los negocios lo que no logró mediante la maniobra militar ni la política. Y para ésto, lo de los negocios, es un enigma si Cuba quiere resistir o se apresta a entregarse a la reconciliación, con bendición papal. Lo que es Obama, ya ha solicitado que a Cuba le sea levantado el embargo.
En cuanto a la candidata demócrata a la presidencia estadounidense, Hillary Clinton, partidaria también de levantar ese embargo, ahora promueve la salvación de la "Grecia del Caribe", llamada así por su deuda, no por su cultura: Puerto Rico está en quiebra. Clinton quiere que el Gobierno Federal haga "algo", si la isla puede tal vez acogerse a la ley estadounidense de Quiebras. Y es que, primero, en las elecciones primarias los puertorriqueños en la isla votan (lo han hecho abrumadoramente por M'a Clinton, como sucedió en 2008), y segundo, en las presidenciales votan los puertorriqueños residentes en Estados Unidos, con una presencia cada vez mayor en estados como Florida, "feudo" del republicano Jeb Bush y lugar considerado electoralmente decisivo. Cuba y Puerto Rico se han vuelto "asunto interno" de Estados Unidos de cara a las elecciones del año 2016. Puerto Rico ya lo era en gran medida, pero Cuba no tanto.
Estados Unidos ha vuelto a ganar en profundidad en el Caribe, Centroamérica, buena parte de Sudamérica y, cuando hace falta, el Papa puede hacer el resto (sobre todo en Ecuador y Bolivia) para neutralizar cualquier tentación radical y hacer volver al Señor a las ovejas descarriadas. Conquista latinoamericana no hay ninguna en todo éste hábil intento de Washington por comprarse la retaguardia con una "buena vecindad". Salvo que alguien se crea que América Latina, de tanto estar a la vanguardia, también tiene a un vecino de vanguardia en el norte y una Santa Sede también de vanguardia. Cierto, a este ritmo no quedará nadie en la retaguardia. A ésto se le llama simplemente salir corriendo.
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