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jueves, 3 de febrero de 2022

BUENO: TODOS LOCOS

 En principio, la histeria está definida con precisión, y por cierto que tiende a ser algo asociado con lo femenino y victoriano y decimonónico. El psicoanálisis se ocupó de ello. Difícilmente se entiende por qué Rusia pidió en tiempos recientes el cese de la histeria contra aquélla, siendo que se trata de un problema emocional. Una cosa es agredir de manera sistemática. Otra ponerse incluso a llorar en grande para hacer un reproche, llegando a los gritos. El hecho es que ahora se dirimen los problemas políticos por la vía psicoanalítica. Tal vez no falte quien salga con que Rusia está paranoica.

     Es curioso ver hasta qué punto el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha sido acusado por la oposición y sus "Pichucas los del muelle" (sus recaderos, según la expresión cantábrica recogida por el tabasqueño) de estar "fuera de la realidad", desde el comienzo del mandato. Golpeadores profesionales como el pseudoperiodista Héctor de Mauleón llegan a sugerir que el lópezobradorismo es "delirante" y "demencial". De ser todo lo anterior cierto, no es necesario tomarse la pena de debatir, suponiendo que se haga: López Obrador debiera ser decretado con "incapacidad mental" para gobernar, puesto que alguien demencial, que delira y se encuentra fuera de la realidad no puede gobernarse ni a sí mismo, que se sepa, y debe recibir de preferencia auxilio psiquiátrico. Desde hace tiempo que declarar "loco" a alguien es, como antaño lo era declarar "histérica" a una mujer, una manera grosera de terminar con toda argumentación y no tomarse siquiera la molestia de "replicar" lo que dice el otro. Se trata de un tipo de acusación más grave que el de las llamadas fake news o noticias falsas, o que el problema de la "postverdad".

     Lo decimos porque otras corrientes de pensamiento se han puesto a lo mismo. Recientemente, en el portal de Red Voltaire, Thierry Meyssan escribió lo siguiente ("La increíble sordera de Washington y Londres"): "Estados Unidos no razona en función de la realidad". Meyssan no explicó entonces en función de qué se mueve Estados Unidos, en particular en el caso ucraniano. Por su parte, la columnista del portal ruso Sputnik Mundo, Vicky Peláez, decidió: "Joe (sic) Biden y su Administración han perdido la conexión con la realidad". No está de más agregar que el mandatario estadounidense Donald Trump era acusado de vivir en una "realidad alternativa": se supone que en estos casos no puede distinguirse la ficción de la realidad. La capacidad "conservada" de evaluar la realidad objetiva se habría perdido. No está de más recordar que el discurso publicitario capitalista, que cala hasta en la academia, con tal de "captar el deseo" de cada uno, apela a su supuesta subjetividad (que no forzosamente es interioridad), antes que a la capacidad para ser objetivo, al grado de negar que ésto último sea posible. "Lo que nos afecta no es la realidad, sino el modo en que la interpretamos", es el lema de una psicología cognitivo-conductual que es menos inocente de lo que parece, puesto que suele empujar a interpretar en términos de conveniencia.

     Para un capitalista, la realidad es lo que se puede obtener de ganancia en tal o cual situación, para lo que la interpretación se hace justamente en términos de estricta conveniencia , es decir, de cálculo costo/beneficio. Se ha llegado a un punto en que las situaciones, guerras incluidas, no se "hacen", sino que se "gestionan", muy calculadamente, pudiendo llegar al llamado "caos organizado". En estas circunstancias, es posible pensar que el presidente estadounidense Joseph Biden ni siquiera está apostándole a la llamada "teoría del loco", como sugieren algunos (al estilo del presidente estadounidense Richard Nixon durante la guerra Vietnam, dar a creer que se está loco para negociar mejor). Basta oírlo: Biden habla del riesgo en Ucrania como de un asunto de negocios (no se entiende por lo demás por qué, por lo menos hasta hace poco, Rusia habla de sus enemigos a la vista como "socios"). Si Trump fue hecho a un lado, no es porque estuviera loco, sino porque no era tan funcional al "Estado profundo" como lo es Biden. Hasta aquí, queda para quien lo quiera hacer dedicarse a calcular y al mismo tiempo a declarar chiflado al otro. Como al parecer no son pocos, porque se dice de lado y lado, estaríamos no en el planeta Tierra, sino en un manicomio al aire abierto.

     Leídas las cosas de otra manera, no es de descartar que, después del paréntesis de Trump, Biden haya retomado la idea, si no de liquidar a Rusia, sí de debilitarla al máximo. En estas circunstancias, habría calculado desde hace algún tiempo una provocación en el Donbás para atribuírsela a Rusia y obligarla eventualmente a intervenir, no más allá del mismo Donbás. Prueba de lo anterior son no sólo los miles de soldados ucranianos que hacen "círculo" alrededor del Donbás, amenazándolo (sin que absolutamente nadie diga nada de este despliegue, que incluye a la Guardia nacional de Ucrania y totaliza unos 150 mil hombres, más que los que Rusia tiene cerca de Ucrania). A esta soldadesca que está en los límites de Donestk y Lugansk se suman las milicias neonazis (tampoco mayormente criticadas por nadie) de Sector Derecho y el Batallón Azov, además de mercenarios de la empresa Blackwater (rebautizada Academi). El Batallón Azov, convertido en grupo de fuerzas especiales y entrenado por Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), usa como insignia la de la división nazi SS Das Reich. Cero comentarios de los "demócratas liberales"o de la izquierda. Los combatientes de élite ucranianos no son una novedad: han estado siendo formados por los estadounidenses desde tiempos del presidente Barack Obama y el todo es coordinado por consejeros estadounidenses en el Ministerio de Defensa de Ucrania. La provocación se activará o no según los cálculos de costo/beneficio que hagan Biden, el "Estado profundo" y la OTAN.

     El Donbás es una región pequeña y nadie quiere ni apoderarse de toda Ucrania (salvo que termine entrando a la OTAN), ni una guerra nuclear, ni el fin del mundo. El propósito sería imponerle más sanciones a Rusia para debilitarla y quebrar su cohesión social interna, abriendo una mayor brecha entre la población y "gente del círculo del presidente Vladimir Putin" que tiene dinerales en el exterior, y que tal vez  no quiera verse afectada. Tampoco es que uno se abre al capitalismo sin consecuencias. Desde un punto de vista de clase, los estadounidensdes saben sobre qué calcular y en busca de qué resultados. Más allá de ésto, y de que el resultado de lo que ocurre sea incierto, porque hay una lucha de por medio, siempre se puede consultar a un tarotista. Tal vez sea más interesante que cantar a coro con los medios de comunicación de masas, sus expertos, especialistas y "analistas", que hablan como si ellos estuvieran en el cuarto de guerra (war room) y participan encima de la creencia de que "el mundo está loco, loco, loco". Si tanto les molesta el nazismo, ¿Por qué no sacan al Batallón Azov ( ver foto) de los alrededores del Donbás?¿Alguien lo va a pedir?




FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...