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domingo, 27 de febrero de 2022

FRANCIA EN VÍSPERAS ELECTORALES

 No lejos de las elecciones presidenciales, el candidato del Partido Comunista Francés (PCF), Fabien Roussel, ha logrado posicionarse de manera independiente y no a remolque del favorito de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, de La Francia Insumisa, el amigo majadero del progresismo latinoamericano.

     A Mélenchon le ha ocurrido lo que a casi toda la izquierda, sin excluir a muchos comunistas: agarrarse de la clase media dejando de lado a los trabajadores. No tiene mayor sentido agitar el fantasma de la derecha supuestamente "fascista" de Marine Le Pen: la parte de extranjeros hoy en la población francesa (6.4 %) es inferior a 1982. En este mismo sentido, no tiene mucho sentido llegar, como Mélenchon, a tomar partido incluso por el llamado "islam político" y sus versiones tan riesgosas como los Hermanos Musulmanes. Los socialistas y gente como el mismo Mélenchon se ocupan de todas las desigualdades, menos de las de clase social: de sexo, de color de piel, de edad, lo que caiga que tenga que ver en particular con minorías. Importa mucho más llevar y traer la "diversidad", a fin de cuentas asunto de consumo, que ocuparse de la precariedad laboral o la brecha de salarios. La izquierda ha derivado incluso hacia el llamado a la "buena voluntad" de los empresarios, en nombre de la "responsabilidad social". Así se termina creyendo a la vez en el matrimonio homosexual y la flexibilización del trabajo. A diferencia de las constataciones anteriores, hechas hace pocos años en el periódico francés de centro-derecha Le Monde, no pareciera tratarse tanto de un "aburguesamiento" de la izquierda cuanto de su carácter cada vez más clasemediero, todo bajo el pretexto de que la clase obrera vota de manera conservadora y no quiere hacerle la revolución al que habla en nombre de ésta, si aún queda la palabra "revolución", recuperada por el capitalismo. Se cree "pensar" en la sociedad apenas mediante sondeos para luego darle a la gente por su lado. Los Verdes tampoco aportan demasiado: están más interesados en su "canasta bio" que en los trabajadores.

     A Roussel le quedan algunos tics como el de hablar de "los días felices" -que para muchos fueron en realidad los de la presidencia de Francois Mitterrand en los años '80- o del "feminismo" en lugar de la emancipación de las mujeres. Sin embargo, como en otros sectores de la sociedad francesa, pese a diferencias programáticas (de Francois Asselineau a Florian Philippot), el PCF se está alejando del estilo "protectorado Demócrata". Se mantiene por ejemplo la defensa de la energía nuclear, algo entendible ante los enormes costos y ostensibles fracasos de las energías "limpias". Se recupera la necesidad de seguridad para la población ante el ascenso de la delincuencia y el hecho de que ni los jueces, ni el Estado, ni por cierto Mélenchon quieran defender el trabajo de la policía bajo el pretexto ACAB, para seguir el estilo Demócrata radical (All cops are bastards, "todos los policías son unos bastardos"). Estados Unidos ya dió la pauta adulterando el caso de George Floyd para granjearse a cierta gente. No es porque se trata con frecuencia de inmigrantes que sus actos de vandalismo se justifican hasta en la Justicia, como si se temiera a la opinión pública más que a la propia conciencia. Tampoco reivindicar la gastronomía francesa -quesos y vinos, por ejemplo- es un atentado "islamofóbico" porque los musulmanes no comen carne de puerco ni toman alcohol. El feminismo está furioso con Roussel porque no le encontró nada de especialmente malo al concurso Miss Francia. Así que nada de "política inclusiva", ni "escritura inclusiva" (Francia la ha rechazado), ni de remplazo de la carne por ensalada de quinoa, ni de gritos contra el hombre blanco patriarcal y heterosexual: es probable que éstos no sean temas de mayor interés para los trabajadores y buena parte de los sectores populares. Mélenchon podría explicar por lo demás cómo aterriza en mítines islamistas donde se grita "!muerte a los judíos!". El PCF ha preferido ser el partido "del sueldo y el empleo", y también de aumentar el impuesto a las grandes fortunas. Tampoco se trata de ser el partido del paro y la asistencia social, y el PCF no aprueba el salario universal. Si se trata en verdad de "las libertades y los derechos", el derecho al trabajo y al salario digno debería ser una prioridad.. Mélenchon puede seguir enredándose en problemas que no interesan mayormente. Por cierto, tratándose de verdadera buena voluntad, se han dado acercamientos interesantes entre por ejemplo Annie Lacroix-Riz, historiadora del Polo de Renacimiento Comunista, y la Unión Popular Republicana de Asselineau.

     Los socialistas se fueron a pique y juntando a sus varios candidatos, la izquierda no pasa del 25 % de los votos, quedando las cosas entre el actual presidente Emmanuel Macron, dispuesto a poner todo lo que esté de su parte para la destrucción de Francia, y la soberanista Le Pen.

     Si alguien quiere quinoa y tofu, Roussel está en su derecho de considerar que es una opción sosa, como es normal no querer al cuscús como platillo nacional. Hay cosas en las que no es fácil estar de acuerdo con Roussel, pero es de celebrar que distintos sectores del espectro político francés, a la izquierda como a la derecha, se estén alejando del estilo de protectorado Demócrata. Por importante que se haya vuelto porcentualmente, la clase media dista muchísimo de representar a toda la sociedad y no puede imponer tampoco la actitud antisocial como norma, designando lo normal como apenas "una opción entre otras". Queda este videoclip PCF (da click en el botón de reproducción).



LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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