Al parecer, los guardianes del Derecho son en México unos cuantos medios de comunicación masiva. Con el agravante de que resguardan un Derecho que desconocen. El asunto del hijo del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, José Ramón López Beltrán, debió haberse acabado pronto: no es funcionario público, y mucho menos en el actual gobierno. Lo dijo de inmediato, conociendo mejor de leyes que toda la jauría que se le echó encima. De acuerdo con la definición que recoge la Secretaría de la Función Pública mexicana, se entiende por conflicto de interés real (no aparente ni potencial) "cuando los intereses personales, familiares y de negocios del servidor público puedan afectar el desempeño imparcial de su empleo, cargo o comisión". Que se sepa, nadie estuvo interesado en investigar otra cosa, del orden privado, puesto que la jauría se lanzó contra el jefe de Estado mexicano. Desde el momento en que su hijo no trabaja para el gobierno, el caso estaba cerrado. Al parecer, ni Enrique Krauze ni su feudo de Letras Libres saben leer, lo que no deja de ser grave, puesto que se sumaron, con retuits y todo, a la jauría invocando el artículo 8 de la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, fracciones XI y XII, sin que López Beltrán sea servidor público. Dicho sea de paso, su esposa, Carolyn Adams, tampoco lo es, ni Keith Schilling, quien rentó la casona en las afueras de Houston , Texas donde residió la pareja por cerca de dos años. Como lo acaba de declarar, Adams, que no es servidora pública, mucho menos en el gobierno mexicano, no trabajó nunca para la empresa Baker&Hughes, contratista de Petróleos Mexicanos (Pemex). Schilling dejó de trabajar para esa empresa desde principios de 2020 y no tenía al estar en ella ninguna relación con México. La casona está presentada como si hubiera sido comprada, por lo demás, aunque fue rentada por Adams, sin ninguna relación, insistamos, con Baker&Hughes. La otra insinuación: siendo cabildera petrolera en México, Adams celebró en sus redes sociales que la empresa Shell ganara un contrato, y es a Shell que el gobierno mexicano le compró una refinería en Texas. Habría que pasar por una ruta muy simpática para sugerir que, luego de tener tratos con el gobierno mexicano, Shell se las ingenió para pasar por Baker&Hughes para premiar a Adams y López Beltrán con la renta de una casona en Houston. Lo peor es que tanto Schilling como Adams pueden probar que no se conocían, al menos que estén mintiendo, arriesgándose a algo serio en Estados Unidos. La nueva casa en la que vive la pareja es una casa hipotecada y a nombre de Adams, al igual que el automóvil de lujo de la pareja. El vehículo no fue comprado, sino que está siendo pagado. En el mejor de los casos, Loret no es ni por asomo periodista, en todo caso no de investigación, porque insinuó sin dar pruebas fehacientes de nada, ni conocer en lo más mínimo la ley, ni saber lo que es un servidor público.
El reportaje de Loret procedió por adulteración. El propósito del gobierno de López Obrador es ahorrar dinero evitando la corrupción en el gobierno para trasladar aquél a las ayudas sociales. Más allá de este ámbito preciso de la llamada "austeridad republicana", López Obrador trata con empresarios y ha reiterado que "no todo el que tiene es malo". López Beltrán, en este sentido, no está contraviniendo la prédica de su padre, ni es por cierto él el del dinero. No hay engaño: hace rato que el presidente mexicano declaró que "la señora tiene dinero". Ni engaño, ni contravención del credo lópezobradorista que está lejos de embestir contra "todo el que tiene". La presentación de Loret del caso fue sutil y tramposa. Si hay gente que con tal de seguir bebiendo está para aguardiente adulterado y alcohol de farmacia, adelante.
Después de haber esperado para lograr su estadía en Estados Unidos, López Beltrán entró a trabajar en la empresa KEI Partners, que es de los hijos del empresario de origen chihuahuense Daniel Chávez. Este, dueño del grupo Vidanta, dedicado entre otras cosas a la construcción de resorts de lujo, no es supervisor, sino asesor honorario del proyecto del Tren Maya. No es entonces funcionario público y no hay negocios del gobierno mexicano con él. López Beltrán, que no es funcionario público, no tiene más que una relación indirecta con Daniel Chávez -al trabajar con sus hijos, Erika Chávez e Iván Chávez- que tampoco es funcionario público, ni tiene contratos con el gobierno. No cobra nada. La Iniciativa Privada está excluida del financiamiento del Tren Maya. Por si alguien no se hubiera dado cuenta, López Beltrán trabaja en Estados Unidos. Que Expansión grite "hijo de AMLO metido en el Tren Maya" es una falsedad: otra vez confundir una correlación, fortuita o no, en todo caso asunto de la Iniciativa Privada, con alguna supuesta relación de causa a efecto. López Beltrán trabaja asesorando a KEI Partners en Estados Unidos.
Llegados hasta aquí, habría que hacer la suposición de que la jauría no sabe de leyes, las lee al pasar, no conoce de periodismno serio y otros asuntos relativos a la más crasa ignorancia, pueblerinamente solemne o adornada con alguna buena escritura. Cabe empero otra posibilidad. En tiempos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), era conocida la práctica de la policía judicial de sembrar supuestas pruebas para incriminar y extorsionar. López Obrador tiene razón al decir que ahora, a diferencia de otros tiempos, la intelectualidad y los medios no parecen inquietarse mayormente por su propia respetabilidad: ni siquiera se percatan de que aventar mierda con ventilador es correr el riesgo de verse salpicados, a la vista de la gente, suponiendo que estas camarillas lleguen más allá de sus amigotes y unos cuantos interesados en la más refinada mala fe y la grosería maliciosa. Ya no es sencillo creer en ciertas celebridades, sea por ignorantes, sea por soberbias (o por ambas cosas). No es seguro que sea la credibilidad de López Obrador la que se esté agotando. Tal vez sea la de quienes, al amparo de sus "firmas", no se comportan de manera muy distinta de los policías judiciales de antaño, cuya afición era fabricar culpables para extorsionar. Lástima: es venirse a enterar que la jauría responde a una facción lumpenizada de los acaudalados, que no son propiamente López Beltrán y Adams, aunque "la señora tiene dinero". Baste decir, sin apelar a ningún secreto, que rentó -nada más- una casa de un valor apenas inferior a la que Loret de Mola compró en Miami. Como sea, el supuesto de la camarilla en acción es que los mexicanos siguen como los describiera Azcárraga: "jodidos" y crédulos ante cualquier montaje. Cierto, no faltará el parásito de pueblo que jure haber nadado en la alberca de 23 metros de la casona, haber visto películas de ficheras en la sala de cine y a la señora Adams salir con otro distinto de López Beltrán. Pero tomar a la gente por idiota y verle la cara nunca ha traído paz en ningún lugar de América Latina, aunque se quiera hacer creer que es López Obrador quien está engañando. Es esa manera de proceder la que puede desembocar en la polarización que se le achaca al mandatario. Y a lo sumo habrá empate de fuerzas, sin el poder que se atribuye una oposición lumpen y que se perdió el respeto a sí misma, si alguna vez lo tuvo. Incluye al escritor Enrique Serna. Se acabó para muchas celebridades, y la función durará lo que las metidas de pata de López Obrador quieran. Por su desconocimiento de las leyes, la oposición está departiendo con el hampa. Los saludan López Beltrán y Adams (foto). Por lo demás, ¿hasta donde es válido exponer como lo hace Loret la vida privada de los demás, máxime si no son funcionarios públicos y no se trata por ende de un asunto del público, ni que le incumba? Es para quienes sólo ven los errores de López Obrador al destapar un sueldo que Loret no quiso aclarar. ¿Volvemos a incursionar en la vida de Loret o todavía no queda claro que no es él quien hace la ley? ¿Qué tan legal es exhibir la vida privada y datos particulares de gente ajena al servicio público? Es decir: ¿ lo que en López Obrador se da por delincuencia en Loret está perfectamente permitido? Es que parece que no se sale del hábito de “ marear el punto” para engañar.