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martes, 8 de febrero de 2022

MÉXICO: ASUNTOS DE FAMILIA

 La inmensa mayoría de los medios de comunicación ha mostrado un particular empeño en descalificar al presidente Andrés Manuel López Obrador como la persona con ética que es. Sorprendentemente, el ejercicio de esta ética, que pasa por hacer juicios de valor, es tomado como una afrenta e incluso como "insulto", sin que el mandatario haya insultado a nadie.

    Lo que se señala aquí es posible de mostrar con lo ocurrido con la periodista Carmen Aristegui, probablemente no exenta de prejuicios y de cierta fascinación por la fama, a juzgar por sus invitados lópezobradoristas, que ciertamente los ha tenido. En estos días, Aristegui cometió por lo menos un error, pero sumándose a una campaña de linchamiento, de las que son habituales en México. La periodista comparó los lujos con los que ha vivido en Estados Unidos José Ramón, hijo de López Obrador, con lo que fue el llamado escándalo de la "Casa Blanca" de Angélica Rivera, Primera Dama mexicana en tiempos del presidente Enrique Peña Nieto. En el caso de esta residencia, era parte de una construcción del grupo Higa, empresa que había ganado la licitación del tren México-Querétaro y obras en el estado de México cuando en éste fue gobernador Peña Nieto. El grupo Higa también había estado presente en la campaña presidencial de Peña Nieto. Higa tenía el registro de la propiedad de la "Casa Blanca". Dicho sea de paso, los Peña Nieto terminaron disculpándose, aunque el asunto le costó caro a Aristegui.

     En los hechos, Aristegui no ha sido víctima de nada -en los hechos, a diferencia del periodo de Peña Nieto- por sugerir que los lujos de José Ramón López Beltrán podían ser comparables al escándalo de la Casa Blanca. Si fue un error, pareciera haber sido motivado por el ánimo de encontrar otro escándalo, que es lo que ayuda al rating cuando se está en el sensacionalismo permanente, cosa que se nota por lo demás en el estilo y la voz de la periodista, que no siempre se detiene a pensar (no está de más hacer notar cierta celeridad que tiene en el habla). El problema es que López Beltrán no recibió nada del gobierno, ni siquira la mansión y el automóvil de lujo con los que vivió en Houston, Texas, Estados Unidos. Todo ha estado a nombre de Carolyn Adams, señora de López Beltrán y con experiencia de larga data en cabildeos en el sector petrolero, desde Dubai hasta México, con Petróleos Mexicanos (Pemex), desde 2016, es decir, antes de que empezara el sexenio actual (2018). No hay nada que involucre a José Ramón López Beltrán en nada, ningún "tráfico", o que explique algún beneficio para Adams por estar casada con el hijo del actual mandatario. Así fuera por error, Aristegui cayó en la calumnia, que es lo que le reprochó López Obrador. En este caso,decir que Aristeguí se comportó como calumniadora -juicio de valor- no era una opinión personal, ni subjetiva, sino el resultado de lo que había hecho o querido hacer la periodista.En estas circunstancias, difícilmente podía quejarse Aristegui de que se le quería destruir la reputación, cuando se había lanzado a hacerlo. En todo caso, le correspondía indagar más y mostrarlo a la audiencia, o disculparse. La agresión provino de Aristegui justamente por la calumnia, no de López Obrador por defenderse, puesto que a fin de cuentas el asunto iba dirigido a él. Fiel a su estilo, López Obrador fue más lejos, y consideró que Aristegui "engaña" y "simula". Pongamos que fue excesivo. Aristegui no tiene por qué sumarse al lópezobradorismo. Pero es igualmente cierto que el mandatario mexicano argumentó sus juicios de valor, al referirse a la gente que invita Aristegui a sus programas. Y es lamentable que se esté en un mundo en el que los juicios de valor se consideran "calificativos", y a partir de aquí, "insultos". Decir que Carmen Aristegui hace "reportajes calumniosos" no es perseguir a nadie: es valorar lo que fue un hecho innegable, empujado por lo demás por el delincuente Carlos Loret de Mola. Tampoco se trata de calificativo o de insulto, sino del hecho de que este pseudoperiodista comete fraude procesal, penado por la ley, sin que nadie lo incomode. Lo de "pseudoperiodista" responde a su proclividad a calumniar y a hundir a gente inocente con tal de salvar su pellejo. Se puede ir más lejos: Loret de Mola es cínico. Aristegui no, aunque sí creída.

     Lo curioso es que en cambio no se haya querido indagar demasiado públicamente en la corrupción de quien fuera consejero jurídico de la Presidencia con López Obrador, Julio Scherer Ibarra, al parecer protegido como su hermana por un apellido: se trata de hijos del sobrevalorado Julio Scherer García. Denunciar el caso de Scherer Ibarra le costó el puesto en el periódico El Heraldo a Hernán Gómez Bruera, sin que "el gremio" dijera nada, aunque lo cierto es que la Fiscalía General de la República (FGR) ya abrió una investigación contra el mismo Scherer Ibarra. Es de esperar que el asunto prospere, se aclare y sea llevado de acuerdo con la ley. Desde luego, López Obrador remplazó al hijo de Scherer García en la consejería jurídica. El hecho es que parece haber sido una de las clásicas metidas de pata de López Obrador la inclusión previa de Scherer Ibarra. El "gremio" mantiene el silencio, incluyendo la (cada vez peor) revista Proceso.

     Un juicio de valor puede hacerse sobre lo correcto o errado de algo, a partir justamente de valores. Supone una dimensión ética y una elección personal, la elección de los valores en cuestión: en este caso, considerar como contrario a la ética el lanzarse a calumniar. Si en cambio se cree que no hay posibilidad de objetividad en estos juicios y que se reducen a lo meramente subjetivo y personal (por lo que se toma el juicio por estigmatización o insulto), no queda efectivamente más que ponerse a la "conversación" para ver quién es el mejor "conversador", sin ofrecerle al público la posibilidad de discernir entre lo verdadero y lo falso, o, si se prefiere, entre lo acertado y lo erróneo. En este caso, el punto era el caso de José Ramón López Beltrán, no la democracia, el poder y la crítica. Es agotador el maniqueísmo de la "crítica" por la "crítica" y de la "crítica al poder" por principio de cuentas y disfrazada del bien, entre quienes no ven como erróneo pagar favores con servicios o desquitar el sueldo de la empresa como si fuera la "casa". Aquí se trata de una inagotable moral sin una pizca de ética. Aristegui tal vez creyó hacer un bien tratando de desatar un escándalo inexistente y sin la menor prueba de nada: creyó más en el rating que en la indagación de la verdad. Dicho sea de paso: por valiente que sea, o más bien atrevida (y no es lo mismo), no es una periodista independiente. La tan llevada y traída democracia se fortalecería más con la búsqueda de la verdad -que no tiene a López Obrador (foto) por principio, pero que le importa- que con la moral y las arremetidas a golpes. Los hechos indican que Aristegui sigue donde estaba sin ser molestada y que Scherer Ibarra está imputado por la Fiscalía.


 


    

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...