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domingo, 20 de febrero de 2022

SE ME OCURRE SANCIONAR A UCRANIA

En los problemas alrededor de Ucrania, la gente de a pié es la que menos importa. Es una pena porque en la misma Ucrania hay gente servicial, aunque abundan también los estafadores al cabo de décadas de penetración estadounidense, de tal forma que más de un ucraniano "agarró el modo". No es nada más que no se hayan cumplido los acuerdos de Minsk II. Después del Maidán en 2014, el presidente Piotr Poroshenko decidió en 2019 adoptar una ley de idioma que "ucrainiza" la vida pública, para consolidar en la medida de lo posible el ucraniano como idioma de Estado. Contra lo que podría pensarse, este tipo de disposiciones, aunque no absolutas, no afectan nada más a la población mayoritariamente rusoparlante del Donbás, al Este ucraniano, de la que costaría trabajo probar que es "étnicamente" rusa y no ucraniana. Sólo la mitad de los ucranianos habla ucraniano en casa, y el ruso es hablado por la mayoría de la población también en el sur de Ucrania (de Mariúpol hasta Odessa) y en importantes ciudades del centro-Este como Dniépropetrovsk (72 % habla ruso) y Járkov (74 %). Al parecer, al perseguir todo lo ruso los gobernantes ucranianos no parecen tener empacho en proscribir a la mitad del país. Desde luego que en la península de Crimea, la comunidad rusoparlante es abrumadora (97 %), incluso más que en el Donbás, donde el hecho de que se hable ruso no quiere decir que la población no sea ucraniana.

      Ponerse a los "orígenes ancestrales", de la Rus de Kíev en adelante, no tiene demasiado sentido. Antes de ser rusa, Crimea fue otomana. Los asuntos de "esencias" pueden reservarse a los neonazis del Oeste ucraniano, de los que con algo de mala voluntad debería decirse que sufren el mal del estatus de todos los que fueran parte del imperio austro-húngaro, desde los croatas y los checos hasta los polacos y parte de los mismos ucranianos. La anexión de Crimea a Rusia fue ilegal, por más que la casi totalidad de la población en este lugar sea rusoparlante. Al mismo tiempo, se trató de la consecuencia de otra ilegalidad resultante del Maidán, cuando fue depuesto por un golpe no muy blando el presidente ucraniano Viktor Yanúkovich. En rigor, Ucrania está en su derecho de recuperar las "repúblicas" de Donetsk y Lugansk, salvo que no tiene ningún sentido imponerles el ucraniano como idioma. Rusia, de intervenir en el Este de Ucrania, lo haría ilegalmente, y no sirve de argumento bastante que unos 600 mil habitantes del Donbás tengan pasaporte ruso. En todo caso, a la espera de lo que hace Rusia, parte de la población rusoparlante del Donbás ha estado refugiándose en Rusia, que en la ciudad de Rostov del Don está lista para recibir hasta cerca de un millón de refugiados. Al optar por los Acuerdos de Minsk II, el presidente ruso Vladimir Putin decidió hasta ahora respetar la soberanía territorial ucraniana, lo que no impide velar por los ciudadanos rusos del Donbás de la manera más eficaz posible. Una parte del equipo de Putin está consciente de que Occidente quiere que Rusia muerda el anzuelo e intervenga en el Donbás para imponerle entonces a aquélla las "sanciones del infierno".

     Ucrania nunca implementó los Acuerdos de Minsk II. De acuerdo con el último acto circense del actual presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, Ucrania debería estar lo más pronto posible en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). En principio, Ucrania puede aliarse con quien más le plazca y Rusia no tiene nada qué decir. La preocupación de Putin es que, una vez en la OTAN, Ucrania decida retomar Crimea, lo que enfrentaría directamente a la OTAN y Rusia, pero no se trata más que de una posibilidad, y probablemente remota. El otro asunto es que Ucrania pueda desplegar en su territorio armas ofensivas contra Rusia. De acuerdo con las leyes internacionales, existe lo que se llama la "indivisibilidad" de la seguridad, reconocida por Naciones Unidas, que implica lo siguiente: que ningún país o grupo de países puede reforzar su seguridad a expensas de otro, y una Ucrania en la OTAN representaría un riesgo para Crimea -que Zelenski ha hablado efectivamente de "retomar". Hay más: el mismo cómico (es la profesión de origen de Zelenski) habló en estos días de la posibilidad de revocar el Memorándum de Budapest de 1994, por el cual Ucrania renunció a tener armas nucleares en su territorio. Ucrania, no es difícil verlo, acumula las violaciones de cuanta ley se le pone enfrente, a diferencia de la cautela rusa, pese a lo ocurrido con Crimea. Es asunto de los ucranianos si se dejan estafar con un golpe como el del Maidán de 2014 y quieren creerse la versión oficial. Es un poco menos su asunto cuando glorifican la colaboración con el nazismo durante la última guerra mundial. Y ya es asunto de lo que se supone que es "la comunidad internacional" cuando llama a parlotear y no a cumplir con las leyes, los Acuerdos de Minsk, la indivisibilidad de las fronteras y el Memorándum de Budapest, es decir, cuando no se da cuenta de quién viola la ley y quién no y trata a "las partes" en un supuesto pié de igualdad. Así las cosas, las sanciones por lo de Crimea pudieron ser válidas. Ahora no está claro por qué en cambio Ucrania es recompensada con toda clase de ayuda -militar y financiera- por no cumplir la ley. Es Ucrania que podría poner en riesgo a Rusia, no a la inversa. Al parecer, la "comunidad internacional" no se atreve en lo más mínimo a sancionar las violaciones a la ley, salvo que se trate de Rusia.

     El asunto es tanto más lamentable cuanto que, ancestros aparte, las relaciones entre muchos ucranianos y los rusos distan de ser malas. En Rusia viven ni más ni menos que casi dos millones de ucranianos que no han sido molestados en lo más mínimo. La cifra se elevaría con los ucranianos que lleguen del Donbás. En esta medida, la disputa armada desde Occidente es artificial, incluso, hay que decirlo, para algunos ucranianos del Oeste que no comparten la rusofobia neonazi que se expone obscenamente por ejemplo en los concursos de Eurovisión. Hasta aquí, el presidente estadounidense Joseph Biden ha sido hábil: ha puesto a media Europa a correr de un lado a otro para parlotear, mientras que Estados Unidos no habla de parlotear sino de chantajear, y tiene a Putin encajonado y obligado a hacer demostraciones de fuerza. Para un imperio supuestamente en decadencia, no está mal.No se detendrá hasta que aparezca el costo de irse a meter en la madriguera del oso. Tal vez buena parte de los rusos no haya caído en cuenta que está tratando con un imperialismo. Ya está tocando a la puerta, y no de buena manera. Hay relación con la apertura desde hace años.

     Las habladurías sobre el supuesto maltrato soviético que se repiten incluso en el Este de Ucrania (lo hace más de uno en Lugansk, por ejemplo) están de más, al igual que la propaganda de origen nazi sobre el mal llamado "Holodomor". Es posible encontrar en Ucrania gente que, incluso habiendo tenido a padres deportados, no lamenta haber recibido la educación soviética ni haber salido adelante con ésta, a diferencia de oligarcas salidos de la nada y que arribaron al poder con chapucerías. El problema es que, con la desaparición de la Unión Soviética, Ucrania no ha conseguido un perfil propio y no faltan los "libertarios" que en nombre de antepasados cosacos -que fue lo que imperó entre los ucranianos en un pasado remoto- crean a pie juntillas que Estados Unidos les trae la libertad frente a la coerción rusa y la supuesta pobreza de la Federación Rusa, siendo que los ucranianos llegan a ser bastante despiadados con su propia gente en situación de pobreza, y en la lucha por el estatus y el dinero. Esta lucha es a morir en un país donde viven 30 mil estadounidenses. No es asunto de rivalidad entre pueblos, ni de uniones ancestrales: es cosa de lo mucho que puede hacer el capitalismo para que la gente se enemiste y se mate compitiendo entre sí mientras los estadounidenses comen su pop corn y se rigen por el sencillo "divide y vencerás". Lo que sí, Ucrania, o al menos sus gobernantes, no podrán quejarse si un día se amanecen con misiles rusos apuntándoles a la sien para que entiendan lo que es amar a Dios en tierra ajena. Salvo que haya incluso que irle a apuntar más de cerca al dueño del circo. No habrá por cierto ninguna Tercera Guerra Mundial, para quienes no encuentran como vencer su vacío existencial.

     Queda el asunto de que Biden tiene también en la mira a Alemania, para cortar hasta donde sea posible sus lazos con Rusia. Desde este punto de vista, la presencia de los Verdes en el gobierno alemán es una buena oportunidad, puesto que esta agrupación "ecológica" es la más atlantista de todas las formaciones europeas. La ministra de Política Exterior alemana es de los Verdes: Annalena Baerbock.

       Puede tener a gente deleznable en su equipo y estar medio senil, pero Biden no es tonto, hasta donde sabe calcular las posibles ganancias a obtener y las posibilidades de neutralizar competidores. Esto se mide no en función de si Biden es o no popular en Estados Unidos, sino si la súperpotencia puede seguir mediante medidas financieras transfiriéndole a otros el costo de las dificultades económicas, que son las que cuentan en el mundo de los negocios, muchísimo más que Ucrania, el Donbás, la misma Rusia o Europa. Lo demás -la estrategia de la tensión, en la que es experta la OTAN- es cosa del sensacionalismo de los medios de comunicación masiva. ¿A qué ganancias le está apostando Biden en todo este asunto, y hasta dónde los rusos están dispuestos para su seguridad a elevar los costos? Este es exactamente el tono a emplear con Estados Unidos (da click en el botón de reproducción):



FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...