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sábado, 27 de enero de 2024

DOS TESIS EQUIVOCADAS (I)

 Es frecuente que la izquierda, en casi todo su espectro (incluyendo a partidos comunistas), vea "fascismo" en el futuro y en algunas personalidades como Donald J. Trump, hoy ex mandatario estadounidense y a reserva de lo que suceda en las elecciones venideras de Estados Unidos. No está de más recordar que la izquierda también consideró "fascista" al presidente estadounidense George W. Bush, según lo oído decir a funcionarios de la embajada de Cuba en México, por ejemplo. En este asunto, hay coincidencia con lo que esparcen los grandes medios de comunicación masiva "globalistas", de Estados Unidos como de algunos países de Europa, aunque llegan más lejos, puesto que lo que sale de la "democracia sin adjetivos" (según la nombrara alguna vez el ensayista mexicano Enrique Krauze) arriesga a caer en el "populismo", el "autoritarismo", la "autocracia" o la "dictadura", cuando no en el "totalitarismo". A lo sumo, cabe la "democracia liberal", pero no mucho más.

       El fascismo y el nazismo (que a veces los soviéticos llamaron nazi-fascismo) tuvo lugar, descartando aquí a Japón , en dos países de Europa que se convirtieron tardíamente en Estados-nación: Italia y Alemania, en 1871, es decir, bastantes décadas después de que los países de América Latina obtuvieran su independencia, casi todos. Ambos países se volvieron capitalistas conservando al mismo tiempo fuertes influencias jerárquicas precapitalistas: la prusiana en Alemania y la de las aristocracias del sur y del norte italianas. Sin cambiar esta orientación jerárquica muy fuerte, no ajena a personalidades conocidas como "carismáticas" (Hitler o Mussolini), ambos países fueron apoyados por las democracias liberales occidentales, a sabiendas de que dichos regímenes no eran democráticos, pero por su papel de ariete contra el sovietismo, mostrado desde mediados de los años '20, por Hitler, por ejemplo (en su libro Mein Kampf, Mi lucha en español). Los grandes capitales de Occidente, en particular los anglosajones, se volcaron a ayudar al nazi-fascismo y a Hitler en particular, que no habría llegado muy lejos sin esa ayuda. Por lo que toca al Japón, en su paso al capitalismo desde la Era Meiji también conservó rasgos muy jerárquicos, de origen precapitalista. A diferencia de los tres países mencionados, las democracias liberales han sido más igualitarias, en particular Estados Unidos y Francia.

       Desde el punto de vista señalado, el fascismo o el nazismo, mezcla de modernización capitalista y de mando ultrajerárquico arcaico, fue tolerado e instrumentalizado por el imperialismo, pero el "fascismo" no es "lo que sigue al imperialismo", y tampoco "la respuesta capitalista a la crisis": a partir de los años 30, luego del crac bursátil de 1929, la crisis económica se desató con dureza en Estados Unidos, en particular, sin dar lugar a ningún "fascismo", sino más bien al New Deal (Nuevo Trato) de Franklin D. Roosevelt. Lo dicho no impidió que Gran Bretaña y Estados Unidos buscaran servirse del nazi-fascismo en Europa, aunque no en Japón: en Europa, puesto que se trataba de que alguien hiciera el "trabajo sucio" contra la Unión Soviética, pero no con Japón, simplemente porque no había "China peligrosa" antes de 1949. En la actualidad, no hay nada equivalente a la Unión Soviética en los años 20 o 30 del siglo pasado, ni siquiera tratándose de China, ni ejemplo a derribar, por lo que algún "fascismo" no tendría un enemigo como el de antaño. Pueden existir modalidades de "fascistización" larvadas, por algunos ingredientes, como la alianza entre la aristocracia financiera y el lumpen, pero no hay un arrastre de masas como el de Hitler o Mussolini. Una sociedad como la estadounidense en la que apareció Trump está muy dividida. Si acaso, hay restos en los neonazis ucranianos o formas de renacer en el Estado Islámico, en ambos casos bajo control y supervisión imperialistas, sobre todo de Estados Unidos. El fascismo, los neonazis o los terrorismos son la clase de "perros guardianes" que el imperialismo alimenta o saca de vez en cuando a pasear, y por cierto que no estaría de más recordar que fue Rusia la que liquidó al terrorismo en Siria y la que decidió enfrentar a los neonazis ucranianos. No se trata de nada generalizado, aunque no está de más recalcar que gran parte de Ucrania, a falta de unificación moderna, conservó por largo tiempo rasgos aristocratizantes, a los que sumó el lado lumpen, de la misma manera en que el Estado Islámico tiene los rasgos más retrógradas del islam (takfirismo, por ejemplo), Rasgos arcaicos y jerárquicos se encuentran también en las mafias, pero no dan en el "fascismo" de gran arrastre, ni siquiera cuando colaboran para deshacerse de líderes sociales.

      Dada su división, la sociedad estadounidense no da ni para "fascismo amigable" (friendly fascism). "Fascista" se ha vuelto una forma de etiquetar. En la izquierda, desafortunadamente, se abre la interrogante sobre algo que el escritor español Javier Cercas escribió en El impostor, novela histórica de hace algunos años: el que para ganarse aplausos y más se hacía pasar por sobreviviente de un campo de concentración nazi. Aunque no haya fascismo en frente, dárselas de "antifascista", sin ser forzosamente una impostura como la descrita por Cercas, es una forma de proceder como los medios de comunicación masiva, es decir, de hacer sensacionalismo y ponerse escatológico para colgarse una medalla de "héroe", si no para "trascender", entonces para algún beneficio o alguna ventaja de una "fama", o hasta para rating. 

      Recientemente, Ucrania derribó un avión ruso con 65 prisioneros ucranianos (para intercambio) a bordo (el día 24 de enero, lo que consta en la Web y en Youtube), lo que casi no fue divulgado por medios de comunicación. Un nazi-fascista no duda en inmolar a los suyos ni en autoinmolarse: lo hizo Hitler después de poner a adolescentes a combatir ante la inminente caída de Alemania, o lo hacían los kamikaze japoneses, porque para un nazi-fascista la vida no vale nada, como para el del Estado Islámico que cree que muerto irá a un paraíso lleno de mujeres. En lo más álgido de combates en Ucrania, Occidente se cuidó de mostrar cómo los ucranianos eran capaces de atacar una estación de tren con ucranianos (en Kramatorsk), o de usar escudos civiles de la propia población (como sucedió en Mariúpol), aprovechando para colgarle los muertos a Rusia. Pero que no llegue en ataúd un soldado estadounidense a suelo de Estados Unidos, porque el cadáver tiene precio, y de oro. Mientras Ucrania manda a miles a una muerte inútil, es decir, al sacrificio, un imperialista evita sacrificar algo de sí, dar de sí, aunque tiene en cambio un sentido del cálculo y de la ganancia que un nazi-fascista no (Hitler era bueno para los errores de cálculo y el ejército de Mussolini era el hazmerreír de los ejércitos europeos).

      Lo que está de hacerse notar, en todo caso, no es el abuso de la palabra "fascismo", sino que la izquierda, comunista incluída, coincida con The New York Times, noticias de Yahoo, El País, de España, Clarín de Argentina, Enrique Krauze en CNN (Cable News Network: "Donald Trump es un perfecto fascista"), y más. Hasta ahora, si se considera lo ocurrido con el presidente estadounidense Joseph Biden, de algún modo involucrado en dos conflictos (Ucrania y Gaza), Donald J. Trump ha sido el único presidente en décadas en no tener a Estados Unidos en guerra, el único en decir en West Point, la academia militar, que Estados Unidos no tiene por qué librar guerras lejos de su territorio, y en enfrentarse a lo que el canadiense Peter Dale Scott llamó en un libro el "Estado profundo" (Deep State). No es que Trump sea un héroe de nada, sino que, en los actos, el mandato que tuvo no correspondió a ningún "fascismo", ni siquiera por los hechos del Capitolio que, según lo demostró en su momento uno que otro portal (Zero Hedge), fue una provocación del "Estado profundo" contra partidarios de Trump. En fin, que la actual es una época de adulteración del significado del lenguaje sobre todo en aras del sensacionalismo y el rating (da click en el botón de reproducción).




FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...