Una de las banderas que ha tomado la oposición mexicana, incluyendo la mediática, es la de la inseguridad. Es un problema que, salvo en la Ciudad de México (los indicadores que dejó la ahora candidata Claudia Sheinbaum son muy claros, y no han sido refutados), no ha conseguido realmente aminorar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, aunque no quepa llegar a la intoxicación que manejan algunos, como la periodista Azucena Uresti. Uno de los factores a tomar en cuenta es que varias de las entidades federativas más inseguras están en manos...de la oposición, justamente, como ocurre con Guanajuato (el estado más riesgoso de México) o Chihuahua, además de Jalisco. No es una justificación para que no se haga nada en el estado de México o en Morelos. En cuanto a Colima, Zacatecas y Baja California, hay relación directa con el tráfico de droga. Tampoco excusa a los gobiernos oficialistas respectivos. En términos de víctimas en general, tres de los cinco estados más peligrosos están en manos de la oposición (Guanajuato, Chihuahua y Jalisco), dos de ellos en manos del partido Acción Nacional (PAN). En términos de homicidios, llama la atención lo que ocurre en la colindancia de la capital (en Morelos y en el estado de México, siendo el segundo una entidad muy poblada). Y en términos de homicidios dolosos, el gobierno no parece tener mitigado el problema del narcotráfico.
Hay una creencia que es errónea: a mayor pobreza, mayor delincuencia, lo que es estigmatizante (pobre=mayores probabilidades de delinquir). Más bien, como lo ha demostrado La Jornada, en México no faltan las grandes fortunas mal habidas. Si en dos cosas se puede criticar a López Obrador, es en la creencia de que la pobreza es caldo de cultivo de la delincuencia y en la alianza con magnates de riqueza dudosa. Los estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas no son los más inseguros del país, pese a su pobreza y problemas de incursión del narcotráfico. Lo mismo se puede demostrar para América Latina en su conjunto: Bolivia, por ejemplo, está lejos de ser un país rico, pero es de los más seguros de América Latina. En El Salvador, con el presidente Nayib Bukele no ha bajado significativamente la pobreza, pero es también de los más seguros de América Latina. La lista de inseguridad en América Latina y el Caribe tiene una explicación de causa a efecto, que incluye a México: el paso de cocaína hacia el mercado estadounidense, que hace de Jamaica un país aún más inseguro que Haití. Los homicidios se han vuelto el azote del Caribe. Curiosamente, dos de los países más desiguales de la región, Chile y Panamá, están a la cabeza de los más seguros. Si hay relación de causa a efecto entre tráfico de droga e inseguridad, gran parte del problema lo ha creado Estados Unidos, donde no se agarra nunca a nadie por andar de dealer. Hace algunos años, la revista mexicana Proceso publicó un mapa de la presencia del Cártel de Sinaloa en Estados Unidos: está un poco por doquier De lo poco que puede conseguirse, gracias a gestiones como las hechas en su momento por el canciller mexicano Marcelo Ebrard y recientemente por la canciller Alicia Bárcena, es que Estados Unidos, además, trate de no inundar América Latina de armas, incluyendo las de uso exclusivo para el ejército estadounidense.
Parte del problema, que sale también de la esfera de la pobreza, está en los medios: ya ha habido ocasión de decir que México está por cumplir cerca de 30 años a ritmo de banda sinaloense, y si se trata de Jamaica, lo que inició como reggae ha dado en el reguetón y distintas manifestaciones de hábitos lumpen, en el vestir, el pelo, los tatuajes, los aretes en hombres, etcétera. Este uso de aretes es propio de piratas; los tatuajes, de bajos fondos de marineros (hasta llegar a las pandillas o maras salvadoreñas); ciertas formas de vestir, de ghetto negro. Es como si cierto aire de "mala muerte" fuera significar que "se ha vivido" y que no se es nadie, sino que se tiene "experiencia curtida por la vida". Es la insinuación constante de la agresión latente, como la del chófer de taxi capitalino en México que circula con banda a todo volumen, o programas de radio que consisten en lo mismo: provocar, cuando no hablar de "pasar al acto". Es lo que ha remplazado la bravata del charro: la provocación que de distintas maneras se da licencia para no respetar al otro y significarle que, potencialmente, todo se vale.
No es que lo realmente deseable sea el oficialismo, en México, cuando lleva la provocación al Zócalo, con Grupo Firme, por ejemplo. ¿Creen Claudia Sheinbaum o Beatriz Gutiérrez Muller que, si "el pueblo" (en el que hay de todo) lo pide, hay que atascarlo de mal gusto y vulgaridad, como lo han hecho en el pasado Televisa o TV Azteca? La oposición no tiene mucho por ofrecer y, más allá de coqueteos con la delincuencia (como Santiago Taboada, de Acción Nacional, en la Ciudad de México y el llamado "cártel inmobiliario"), ya se ha metido en la pelea personalista al grado de dividirse: el PRD (Partido de la Revolución Democrática), notoriamente se va por cuenta propia en 25 diputaciones locales y siete presidencias municipales en Baja California; en Tlaxcala, el PAN y el PRI (Partido Revolucionario Institucional) lo dejaron fuera; en Querétaro, sólo en algunos ayuntamientos y distritos locales habrá coalición; en Tamaulipas también PAN y PRI dejaron fuera al PRD; en Tabasco, el PAN va solo; lo mismo hará el PRD en Yucatán, todo según lo señaló recientemente Excélsior. Cuando las cosas se descomponen, se dispersan o fragmentan. No es seguro que al oficialismo le venga bien no tener oposición, aunque tampoco hay debate verdadero, ni idea de Estado o nación, sino en Sheinbaum y Xóchitl Gálvez -cuyo vocabulario confunde lo popular con lo grosero- demagogia y mercadotecnia. Es así que sigue aflorando lo lumpen: y una reciente encuesta en México dió cuenta de que la gente empieza a quejarse más del deterioro de las relaciones con gente cercana que de la inseguridad. Lo esperable es que la lumpenización no se erradique, pese a que haya gente que salga de la pobreza o que se mejoren infraestructuras. Los negocios han ganado: cuatro décadas de advenedizos que, como lo muestra Ricardo Salinas Pliego (Grupo Azteca, salido de Imevisión) ni siquiera tienen gusto de verdaderos empresarios, sino de baja ralea, de obscenidad (como el programa del "Escorpión Dorado" al que fue a asomarse Sheinbaum). La droga no es sino parte de la descomposición y su escenificación por los medios. Es llevarse al pueblo "entre las patas". ¿Cuántos años más de estas bravuconadas? (da click en el botón de reproducción)