A pesar de no carecer de algunas ideas buenas, el gobierno de Gustavo Petro tampoco tiene realmente muchas. Los progresismos latinoamericanos se van volviendo pragmáticos y adaptándose, a costa de renunciar a toda herencia de izquierda. A Petro le queda demagogia, pero igual puede dar en el extravío total, dejando de lado que no le corresponde meterse a discutir con el presidente venezolano Nicolás Maduro, en un supuesto plan de "moderados" y "radicales", porque Venezuela no es muy radical que digamos, salvo cuando se trata de fabricar un "espantacocos" desde la derecha.
Recientemente, Petro salió con que hay que tener, como habría sido el caso de su organización guerrillera, el M-19 (Movimiento 19 de abril), "voluntad de poder". Nadie ha dicho que otros en la izquierda no la tuvieran. Como sea, Petro viene de una organización, no muy alejada de los intereses de Cuba, que contó con gente que se separó del comunismo y de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) con tal de buscar "más acción"; después de uno que otro asalto espectacular y otro más mal calculado, el M-19 fue rápidamente derrotado. Por lo demás, se reclamaba de un periodo no muy brillante de la historia colombiana, de Gustavo Rojas Pinilla, conservador y matón durante La Violencia, como se la conoció en Colombia, y la ANAPO (Alianza Nacional Popular). No ha sido raro oir de Cuba esa "voluntad de poder" para no ir a ningún lado, o desperdiciar gobiernos, siendo que gobierno y poder no son lo mismo. Tal vez Petro está confundido: no tiene el apoyo de buena parte de la población colombiana, carece de verdadera presencia nacional (es más regional, en un país fuertemente regionalizado), no tiene la menor teoría y tiene en contra, como todos los progresismos, a los medios de comunicación masiva, bastante concentrados (Caracol), y al aparato judicial. Petro no ha hecho nada contra Estados Unidos, que encuentra en Colombia su puerta de entrada a Sudamérica, ni contra el uribismo. Petro "a la vanguardia", como se creyó que lo estaba todo lo relacionado con Cuba, sin el menor análisis del fracaso guerrillero. Pese a que fueron derrotadas con el Plan Colombia y la apariencia de luchar contra el narco, las FARC lograron con los Acuerdos de Paz de 2016 algo importante para el agro colombiano, antes de que gran parte de la dirigencia fuera a disculparse casi de haber nacido. Si alguna vez fue con el M-19 "moderadamente fanático", fuera de la demagogia verbal Petro es "fanáticamente moderado". Se dedica a veces a decir cualquier cosa, del estilo "es que la izquierda nunca me ayudó": ¿cómo cree que llegó al gobierno?¿Por ser un "hombre libre", como dice ahora? Por ahora, no tan libre a la hora de deber cargos a los "amigos" al momento del reparto desde Bogotá, capital colombiana, para la administración o las regiones. Pocos progresistas logran salir de éste que sí es un poder, el del clientelismo. ¿Es el "hombre libre" que reparte entre amigos, tiene "voluntad de poder" y no compromisos con quienes lo llevaron al gobierno? He ahí el "libre albedrío" latinoamericano:: libertad para "lo que le dé la gana", reservándose el derecho de deshacerse de quienes lo sostuvieron. Es de señorito. Hasta ahora, fuera de uno que otro exabrupto verbal, no hay modo de saber a ciencia cierta qué hace Petro, salvo creer conservar un supuesto "poder", para ver "cuándo, cómo y dónde", mientras el supuesto "poder", el de estar "arriba", termina de ser un fin en sí mismo. En el límite, habría que saber hacer otra cosa que malquistarse con las FARC, americanizarse y tolerar la droga, lo propio del Centro Democrático de Álvaro Uribe, del modo de cerrar los ojos y de estarse en la inercia cuando todo es posible, pero nada está permitido. Si era para hacer capitalismo, como se lo propuso Petro, Rodolfo Hernández tal vez estaba mejor (da click en el botón de reproducción).