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martes, 3 de septiembre de 2024

THE SHOW MUST GO ON

 Parte del reality show que se salió de la pantalla a la calle consiste en el uso de aretes entre los hombres. Hasta los años '80, era casi imposible: apenas uno que otro muy extravagante tenía un aretito muy discreto en la oreja, y además se pintaba una línea debajo del ojo. Lo que hoy es algo común no es popular, ya que lo segundo correspondía por ejemplo al ya bastante antiguo mundo punk, otra cosa al igual que el de los darketos. El arete era cosa de mujeres, pero ahora es también de hombres, con alguna frecuencia, y sin que quede claro si quienes lo usan entienden lo que hacen.

       Para más señas, el arete o pendiente en una oreja o en las dos (más bien en una) era algo muy socorrido entre piratas, para quienes el "adorno" tenía que ver con superstición: una "protección" para no perder la vida en caso de batalla o de naufragio. Era en particular algo usado por quienes conseguían pasar el Cabo de Hornos. Lo que tan simpática moda significa hoy es que, aún sin buque, sin galeón al cual asaltar, sin mar, sin puerto amurallado ni nada parecido, alguien puede toparse con piratería en la calle de una gran urbe, como signo de "distinción": ¿soy pirata y qué? Después de todo, se promovieron hasta el cansancio los Piratas del Caribe. Al menos que algún despistado crea que es Johnny Depp. Al fin y al cabo, se vende mercancía "pirata" -como los CDs o DVDs "piratas"- y se "piratean" trabajos. El mundo es, en parte, de filibusteros, bucaneros y corsarios. Es "la hermandad de la costa". Otra promoción lumpen. Que no extrañe si además es gente cuyo comportamiento irrespetuoso implica estar "al abordaje".

      El otro tipo de arete es el que destaca en la nariz, sea de hombre o de mujer, y es simplemente costumbre de comunidad primitiva, es decir, signo de que cualquiera puede hacerle al Kirk y Douglas en "El túnel del tiempo", y aparecerse como si saliera de una tribu amazónica no contactada. Sin contar ocasionales aretes en otras partes del cuerpo. Así que todo concuerda, porque los piratas a veces la llevaban bien con alguna que otra tribu. Es al mismo tiempo cosa hippie y libertaria ("yo me visto como quiera: es mi derecho y mi libertad"). Parte de finales de los '60 fue ponerse a la antropología, descubrir "etnias" como símbolos de "autenticidad" y "armonía" y meterse a las "comunidades primitivas". Lo único que no queda claro es por qué esta gente "posmoderna" no lleva arco y flecha, si está mandando el mensaje de que "fluye" en la calle como cazadora o recolectora. Es cada vez mejor: la calle como en el siglo XVII, con gente lista "al abordaje" y otra que anda de cazadora o recolectora. Violencia latente, aunque los del arete digan que no provocan, y regreso al primitivismo, como parte del gusto libertario por los originarios. Para variar, nada que tenga que ver con atuendos de trabajo, sino de un estado rudimentario de vagancia con ocasionales "asaltos": por mar o en la selva, o sea que la calle es "todo un océano de posibilidades", como decía un viejo anuncio bancario, o la "jungla de asfalto" en la que tal vez uno sea adoptado como Mowgli. Al menos que no haya manera de darse cuenta del efecto de atragantarse de películas de Disney. Lo mejor es quien, sin mar, lleva el arete del pirata y el tatuaje del marinero, que alguna vez era el ancla. Incluso entre albañiles ha llegado lo que la tienda departamental Liverpool llama con toda claridad "la moda que rompe reglas". Usted no va a seguir reglas en la calle, sino a hacerla de hombre de negocios atendiendo sus ocupaciones por el "cel", a andar de basquetbolista con la playera sin mangas, a exhibir sus musculotes de gym, a jugar golf aunque sea con coladeras, de excursión con su mochila al hombro (nombre de un antiguo programa de viajes de Blanca Guerra en el 11), a lucir como pandillero, a sacar su "calzado" para la playa así llueva, a presumir en la sudadera todos los "colleges" en los que no estuvo, a dar a entender que no le alcanza para ropa pero sí para el "cel" (todo México es territorio Telcel), a dar a entender que le va al Barcelona o al América aunque no haya partido, a usar chongos en el pelo como si fuera miembro de Café Tacuba y pariente de Rubén  Albarrán, "al abordaje" o de cazador o recolector. Sin regla aparente, pero con moda de extravagante, provocando, sin que quede claro si es local o visitante (de California), si es de "clase" media o si el presupuesto no da (por lo que trae el pantalón de mezclilla medio roto, por si nunca falta un roto para un descosido) y hasta dónde va a llegar con su creencia de que "la calle le pertenece": la cosa es, sobre todo, nada de atuendo de trabajo, y cierta dosis "provo", o si acaso de "bo-bo" (burgués - bohemio), barba tirándole a rebeldía Daesh (Estado Islámico). Ah, y el toque del arete (da click en el botón de reproducción).



ES QUE NO HAY DE OTRA...

 Cuando se trata de técnica, más el día de hoy, resulta para muchos difícil no hacer de ella un fetiche, objeto de veneración: es por ello, ...