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viernes, 13 de septiembre de 2024

HAN ENTRADO EN LA CIUDAD

 El último anuncio de la tienda departamental mexicana Liverpool dice mucho: "la moda rompe reglas". No es tan nuevo: es más bien la última coincidencia entre el gran negocio y los libertarios. Es uno de los grandes servicios de la psicología y el psicoanálisis: derribar el "superyó" que reprime e impide ser libre y ejercer "derechos". Cualquiera, se entiende, es libre de seguir la moda y está "muy en su derecho" de hacerlo. Aunque no quede claro quién dicta la moda y para qué, salvo que haya quien crea que es simplemente cosa de "lo que la gente hace" o "lo que la gente quiere", a veces en nombre de un muy supuesto -y bastante cómodo- "todo el mundo". Es "lo que hay que tener" (the right stuff), para "estar a tono". No siempre es andar con la manada, sino estar en el posible reparto y en el temor a quedar fuera (what's in it for me?). Al mismo tiempo, "ponerse a la moda" tiene algo de mundano. La moda tiene hoy la capacidad de insinuar que da a cada quien la oportunidad de "ser sí mismo", "auténtico", hasta llegar al psicólogo que llama a "mimarse a uno mismo" y andar en el gran placer del Yo que se adora. El resultado es la moda que cada quien sigue individualmente, volviéndose parecido a otro. Si no fuera así, no hubiera moda. Con las reglas debiera ocurrir algo similar: que en vez de estar para romperlas, cada quien las interiorice individualmente y se sigan las mismas para todos, o casi. Las reglas, empero, no dan la impresión de libertad, sino con frecuencia de algo impuesto, más si se toma lo aprendido por impuesto: no es nada más cuestión del orden público, sino de la sociedad misma y lo que se entiende por barbarie. En más de un lugar, ya ha "entrado en la ciudad".

       El ser humano ha ido creando reglas para garantizar un mínimo de convivencia social y de lo que es "civilidad". Hay distintas clases de reglas. Ponerse a irlas rompiendo una tras otra para "adaptarse a la moda" da la impresión de "ser social", pero no lo es. La regla dice, por ejemplo, que los partidarios de tal o cual equipo de futbol pueden armar toda la fiesta que quieran para apoyar al mismo; la moda dicta que encima hay que ir a agarrarse a porrazos con los partidarios del otro equipo y empezar a salirse de todo límite, llegándose como mínimo a los golpes. No es tan nuevo, pero ponerlo de moda vuelve difícil convivir en un estadio -nunca fue tampoco del todo fácil- y llevar a la familia. La regla dicta no andarse con demasiados insultos en el partido (aunque los hay desde hace rato); la moda se vuelve incómoda cuando se trata casi de colarse como un jugador más destanteando al portero del equipo contrario con un sonoro "eeeeeh !puto!". Suena divertido, y no hay que enfadarse demasiado: el problema es que este grito festivo desquicia las reglas del juego, tanto como lanzarle un botellazo al abanderado. Ni siquiera es cuestión de juego limpio: es cuestión de si se permite o no que haya juego. Es lo mismo en la calle: la regla es un reglamento de tránsito, y cualquiera sabe lo que sucede cuando la "moda" es no respetarlo. Lo mismo en el espacio público, por lo que se inventaron lugares que dicen "favor de guardar silencio": no hay que estarse a gritos y sombrerazos en espacios públicos por respeto a la existencia de otros, pero ahora ya llegaron los que llevan audífonos en las orejas y no tienen inconveniente en deleitar al "público" con el sonoro rugir del cañón de cada uno en plan de "no me importa donde estoy", es decir, de invasión del espacio público por el privado. Es que "la moda" dicta tener esos audífonos por "confort", para, a fin de cuentas, decir lo que se quiera, cuando se quiera, como se quiera y donde se quiera. Así en uno que otro deporte, en el tránsito o en la calle o el supermercado: la moda dicta no respetar al equipo contrario, no hacer caso del reglamento de tránsito (menos si hay carrazo por presumir), no tomar en cuenta en un restaurante o en la calle que uno no está "como si fuera único y estuviera solo". La moda puede ser la banda sinaloense, pero la regla dicta no reventarle los oídos a otro en un taxi o en un conjunto habitacional. Así que así está la psicología no del desapego, sino del quererse a uno mismo al grado de "mimarse" y "darse placer": la "moda" dice que me de el gustito de traer la tambora a todo volumen así la regla diga que debe respetarse el espacio del otro. Pues no, lo privado debe ocupar el espacio público: las reglas no son más que algo que no se ha aprendido o que no importa transgredir. Más si la moda lo autoriza. Se entiende que, de generalizarse este tipo de conductas, se está en lo que no por nada se llama la "jungla de asfalto", no nada más porque ya no es un espacio público, sino tampoco uno social, en el sentido de que una sociedad requiere de reglas mínimas de convivencia y cooperación para sobrevivir. Incluso una sociedad de una banda de ladrones: se acaba si se empiezan a robar entre sí.

       Parece muy fácil confundirse y empezar a socavar reglas elementales, al grado de ya no verlas, y encima privilegiar libertades y derechos individuales. ¿No decía la primera ministra británica Margaret Thatcher que "no existe la sociedad, sólo los individuos y familias"? Los libertarios fácilmente ven lo "represivo" en la regla, más si es universal. Queda por saber si la moda es "espontánea", porque "a la gente le nace", o si no está mediada por grandes intereses, por ejemplo a través de la publicidad. Al rato, en la alianza y gracias al poder del dinero y el de psicólogos y psicoanalistas contra "lo que dice la sociedad" (ah, el "sistema"), la moda dicta (!sé espontáneo!!sé tú mismo!) que cada uno desconozca los límites o, si se los vuela, que no sepa de la manera de enmendar. Queda para más de uno lo que hace ya un rato el estudioso Christopher Lasch llamó "refugio en un mundo despiadado": la familia. Sin embargo, no está aislada de presiones del poder del dinero y de la seducción de la "libertad", y no es un lugar que pueda ser de encierro a cal y canto, tipo la Casa de Bernarda Alba. Si la moda se impone a las reglas en familia, no está excluido que se fracture y el refugio sean problemas. La familia fue antaño un lugar de aprendizaje de cómo estar en la sociedad, y con el refuerzo de la escuela, en declive; ahora puede ser el lugar para que cada uno crea que sus deseos son órdenes, pese a apariencias de cohesión. Es "la moda", sin ninguna sanción social, si no hay reglas. En realidad, la familia como lugar para la "captación del deseo" y para lo que ocurre cuando se hunde el barco: niños y mujeres primero. Salvados, si acaso, a costa...de lo que alguna vez la regla entendió por familia, lo contrario de una jaula de malcriados. La patología vuelta norma, y lo normal tomado por patología: cuando la moda rompe reglas, que al menos no sea moda de un asilo de alienados (da click en el botón de reproducción). 



ES QUE NO HAY DE OTRA...

 Cuando se trata de técnica, más el día de hoy, resulta para muchos difícil no hacer de ella un fetiche, objeto de veneración: es por ello, ...