La americanización de gran parte de América Latina no es tan nueva. Desde la segunda posguerra, en algunos países de Sudamérica, en particular Colombia, Ecuador y Perú, no era tan raro que se le pusiera a tal o cual "Jefferson", "Wilson", "Henry" o "William". El Ecuador tuvo su deportista Jefferson Pérez, el Perú su líder de izquierda Henry Pease, etcétera.. Notoriamente en la provincia de Manabí, en el Ecuador, se llegaba a excesos como los que ocurrieron luego en México -hace poco- y obligaron a ciertos registros civiles a pedir de los padres que se ahorraran dañar al vástago llamándolo "Terminator Sánchez" o "Twitter González". El problema manabita estalló porque uno que otro se llamaba "Hitler". Hasta hace algunos años, cabe recordarlo, era presidente del Ecuador Lenin Moreno, al que hubo que agregarle un acento en la "i", Lenín, además de que era Lenin Boltaire (Voltaire). Como sea, había nombres estadounidenses y John F. Kennedy llegó a ser ídolo de la "clase" media. México persistía en su herencia revolucionaria y en la proliferación de Franciscos, Josés, Guadalupes, Adelas, Valentinas y nombres en español, pese a que alguien como el presidente saliente actual, Andrés Manuel López Obrador, admirador de los tiempos del mandatario Adolfo López Mateos, y del estadounidense Franklin D. Roosevelt, no se percata de hasta qué punto el "bienestar" para todo (bancos del bienestar, universidades del bienestar, becas del bienestar) responden a mucha idealización del "Estado de Bienestar" (Welfare State) de la segunda posguerra.
Parte de la americanización está en los lugares más insospechados: el presidente venezolano, Nicolás Maduro, tiende a vestirse (eso sí, con los colores de la bandera) como beisbolista, y la cachucha de beisbol, que tanto quieren los estadounidenses, es popular en varios países de América Latina, tendiendo en México a remplazar el sombrero. Usa ese tipo de cachucha también el presidente nicaraguense Daniel Ortega, se ha dicho que para protegerse del sol, por motivos de salud, pero los empleados sandinistas no van a los mítines como el populacho venezolano, que parece confundirse con un partido entre Naranjeros y Tomateros. Es desde los '70 que también es popular el uso del zapato tenis, se entiende que en gran medida por la comodidad, aunque a veces haya cosas extravagantes como médicos atendiendo en consultorios o en hospitales, con tenis, incluso si aquéllos llevan uniforme o bata. Salvo excepciones, la idea de uniforme se va perdiendo, pero también la de formalidad en la vestimenta.
Algunas colonias de "clase" media en la Ciudad de México tienen a sus habitantes, los jóvenes, con algunas costumbres de apariencia rara, dejando de lado el uso de la barba, que no era para nada común en México, a diferencia del bigote, que distinguía de otros países (barba no tan infrecuente en países de lampiños indígenas, es decir, en gente acomodada del Ecuador, Guatemala o Bolivia, o para darse aires de "sapiencia" en el cono sur). La cosa en dichas colonias está en los jóvenes que salen a la calle -por ejemplo, a comprar en la tienda de conveniencia- en crocs o de plano en chanclas. Pareciera descuido, pero también signo de ocio: mostrar que igual se podría estar en la playa, lugar no exento de exhibiciones. Lo extravagante está en salir en chanclas cuando cae un aguacero: es el tipo de cosas que hacía en el siglo XIX el habitante de Río de Janeiro, en Brasil, al vestirse como inglés en el trópico. Salvo que haya algo de especial en que las gotas de lluvia entren por los agujeros de los crocs. La capital mexicana ni siquiera es ciudad costera, pero el asunto sigue. Así llueva, se sale con playera o, mejor aún, con camiseta de basquetbol, sin mangas, cuando en el pasado era más bien apreciado no insinuar los sobacos. El conjunto se adereza con bermudas, los llamados "pantalones de carga", o de golf: otra ostentación de alguna forma de tiempo de ocio. Nada más falta que salgan a la tienda con sus caddies. Parece como "negligencia" o desaliño, pero es "yo me doy el lujo de hacer lo que quiera" -propio de ricos- y encima de hacer de mi ocio motivo de ostentación: haz de cuenta que esto es la playa, un campo de golf o mi excursión privada (al rato está también la mochila en la espalda). Nada que tenga que ver con trabajo. El hombre de negocios "gestiona" y hace relaciones públicas, da órdenes todo el día en el corporativo, pero el resto del tiempo, fuera del teléfono móvil, está de jogging, de ciclista de montaña y de picnic en el bosque, jugando al golf o en la playa. No importa que en la Ciudad de México no haya playa, que en la alcaldía Benito Juárez no haya campos de golf, que en la calle no se esté de excursión mochilera, etcétera. La contraparte es el pandillero que tampoco es muy nacional, sino copia de Los Ángeles, seguramente porque más vale imitar al negro que ser prieto: pantalones cortos holgados, un poco por debajo de la rodilla, estilo home boy, y cachucha de visera recta y al revés. También en el ocio, al menos hasta que haya un "jale". La vestimenta no tiene que ver con el trabajo, como se ha dicho, sino con la ostentación de distintas modalidades de ociosidad (incluida la de "andar de vago") y "tiempo libre" (para turismo, excursiones, ciertos deportes, etcétera). Antes se decía, no ahora:: "no andes de ocioso", o "la ociosidad es la madre de todos los vicios". Ahora es "la clase ociosa" como signo de estatus. Desde finales del siglo XIX hubo autores que notaron este cambio en la "versión" del capitalista, que dejó de ser el austero de antes.
Pasada cierta oleada de nombres estadounidenses visiblemente parte del libre comercio o de lo que el escritor Carlos Fuentes llamaba desde los '80 para México "la primera generación de chicanos nacidos de este lado" (Elena Poniatowska había hecho notar cuántas cosas estaban en inglés en la capital mexicana en los 80, antes del Tratado de Libre Comercio de 1994), se propagaron dos cosas: tú no eres amigo de Carlos, sino de "mi buen Charlie", ni de Beatriz sino de Betty, y tu prima Angélica es Angie, de la misma manera en que el hijo del presidente es Andy y a "tus" presidentes favoritos les llamas Bill o Joe. No tienes tus neuronas configuradas en español, así que dices "doctor, tú crees que...", lo que quiere decir que estás hablando con you (tú o usted). De remate, te pones al trato nice, cool, light, nada serio (todo es muy entretenido), usas el estilo my friend o hablas con un bro (brother), pero, como en una playa de Miami, luego de sonreírles a todos y decir que estás "excelente", "fabuloso" o que te sientes realmente "terrífico", eres el primero en ser absolutamente indiferente si alguien se está ahogando en la misma playa: no es tu asunto, no vacacionas para meterte en problemas y que se le ponga una demanda legal a quien corresponda si no hay un salvavidas (life saver) en el lugar. Para todo tu suspicious mind: algo habrá hecho para estarse ahogando. Eso es todo, amigos (da click en el botón de reproducción).