Hay hechos -hoy comprobados por investigaciones de archivos, por parte de estudiosos desde estadounidenses hasta rusos, como Valentin Katasonov- que quienes oponen "democracia" a "totalitarismo" no conocen o tal vez prefieren obviar. En vísperas del ascenso de Hitler al poder, en 1933, buena parte de la industria y de la banca alemana (incluyendo al Deutsche Bank, el Dresdner Bank, el Donat Bank y otros) estaban bajo control estadounidense. Era el caso incluso de Volkswagen, orgullo alemán pero en manos de Ford, como lo era de refinerías de petróleo y de proceso de licuefacción de carbón (en manos de Standard Oil), de la química Farbenindustrie AG (del grupo Morgan), del 40 % de la telefonía (para la ITT) o de las industrias eléctricas AEG, Siemens y Osram (controladas por General Electric). Así, las cosas, el jefe del Reichsbank y futuro ministro de Economía de Hitler, Hjalmar Schacht, fue a Estados Unidos en 1930 para tratar de la anuencia para Hitler con "colegas estadounidenses", personalidades de las finanzas que aprobaron al futuro líder nazi. En 1932, Schacht -arquitecto del Estado de Bienestar alemán- convenció a los banqueros alemanes de que Hitler era el mejor candidato a canciller.
No quiere decir que Estados Unidos haya sido nazi, ni siquiera por las semejanzas entre el Estado de Bienestar alemán y el de Franklin D. Roosevelt en Estados Unidos, que tenían a los mismos amigos. El problema siguió siendo al final de la guerra, en los juicios de Nuremberg, el de la fundamental culpabilidad alemana. Lo que es Schacht, salió de Nuremberg indemne y se dedicó a los negocios, lo suyo, por lo visto.
El filósofo alemán Karl Jaspers se preguntó alguna vez, al reflexionar sobre esa culpabilidad, si los pueblos pueden ser vistos y juzgados colectivamente en función de los gobiernos que aceptan. Si un pueblo es gobernado por criminales, no puede evadir su responsabilidad, resume Ian Buruma en The wages of guilt. El problema no era con un loco que hipnotizaba a incautos. Según Jaspers, quien estudió las falsas reacciones del pueblo alemán a los juicios de Nuremberg ("siempre hubo guerras...", "los vencedores siempre se aprovechan y dictan 'sus'leyes", etcétera...), es innegable que el poder y la fuerza forman parte de los asuntos humanos, pero no son absolutos. "Hacerlos absolutos -escribió Jaspers- es remover todos los vínculos fiables entre los seres humanos". Así, los alemanes siguieron explicando los juicios de Nuremberg como asunto de poder, no de responsabilidad.
Tal vez cuando el poder y la fuerza (la dominación) se han apoderado de todo no se está lejos de algún proceso peligroso; Mijaíl Romm lo insinuó en su filme Fascismo corriente. Más del 80 % de la población estadounidense o no ha salido nunca de su país, o no tiene ni remota idea del mundo exterior: es el porcentaje mínimo de convencidos de la superioridad estadounidense mientras se recibe tributo de buena parte del planeta del que no se quiere saber nada. Es el "poder" de un país "excepcional" y "único indispensable" que ha convencido además a medio mundo (y no solo en EU) de que "tenerlo", tener este poder, hasta en lo más íntimo y afectivo, es lo mejor, aunque sea con un mínimo de estatus, para ver por encima del hombro a cualquier "ex semejante" (puesto que todo es "ex" en el mundo actual). En Estados Unidos está la guerra de los have y los have not, quienes, insistamos, no son semejantes: se les puede imponer, someter, defraudar, guerrear y prácticas similares, hasta en los detalles más cotidianos (reducidos a decirle hey stupid a cualquiera en la calle) y además, en prácticas tumultuarias, puesto que es "lo que todo el mundo hace" y ninguno quiere ser ninguno, quedándose atrás. Se agrede sin culpa, sin mayor responsabilidad, con buen amparo en el anonimato y tal vez mañana se haga evadiendo toda consecuencia. Bah. Que pague Putin, que para éso lo designamos como perdedor y líder de los have not..
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martes, 26 de mayo de 2015
UN JAPON QUE NO SUPO NADA
Hiroshima y Nagasaki fueron el terrible símbolo del inicio de la era atómica, y estas ciudades japonesas quedaron castigadas cuando Japón ya se había rendido. Al mismo tiempo, cundió la creencia de que se habían tomado represalias contra un pueblo inocente. En realidad, no lo era tanto: en esas ciudades, como en otras del archipiélago, había lugares de concentración de chinos y coreanos esclavizados, y desde Hiroshima solían partir destacamentos militares a combatir en el continente, donde el ejército de Tokio cometió numerosas atrocidades (como las de Nanking), por cierto que nunca enumeradas en las listas de crímenes "totalitarios". Hiroshima y Nagasaki cambiaron la historia: de repente, los japoneses eran víctimas inocentes. Algo pasaba, ya que McArthur llegó a preguntarse si los japoneses no eran en el fondo un pueblo completamente infantilizado. Todo esta polémica está recogida en el libro de Ian Buruma, The wages of guilt.
El 7 de diciembre de 1988, en pleno aniversario de Pearl Harbor, al alcalde de Nagasaki, Motoshima Itoshi, se le preguntó si consideraba a Hirohito responsable de la guerra . El alcalde contestó: "creo que el emperador carga con responsabilidad por la guerra". Llovieron las amenazas y los pedidos de "castigo divino" para este alcalde. El emperador falleció el 7 de enero de 1989. El alcalde fue baleado el 18 de enero de ese mismo año, por un grupo de extrema derecha, y aquél sobrevivió de milagro. Se había atrevido a plantear el problema de la culpabilidad japonesa.
Los japoneses prefirieron en masa el estilo de la telenovela Oshin, una madre abnegada y pacifista que no sabe en realidad muy bien en qué andan su esposo y los hijos. Después de todo, y ya que nadie pareció ver a los esclavos chinos y coreanos, para el japonés de la "casita rural"(el ambiente de furusato), el equivalente del Heimat alemán, la guerra fue un asunto que no tenía lugar en Japón, sino "afuera y lejos", lo que no importaba mientras no fuera perturbada la paz de esa madre abnegada. Tal pareciera que lo único que golpeó seriamente la conciencia japonesa -los militares nipones nunca mostraron tenerla por hechos como los de Nanking- fue la ocupación estadounidense de Okinawa.
La figura del emperador no podia ser tocada porque muchos alegaron que es parte de las tradiciones locales, y por ende de la cultura japonesa. Así, como lo muestra Buruma, es como se termina en la creencia de que discrepar o ser crítico ante la propia nación es tanto como traicionar una cultura: el disenso es algo "no japonés". El victimismo, la sacralidad de la figura imperial y sobre todo la cultura sirvieron para que Japón no asumiera responsabilidades por lo acontecido en la última guerra mundial y para que el japonés promedio, eso sí más proestadounidense que muchos estadounidenses, evadiera cualquier criterio propio, todo mientras la guerra era algo que ocurría "en otra parte" -aunque el nipón se había beneficiado de la belicosidad de Tokio desde finales del siglo XIX. No es por nada que esta lectura de Buruma está recomendada entre las reflexiones de Morris Berman en su blog Dark Ages America. Sí, America.
El 7 de diciembre de 1988, en pleno aniversario de Pearl Harbor, al alcalde de Nagasaki, Motoshima Itoshi, se le preguntó si consideraba a Hirohito responsable de la guerra . El alcalde contestó: "creo que el emperador carga con responsabilidad por la guerra". Llovieron las amenazas y los pedidos de "castigo divino" para este alcalde. El emperador falleció el 7 de enero de 1989. El alcalde fue baleado el 18 de enero de ese mismo año, por un grupo de extrema derecha, y aquél sobrevivió de milagro. Se había atrevido a plantear el problema de la culpabilidad japonesa.
Los japoneses prefirieron en masa el estilo de la telenovela Oshin, una madre abnegada y pacifista que no sabe en realidad muy bien en qué andan su esposo y los hijos. Después de todo, y ya que nadie pareció ver a los esclavos chinos y coreanos, para el japonés de la "casita rural"(el ambiente de furusato), el equivalente del Heimat alemán, la guerra fue un asunto que no tenía lugar en Japón, sino "afuera y lejos", lo que no importaba mientras no fuera perturbada la paz de esa madre abnegada. Tal pareciera que lo único que golpeó seriamente la conciencia japonesa -los militares nipones nunca mostraron tenerla por hechos como los de Nanking- fue la ocupación estadounidense de Okinawa.
La figura del emperador no podia ser tocada porque muchos alegaron que es parte de las tradiciones locales, y por ende de la cultura japonesa. Así, como lo muestra Buruma, es como se termina en la creencia de que discrepar o ser crítico ante la propia nación es tanto como traicionar una cultura: el disenso es algo "no japonés". El victimismo, la sacralidad de la figura imperial y sobre todo la cultura sirvieron para que Japón no asumiera responsabilidades por lo acontecido en la última guerra mundial y para que el japonés promedio, eso sí más proestadounidense que muchos estadounidenses, evadiera cualquier criterio propio, todo mientras la guerra era algo que ocurría "en otra parte" -aunque el nipón se había beneficiado de la belicosidad de Tokio desde finales del siglo XIX. No es por nada que esta lectura de Buruma está recomendada entre las reflexiones de Morris Berman en su blog Dark Ages America. Sí, America.
lunes, 25 de mayo de 2015
DE COMO ALEMANIA TUVO CIERTA AMNESIA...
Algo extraño le sucedió a la República Federal Alemana (RFA) después de la segunda Guerra Mundial: siendo parte de la Alemania derrotada, se encontró en realidad del lado de los vencedores e incluso de los "aliados" (contra el "asiático soviético"), por lo que no tuvo que hacer demasiado para desnazificarse a fondo. Era preferible dejar este asunto del Tercer Reich en el "enigma" de lo que puede suceder con "la naturaleza humana" (la Escuela de Frankfurt le inventó encima una culpa a una Ilustración ausente en el nazi-fascismo), y hacerse ante los judíos el afectado o el muy consternado, en un ritual extraño, de betroffenheit.
El escritor alemán Heinrich Boll, católico, autor de El pan de los años mozos, entre otros libros, lo había visto desde la casi inmediata posguerra, cuando la prioridad en la RFA no fue pagar por el nazismo, sino reconstruirla a todo vapor para convertirla en vitrina de prosperidad. Se acabó muy rápido la "quiebra", el "hundimiento", un estado de colapso (Zusammenbruch) que tal vez hubiera invitado a detenerse a reflexionar: según Boll, para 1960 la RFA era ya asunto de "consumidores. Somos una nación de consumidores, decía este escritor (...), lo único importante es que todo -desde las camisetas hasta el conformismo- está a la venta". Apareció un nazismo "para el consumo". Y apareció también la incapacidad para el duelo, para apenarse por lo ocurrido antes, en la carrera hacia la prosperidad, que lo fue también a la amnesia. Había nacido el 20 de junio de 1948 el líder de Europa, el marco alemán, bajo un lema de Ludwig Erhard, convertido por los anglosajones en Director Económico de la zona de ocupación británico-estadounidense. ¿El lema de Erhard? "Prosperidad para todos" (Wohlstand fur Alle).
Ian Buruma ha mostrado en un libro muy detallado (The wages of guilt, recomendado por Morris Berman en su blog, y no por mera curiosidad por el pasado) el muy ambiguo manejo de la memoria en Alemania y Japón después de la última guerra mundial. El día en que Philipp Jenninger, un político alemán demócrata-cristiano, se asomó con un discurso "pesado" sobre el nazismo (era 1988), la reacción siguió siendo extraña y Jenninger a la larga tuvo que irse a pasar un tiempo en Viena. En fragmentos que recoge Buruma, Jenninger había dicho simplemente que muchos alemanes sí sabían qué sucedía durante el nazismo, y que sabían de la existencia de lugares de deportación y asesinatos en masa (Himmler los reconocía públicamente al mandar a ejecutar sin remordimientos ante las "pilas de cadáveres"). Jenninger afirmó que muchos alemanes fueron seducidos por el nazismo y que todos conocían las leyes raciales de Nuremberg. Era público que al judío debía tratársele como vermin, una plaga, y después de todo, el Tercer Reich daba trabajo y creaba prosperidad, la suficiente para hacerse de la vista gorda y pensar ante el sufrimiento ajeno: "no es nuestro problema". Según Jenninger, muchos alemanes escogieron tranquilamente la indiferencia- cuando no se habían vuelto criminales.
Jenninger pidió esa vez dejar de negar estos hechos y establecer una verdad histórica. Los delegados del partido Verde -considerado de izquierda- en el Bundestag se salieron de la sala. Luego lo hizo el 40 % del partido Social-Demócrata, y al día siguiente la prensa alemana se fue contra Jenninger. Más de 50 miembros del Parlamento, saliendo del recinto, lograron aquel día no darse por enterados de que el nazismo fue un fenómeno de masa y no el asunto de un loco suelto, him. Si el colectivo había servido alguna vez para sacar beneficio y luego para esquivar la responsabilidad, a la larga, en medio de la prosperidad, debía servir también para alegar inocencia y seguir rehuyendo el criterio propio y las consecuencias de los actos. Como resultado, las masas alemanas que se beneficiaron del Tercer Reich en el que participaron no tuvieron nada que ver -solo obedecían o no sabían nada- cuando se cambió el pasado por una entrada igualmente colectiva a lo que Boll llamó la "hipocresía burguesa"
El escritor alemán Heinrich Boll, católico, autor de El pan de los años mozos, entre otros libros, lo había visto desde la casi inmediata posguerra, cuando la prioridad en la RFA no fue pagar por el nazismo, sino reconstruirla a todo vapor para convertirla en vitrina de prosperidad. Se acabó muy rápido la "quiebra", el "hundimiento", un estado de colapso (Zusammenbruch) que tal vez hubiera invitado a detenerse a reflexionar: según Boll, para 1960 la RFA era ya asunto de "consumidores. Somos una nación de consumidores, decía este escritor (...), lo único importante es que todo -desde las camisetas hasta el conformismo- está a la venta". Apareció un nazismo "para el consumo". Y apareció también la incapacidad para el duelo, para apenarse por lo ocurrido antes, en la carrera hacia la prosperidad, que lo fue también a la amnesia. Había nacido el 20 de junio de 1948 el líder de Europa, el marco alemán, bajo un lema de Ludwig Erhard, convertido por los anglosajones en Director Económico de la zona de ocupación británico-estadounidense. ¿El lema de Erhard? "Prosperidad para todos" (Wohlstand fur Alle).
Ian Buruma ha mostrado en un libro muy detallado (The wages of guilt, recomendado por Morris Berman en su blog, y no por mera curiosidad por el pasado) el muy ambiguo manejo de la memoria en Alemania y Japón después de la última guerra mundial. El día en que Philipp Jenninger, un político alemán demócrata-cristiano, se asomó con un discurso "pesado" sobre el nazismo (era 1988), la reacción siguió siendo extraña y Jenninger a la larga tuvo que irse a pasar un tiempo en Viena. En fragmentos que recoge Buruma, Jenninger había dicho simplemente que muchos alemanes sí sabían qué sucedía durante el nazismo, y que sabían de la existencia de lugares de deportación y asesinatos en masa (Himmler los reconocía públicamente al mandar a ejecutar sin remordimientos ante las "pilas de cadáveres"). Jenninger afirmó que muchos alemanes fueron seducidos por el nazismo y que todos conocían las leyes raciales de Nuremberg. Era público que al judío debía tratársele como vermin, una plaga, y después de todo, el Tercer Reich daba trabajo y creaba prosperidad, la suficiente para hacerse de la vista gorda y pensar ante el sufrimiento ajeno: "no es nuestro problema". Según Jenninger, muchos alemanes escogieron tranquilamente la indiferencia- cuando no se habían vuelto criminales.
Jenninger pidió esa vez dejar de negar estos hechos y establecer una verdad histórica. Los delegados del partido Verde -considerado de izquierda- en el Bundestag se salieron de la sala. Luego lo hizo el 40 % del partido Social-Demócrata, y al día siguiente la prensa alemana se fue contra Jenninger. Más de 50 miembros del Parlamento, saliendo del recinto, lograron aquel día no darse por enterados de que el nazismo fue un fenómeno de masa y no el asunto de un loco suelto, him. Si el colectivo había servido alguna vez para sacar beneficio y luego para esquivar la responsabilidad, a la larga, en medio de la prosperidad, debía servir también para alegar inocencia y seguir rehuyendo el criterio propio y las consecuencias de los actos. Como resultado, las masas alemanas que se beneficiaron del Tercer Reich en el que participaron no tuvieron nada que ver -solo obedecían o no sabían nada- cuando se cambió el pasado por una entrada igualmente colectiva a lo que Boll llamó la "hipocresía burguesa"
miércoles, 20 de mayo de 2015
EU-AMERICA LATINA: LA GRAN FAMILIA, HOY (LET IT BE)
Da gusto ver a una parte de la izquierda metida a reivindicar la familia. Desde luego, es el tipo de familia donde por uno u otro motivo todos son seres de excepción, desde la Gran Madre que Todo lo ha Soportado hasta el padre, mejor conocido como "el que paga", pasando por hijos, nietos y por cuanta parentela quiera aparecerse a la comida de los domingos. La familia ha tomado el lugar de lo que antaño era asunto de clase y ahora lo que distingue -lo que hace la diferencia- es "la familia con clase", punto de partida de relaciones igualmente conocidas como "redes". Ha llegado incluso la hora de las grandes genealogías revolucionarias, y las hay reales y supuestas.
Poco parece importar que en Estados Unidos y en América Latina esta vuelta a la familia no sea ajena al llamado "neoliberalismo", que niega la sociedad y la participación efectiva en la "cosa pública". Es preferible la familia, "cosa nuestra" -exhibida por lo demás en redes como "nuestra cosa". La Constitución chilena de 1980 consagró gracias al ultraconservador Jaime Guzmán -en plena destrucción de las solidaridades- que la familia es el núcleo de la sociedad. Una película como Un día especial, de Ettore Scola, realizada en 1977, muestra la importancia avasalladora de la familia en Italia durante los años '30. La familia ha llegado a ser el principio de la gran corporativización: es la familia revolucionaria o tal o cual "gran familia nacional". Lo mejor del capitalismo estadounidense es haberse inventado la familia "cazadora y recolectora" (de fondos), la familia-grupo de presión.
Convertida en empresa no para la sociedad, sino contra ella, es decir, convertida en medio de competencia por el estatus contra la familia del vecino, la pequeña familia de Big Mother -con un muy little father-, que lo subsidia todo desde la cocina ("cocinando" a todo el mundo), y que además, como la niña de Milanés, no pide nada a cambio de lo que da (éso parece), es la plataforma de otras familias: la familia femenina, la familia india, la familia gay, la familia lesbiana, la familia afro, la familia "étnica", la familia religiosa (lista para el gran choque "civilizatorio"), la familia izquierdista y otras tantas agrupaciones que con un trato muy familiar se "familiarizan" -en competencia por los fondos- con los recursos del Estado para apropiárselos devolviendo lo mínimo. Que se joda Engels, el orden no es de la familia al Estado, pasando por la propiedad privada, sino al revés (al Estado por asalto, desde la familia como forma superior del derecho de propietario), porque la primera está por encima del segundo. Da gusto ver a las familias instaladas en la sociedad civil para reclamar -como en toda buena familia actual- todos sus derechos con el mínimo de obligaciones, salvo las del señor que los domingos sale en el album como "el que paga". Da gusto ver tantas empresas familiares de izquierda prosperar con un "nombre", sacar "la casta", apelar al "linaje" y jugar así la renta hereditaria contra el mérito, todo en nombre de la "excepción", porque cada Gran Madre es el principio de una gran excepción que se merece todas las libertades. Si ayer se entusiasmaron con Big Brother, mañana seguramente terminen en brazos de Mother Hillary (Mother Hillary comes to me /speaking words of wisdom..), si se da el caso de que esta gane. Si no, es la dinastía texana. Vaya opciones.
Poco parece importar que en Estados Unidos y en América Latina esta vuelta a la familia no sea ajena al llamado "neoliberalismo", que niega la sociedad y la participación efectiva en la "cosa pública". Es preferible la familia, "cosa nuestra" -exhibida por lo demás en redes como "nuestra cosa". La Constitución chilena de 1980 consagró gracias al ultraconservador Jaime Guzmán -en plena destrucción de las solidaridades- que la familia es el núcleo de la sociedad. Una película como Un día especial, de Ettore Scola, realizada en 1977, muestra la importancia avasalladora de la familia en Italia durante los años '30. La familia ha llegado a ser el principio de la gran corporativización: es la familia revolucionaria o tal o cual "gran familia nacional". Lo mejor del capitalismo estadounidense es haberse inventado la familia "cazadora y recolectora" (de fondos), la familia-grupo de presión.
Convertida en empresa no para la sociedad, sino contra ella, es decir, convertida en medio de competencia por el estatus contra la familia del vecino, la pequeña familia de Big Mother -con un muy little father-, que lo subsidia todo desde la cocina ("cocinando" a todo el mundo), y que además, como la niña de Milanés, no pide nada a cambio de lo que da (éso parece), es la plataforma de otras familias: la familia femenina, la familia india, la familia gay, la familia lesbiana, la familia afro, la familia "étnica", la familia religiosa (lista para el gran choque "civilizatorio"), la familia izquierdista y otras tantas agrupaciones que con un trato muy familiar se "familiarizan" -en competencia por los fondos- con los recursos del Estado para apropiárselos devolviendo lo mínimo. Que se joda Engels, el orden no es de la familia al Estado, pasando por la propiedad privada, sino al revés (al Estado por asalto, desde la familia como forma superior del derecho de propietario), porque la primera está por encima del segundo. Da gusto ver a las familias instaladas en la sociedad civil para reclamar -como en toda buena familia actual- todos sus derechos con el mínimo de obligaciones, salvo las del señor que los domingos sale en el album como "el que paga". Da gusto ver tantas empresas familiares de izquierda prosperar con un "nombre", sacar "la casta", apelar al "linaje" y jugar así la renta hereditaria contra el mérito, todo en nombre de la "excepción", porque cada Gran Madre es el principio de una gran excepción que se merece todas las libertades. Si ayer se entusiasmaron con Big Brother, mañana seguramente terminen en brazos de Mother Hillary (Mother Hillary comes to me /speaking words of wisdom..), si se da el caso de que esta gane. Si no, es la dinastía texana. Vaya opciones.
lunes, 18 de mayo de 2015
AMERICA LATINA: EL ESTADO DE BIENESTAR REVOLUCIONARIO
El "Estado de Bienestar" al que aspira volver una parte de la izquierda -como Morena, el Movimiento de Regeneración Nacional mexicano- no existió nunca. Esta nostalgia de lo que nunca hubo es deseo de buena conciencia, el poder tomar del Estado -como gorrón o chupóptero- asegurando cierta redistribución caritativa para los peones, para "todos y todas", sin criterio ninguno.
El "Estado de Bienestar", salvo en lo que hubo de "autonomía relativa" -sobre todo en países como Francia y en algún momento en Italia, además de México en la periferia- ciertamente tuvo que ceder ante conquistas obreras (como las del Frente Popular francés de 1936). Sin embargo, la función principal de ese Estado fue la de subsidiar de mil maneras al capital privado, desde los grandes países metropolitanos hasta las periferias corporativizadas. Este subsidio le aseguró a ese capital no tener que gastar en inversiones de muy largo plazo, como las educativas o las de infraestructura, con ganancias no garantizadas en el corto plazo. Ni siquiera en México -el país más y mejor institucionalizado de América Latina, por décadas- fue muy distinto, por lo que nunca existió la superación de la pobreza entre importantes segmentos de la población.
En "nuestros" capitalismos "de compadres", a cambio de ser subsidiado, el capital privado tuvo que dar parte de lo suyo, la posibilidad -para el funcionario público, de la cultura a la diplomacia- de enriquecerse no desde abajo, sino desde arriba, con el conecte, la palanca, la influencia, la recomendación, el contacto (por éso siempre "estamos en contacto"), las relaciones y otras linduras del supuesto "bienestar", lejos del mérito y la profesión que corresponden a la pequeña "clase" asalariada del Estado. En América Latina no hay tal "asalariado de Estado" profesionalizado en el sector público, sino la "renta del Estado" -conversión de un salario en una renta alta- que permite al amante de lo ajeno ir haciéndose -gracias al presupuesto y al ingenio propio- un próspero hombre de negocios. El "Estado de Bienestar" fue para muchos la respuesta a la siguiente interrogante: si se subsidia a la empresa privada, ¿por qué no se subsidiaría a mi familia (incluida la escuela, el chófer, las vacaciones, las comidas, las secretarias, etcétera...), que al fin y al cabo es casi como una empresa privada más y tiene sus derechos, incluso revolucionarios? Desde el aparato cultural y político cubano (aunque sin riquezas demasiado escandalosas) hasta la práctica de la "piñata" revolucionaria en Nicaragua, pasando por el "la revolución me hizo justicia" mexicano, resultó que todos -los mismos que criticaban los "errores soviéticos"- debían tener el derecho a pegarse de la gran ubre para hacerse de algún negocio o negocito propio y darle la espalda al mismo Estado del que habían agarrado lo máximo, siempre en plan gorrón y chupóptero.
No queda claro si ciertas invitaciones de izquierda son las mismas que hicieron algunos cuando, por ejemplo, en Chile en 1970 triunfó Salvador Allende: "ahora nos toca a nosotros". Los discursos sobre el "bienestar para todos" (y es de suponer, para todas, también), o de "seguridad y justicia para todos", no sirven para nada -son demagogia- y por momentos parecen incluso un soborno al pobre para que cargue desde el victimismo con las ambiciones del que tuvo la ocurrencia de enriquecerse o en todo caso de hacerse de un estatus por la izquierda, porque por la derecha la oligarquía y el capital extranjero tenían cerrado el camino. Ese "Estado de Bienestar" terminó en un "mejor reparto del pastel" -muy, muy relativo, salvo en cierta medida en Cuba- para quienes tuvieran el ingenio de saber "moverse" con todas las variantes del estatus, la piel, la familia, la posición social o lo que fuera, por el estilo. Con todo, no era necesario utilizar al pueblo -que creía a veces en otras posibilidades- para colarse en la fiesta del subsidio al interés privado.
El "Estado de Bienestar", salvo en lo que hubo de "autonomía relativa" -sobre todo en países como Francia y en algún momento en Italia, además de México en la periferia- ciertamente tuvo que ceder ante conquistas obreras (como las del Frente Popular francés de 1936). Sin embargo, la función principal de ese Estado fue la de subsidiar de mil maneras al capital privado, desde los grandes países metropolitanos hasta las periferias corporativizadas. Este subsidio le aseguró a ese capital no tener que gastar en inversiones de muy largo plazo, como las educativas o las de infraestructura, con ganancias no garantizadas en el corto plazo. Ni siquiera en México -el país más y mejor institucionalizado de América Latina, por décadas- fue muy distinto, por lo que nunca existió la superación de la pobreza entre importantes segmentos de la población.
En "nuestros" capitalismos "de compadres", a cambio de ser subsidiado, el capital privado tuvo que dar parte de lo suyo, la posibilidad -para el funcionario público, de la cultura a la diplomacia- de enriquecerse no desde abajo, sino desde arriba, con el conecte, la palanca, la influencia, la recomendación, el contacto (por éso siempre "estamos en contacto"), las relaciones y otras linduras del supuesto "bienestar", lejos del mérito y la profesión que corresponden a la pequeña "clase" asalariada del Estado. En América Latina no hay tal "asalariado de Estado" profesionalizado en el sector público, sino la "renta del Estado" -conversión de un salario en una renta alta- que permite al amante de lo ajeno ir haciéndose -gracias al presupuesto y al ingenio propio- un próspero hombre de negocios. El "Estado de Bienestar" fue para muchos la respuesta a la siguiente interrogante: si se subsidia a la empresa privada, ¿por qué no se subsidiaría a mi familia (incluida la escuela, el chófer, las vacaciones, las comidas, las secretarias, etcétera...), que al fin y al cabo es casi como una empresa privada más y tiene sus derechos, incluso revolucionarios? Desde el aparato cultural y político cubano (aunque sin riquezas demasiado escandalosas) hasta la práctica de la "piñata" revolucionaria en Nicaragua, pasando por el "la revolución me hizo justicia" mexicano, resultó que todos -los mismos que criticaban los "errores soviéticos"- debían tener el derecho a pegarse de la gran ubre para hacerse de algún negocio o negocito propio y darle la espalda al mismo Estado del que habían agarrado lo máximo, siempre en plan gorrón y chupóptero.
No queda claro si ciertas invitaciones de izquierda son las mismas que hicieron algunos cuando, por ejemplo, en Chile en 1970 triunfó Salvador Allende: "ahora nos toca a nosotros". Los discursos sobre el "bienestar para todos" (y es de suponer, para todas, también), o de "seguridad y justicia para todos", no sirven para nada -son demagogia- y por momentos parecen incluso un soborno al pobre para que cargue desde el victimismo con las ambiciones del que tuvo la ocurrencia de enriquecerse o en todo caso de hacerse de un estatus por la izquierda, porque por la derecha la oligarquía y el capital extranjero tenían cerrado el camino. Ese "Estado de Bienestar" terminó en un "mejor reparto del pastel" -muy, muy relativo, salvo en cierta medida en Cuba- para quienes tuvieran el ingenio de saber "moverse" con todas las variantes del estatus, la piel, la familia, la posición social o lo que fuera, por el estilo. Con todo, no era necesario utilizar al pueblo -que creía a veces en otras posibilidades- para colarse en la fiesta del subsidio al interés privado.
domingo, 17 de mayo de 2015
IZQUIERDA LATINOAMERICANA: ¿DESDE DONDE RESISTIO?
Hubo una época en que la izquierda latinoamericana solía ser antiimperialista, y con razón. Ahora ya no es así: los tiempos han cambiado y los hijos de esa misma izquierda tienen una "agenda" muy similar a la que instaló un imperio astuto.
El anticapitalismo, en cambio, nunca fue del todo claro. Si lo hubo, lo que no es evidente es que haya sido anticapitalismo desde la creencia en una forma superior de vida, menos inhumana. En buena parte de la izquierda latinoamericana, como entre los criollos gobernantes, la "resistencia" anticapitalista consistió en realidad en reivindicar un "ser" con usos y costumbres más próximos del feudalismo -de la Colonia- que de cualquier otra cosa. Así, esta izquierda, en nombre del rechazo al capitalismo, rechazó igualmente los valores de la modernidad y de la auténtica democracia. Siempre en nombre de esos usos y costumbres, la izquierda terminó con una gran retórica moral y sentimental y con prácticas que desde la modernidad pueden ser catalogadas como corruptas: amiguismos, nepotismos, clientelas, favoritismos contrarios a todo mérito, tráficos de favores, ociosidad, falta de trabajo, de disciplina y de creatividad, incapacidad para el diálogo y las alianzas, todos éstos fueron rasgos de la izquierda criolla latinoamericana, que hasta la fecha cree que el pueblo "está a la disposición" para la maniobra de turno. Como el pueblo -a la larga, una entelequia- no es idiota, muchos no tardaron en reconocer la brecha entre el discurso y la práctica.
El anticapitalismo no se reivindicaba desde el futuro, sino desde un difuso pasado, el de oligarquías supuestamente esplendorosas. Por su origen social, muchos izquierdistas tenían más en común con aspiraciones oligárquicas -así fueran de una oligarquía en larga decadencia- que con el anhelo popular de una vida más justa e igualitaria. Buena parte de la izquierda latinoamericana siempre desconoció la igualdad y prefirió la jerarquía, creyéndose por lo demás "excepcional". En el camino se quedaron los peones de esta gran hacienda del futuro.
La Revolución Cubana, pese a sus logros, confundió también las cosas, puesto que aparecía a la vanguardia. Resultó así que estaban a la vanguardia -más allá incluso del socialismo clásico o del "realmente existente"- quienes al mismo tiempo tenían las más añejas prácticas oligárquicas y se creian por lo mismo que el mundo debe moverse por las armas y la fe. No se le desearía a esta izquierda señorial ningún mal si no fuera porque lo suyo fue la soberbia y el menosprecio de todo aquél que fuera percibido apenas como "peón de la causa".
El anticapitalismo, en cambio, nunca fue del todo claro. Si lo hubo, lo que no es evidente es que haya sido anticapitalismo desde la creencia en una forma superior de vida, menos inhumana. En buena parte de la izquierda latinoamericana, como entre los criollos gobernantes, la "resistencia" anticapitalista consistió en realidad en reivindicar un "ser" con usos y costumbres más próximos del feudalismo -de la Colonia- que de cualquier otra cosa. Así, esta izquierda, en nombre del rechazo al capitalismo, rechazó igualmente los valores de la modernidad y de la auténtica democracia. Siempre en nombre de esos usos y costumbres, la izquierda terminó con una gran retórica moral y sentimental y con prácticas que desde la modernidad pueden ser catalogadas como corruptas: amiguismos, nepotismos, clientelas, favoritismos contrarios a todo mérito, tráficos de favores, ociosidad, falta de trabajo, de disciplina y de creatividad, incapacidad para el diálogo y las alianzas, todos éstos fueron rasgos de la izquierda criolla latinoamericana, que hasta la fecha cree que el pueblo "está a la disposición" para la maniobra de turno. Como el pueblo -a la larga, una entelequia- no es idiota, muchos no tardaron en reconocer la brecha entre el discurso y la práctica.
El anticapitalismo no se reivindicaba desde el futuro, sino desde un difuso pasado, el de oligarquías supuestamente esplendorosas. Por su origen social, muchos izquierdistas tenían más en común con aspiraciones oligárquicas -así fueran de una oligarquía en larga decadencia- que con el anhelo popular de una vida más justa e igualitaria. Buena parte de la izquierda latinoamericana siempre desconoció la igualdad y prefirió la jerarquía, creyéndose por lo demás "excepcional". En el camino se quedaron los peones de esta gran hacienda del futuro.
La Revolución Cubana, pese a sus logros, confundió también las cosas, puesto que aparecía a la vanguardia. Resultó así que estaban a la vanguardia -más allá incluso del socialismo clásico o del "realmente existente"- quienes al mismo tiempo tenían las más añejas prácticas oligárquicas y se creian por lo mismo que el mundo debe moverse por las armas y la fe. No se le desearía a esta izquierda señorial ningún mal si no fuera porque lo suyo fue la soberbia y el menosprecio de todo aquél que fuera percibido apenas como "peón de la causa".
miércoles, 13 de mayo de 2015
CHINA-RUSIA: POBRECITO MI PATRON, PIENSA QUE EL POBRE SOY YO...
Puede que en términos de algunas cifras de "masa"China parezca una potencia y un rival serio ante Estados Unidos. Sin embargo, como lo ha recordado Ignacio Ramonet, China no tiene una "calidad de vida" como la de varios países del Primer Mundo: el producto interno bruto (PIB) por habitante de China (2013) es de 6 mil 800 dólares, similar al de países como Namibia, República Dominicana o Perú, en franco contraste con Francia (42 mil dólares), Estados Unidos (53 mil dólares)o España (30 mil dólares).
Lo que llama la atención de China es la fuerza relativa que ha adquirido en Africa y en América Latina, lo que dentro de ciertos límites hace pensar que el tercermundismo no perdió toda su fuerza (de hecho, China tiende a desplazar a Estados Unidos en Africa, al igual que en parte de Sudamérica, en materia de inversiones e intercambio comercial). Un millar de bancos de 85 países comercian en yuanes y China ha promovido la importante creación de un Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, lejos de las miradas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, lo cual también es novedoso.
En los festejos del Dia de la Victoria en Moscú, el líder (presidente)chino Xi Jinping fue sin duda el invitado estrella. Si bien no hay una alianza demasiado fuerte entre China y Rusia (la Gran Ruta de la Seda no es para mañana), Xi Jinping se comprometió -y no parece ser una falsedad- a defender "hombro con hombro" con Moscú la paz mundial. Ni siquiera es simple asunto de solidaridad: China fue brutalmente agredida por Japón, lo que contribuyó como reacción a preparar la Revolución china de 1949. A lo sumo, China y Rusia vuelven tímidamente a una situación un tanto parecida a la previa a la ruptura de 1960, que por lo visto no fue irreversible. China no tiene interés en una reescritura de la Historia que le devuelva a Japón poderío en Asia. Xi Jinping declaró en Moscú, lejos de la ingratitud (pese a que el chino promedio suele ser grosero, rudo, con frecuencia algo falso): "el pueblo chino guardará la memoria sobre los militares y civiles rusos que entregaron su vida por la independencia y la liberación de la nación china".
Lo relevante es que se le complica a Estados Unidos abrir dos frentes a la vez, lo que Washington ha estado tratando de evitar -y que en menor escala fue el problema de Hitler. En suma, el restablecimiento de un antiguo lazo sino-ruso (aunque no sino-soviético) puede contener los riesgos de una gran guerra.
Fuera de ésto, no parece, a diferencia de lo que cree Ramonet -cuyo rotativo mensual es otro extravío ideológico más-, que China busque la hegemonía mundial. No es lo que dijo en Moscú el presidente chino. Se abre la posibilidad de concebir sobre el modelo sino-ruso modos de cooperación sin rivalidad, con amistad e interés al mismo tiempo.
Pese a la presencia de Sudáfrica e India (la mandataria brasileña Dilma Rousseff no se asomó ni a los festejos del Día de la Victoria programados en Río de Janeiro), el futuro parece un poco menos "BRICS" (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y un poco más congruente -en una simple amistad sino-rusa, no exenta de algunos recelos- con un pasado que difícilmente puede ser borrado de un plumazo, menos por antojo de algún vanguardismo de izquierda que imita la ambición de vanguardia estadounidense. Es que una cosa es cambiar de patrón y otra atreverse a practicar -no a soñar- un mundo sin patrón, es decir, sin dominación, ni colectiva, ni tampoco individual.
Lo que llama la atención de China es la fuerza relativa que ha adquirido en Africa y en América Latina, lo que dentro de ciertos límites hace pensar que el tercermundismo no perdió toda su fuerza (de hecho, China tiende a desplazar a Estados Unidos en Africa, al igual que en parte de Sudamérica, en materia de inversiones e intercambio comercial). Un millar de bancos de 85 países comercian en yuanes y China ha promovido la importante creación de un Banco Asiático de Inversión e Infraestructura, lejos de las miradas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, lo cual también es novedoso.
En los festejos del Dia de la Victoria en Moscú, el líder (presidente)chino Xi Jinping fue sin duda el invitado estrella. Si bien no hay una alianza demasiado fuerte entre China y Rusia (la Gran Ruta de la Seda no es para mañana), Xi Jinping se comprometió -y no parece ser una falsedad- a defender "hombro con hombro" con Moscú la paz mundial. Ni siquiera es simple asunto de solidaridad: China fue brutalmente agredida por Japón, lo que contribuyó como reacción a preparar la Revolución china de 1949. A lo sumo, China y Rusia vuelven tímidamente a una situación un tanto parecida a la previa a la ruptura de 1960, que por lo visto no fue irreversible. China no tiene interés en una reescritura de la Historia que le devuelva a Japón poderío en Asia. Xi Jinping declaró en Moscú, lejos de la ingratitud (pese a que el chino promedio suele ser grosero, rudo, con frecuencia algo falso): "el pueblo chino guardará la memoria sobre los militares y civiles rusos que entregaron su vida por la independencia y la liberación de la nación china".
Lo relevante es que se le complica a Estados Unidos abrir dos frentes a la vez, lo que Washington ha estado tratando de evitar -y que en menor escala fue el problema de Hitler. En suma, el restablecimiento de un antiguo lazo sino-ruso (aunque no sino-soviético) puede contener los riesgos de una gran guerra.
Fuera de ésto, no parece, a diferencia de lo que cree Ramonet -cuyo rotativo mensual es otro extravío ideológico más-, que China busque la hegemonía mundial. No es lo que dijo en Moscú el presidente chino. Se abre la posibilidad de concebir sobre el modelo sino-ruso modos de cooperación sin rivalidad, con amistad e interés al mismo tiempo.
Pese a la presencia de Sudáfrica e India (la mandataria brasileña Dilma Rousseff no se asomó ni a los festejos del Día de la Victoria programados en Río de Janeiro), el futuro parece un poco menos "BRICS" (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y un poco más congruente -en una simple amistad sino-rusa, no exenta de algunos recelos- con un pasado que difícilmente puede ser borrado de un plumazo, menos por antojo de algún vanguardismo de izquierda que imita la ambición de vanguardia estadounidense. Es que una cosa es cambiar de patrón y otra atreverse a practicar -no a soñar- un mundo sin patrón, es decir, sin dominación, ni colectiva, ni tampoco individual.
lunes, 11 de mayo de 2015
CUBA-RUSIA: PROYECTOS EN MARCHA
Ni la iniciativa de apertura de Barack Obama, mandatario estadounidense, hacia Cuba, ni la visita a la isla por parte de Francois Hollande (!fue a pedir el cese del bloqueo!), un mandatario francés siempre listo para interpretar los deseos de Washington y adelantárseles, auguran mucho de bueno. Los estadounidenses y muchos cubano-estadounidenses -que además son electorado- se preparan para volver a comprarse una isla, aunque a la venta de ésta no se le de este nombre. Desde el aparato cubano, los conocidos de siempre seguramente se alistan, encumbrados en la política, para sacar desde ésta -como se obtiene desde determinadas revistas y la invitación selectiva de colaboradores, por ejemplo- una renta de situación, una tajada, una "punción" sobre la inversión extranjera, que ni siquiera será garantía de "fuerzas productivas". El actual líder del Estado cubano, Raúl Castro, no podía hacer de otro modo: no es posible pedir el cese del hostigamiento económico durante décadas para explicar de paso que esas "fuerzas productivas" no arrancan y rechazar luego la apertura cuando llega.
Con todo, acabado el tercermundismo, Raúl Castro fue de los pocos mandatarios del Tercer Mundo que se apersonó al Desfile de la Victoria en Moscú, el 9 de mayo pasado. No todo es maniobrar: Castro recordó una "gran amistad, que se conserva", prueba de lealtad de un hombre clave en la institucionalización de la Revolución Cubana (en particular en la profesionalización del ejército), en la aceptación de relaciones de mercado y que hace dos décadas no buscó ver por lo suyo dejando el resto a su suerte, alegando que la solidaridad no era "su" historia.
Rusia tiene proyectos para reconstruir las hidroeléctricas Máximo Gómez y Habana Este, para modernizar el puerto de Mariel y el combinado metalúrgico Antillana de Acero. Otra buena noticia es que Cupet (Cubapetróleo) y el consorcio ruso Zarubezhneft establecieron ya una empresa mixta que empezó las perforaciones en el yacimiento de Boca de Jaruco. Para quienes no han estado pensando de qué nuevo patrón irse a colgar (o de reconciliaciones con el patrón de antaño), la cercanía entre Moscú y La Habana -que sí es parte de la historia cubana y latinoamericana, aunque sea poquito- es prueba de que no todo fue errado, ni resultado de alguna equivocación en medio de asuntos supuestamente ajenos.
La amistad y los intereses no están reñidos: como lo ha hecho notar en entrevista a Sputnik Mundo el diplomático cubano Santiago Pérez Benítez, mientras los hay que quieren de Cuba que vuelva a ser exportadora de materias primas, Rusia hará inversiones que busquen potenciar la industria nacional cubana. Son elementos que según Pérez Benítez podrían permitir recuperar la "confianza estratégica". Un viejo amigo es mejor que dos nuevos, dice un dicho ruso. El problema es que también lo piensan -y siempre lo pensaron en el aparato cultural y en parte del aparato político cubano- quienes creen que es amigo el de la casa de al lado, por el solo hecho de estar a 90 millas y ser conocido de siglos. Vaya criterio éste -el de la geopolítica- de la amistad. Si está cerca, importa poco que el amigo sea matón o chulo, porque está a la mano.
Con todo, acabado el tercermundismo, Raúl Castro fue de los pocos mandatarios del Tercer Mundo que se apersonó al Desfile de la Victoria en Moscú, el 9 de mayo pasado. No todo es maniobrar: Castro recordó una "gran amistad, que se conserva", prueba de lealtad de un hombre clave en la institucionalización de la Revolución Cubana (en particular en la profesionalización del ejército), en la aceptación de relaciones de mercado y que hace dos décadas no buscó ver por lo suyo dejando el resto a su suerte, alegando que la solidaridad no era "su" historia.
Rusia tiene proyectos para reconstruir las hidroeléctricas Máximo Gómez y Habana Este, para modernizar el puerto de Mariel y el combinado metalúrgico Antillana de Acero. Otra buena noticia es que Cupet (Cubapetróleo) y el consorcio ruso Zarubezhneft establecieron ya una empresa mixta que empezó las perforaciones en el yacimiento de Boca de Jaruco. Para quienes no han estado pensando de qué nuevo patrón irse a colgar (o de reconciliaciones con el patrón de antaño), la cercanía entre Moscú y La Habana -que sí es parte de la historia cubana y latinoamericana, aunque sea poquito- es prueba de que no todo fue errado, ni resultado de alguna equivocación en medio de asuntos supuestamente ajenos.
La amistad y los intereses no están reñidos: como lo ha hecho notar en entrevista a Sputnik Mundo el diplomático cubano Santiago Pérez Benítez, mientras los hay que quieren de Cuba que vuelva a ser exportadora de materias primas, Rusia hará inversiones que busquen potenciar la industria nacional cubana. Son elementos que según Pérez Benítez podrían permitir recuperar la "confianza estratégica". Un viejo amigo es mejor que dos nuevos, dice un dicho ruso. El problema es que también lo piensan -y siempre lo pensaron en el aparato cultural y en parte del aparato político cubano- quienes creen que es amigo el de la casa de al lado, por el solo hecho de estar a 90 millas y ser conocido de siglos. Vaya criterio éste -el de la geopolítica- de la amistad. Si está cerca, importa poco que el amigo sea matón o chulo, porque está a la mano.
jueves, 7 de mayo de 2015
DIA DE LA VICTORIA SOVIETICA: LAS CUENTAS
Occidente no se ha privado de cobrarle a la Unión Soviética hasta el último muerto por la "represión", el terror en los años '30, las hambrunas, los errores en la guerra mundial y lo que caiga. El asunto no parece moral: no queda claro desde dónde hablan potencias -con Estados Unidos a la cabeza- que tienen en su haber bombas atómicas, napalm, fósforo blanco, uranio empobrecido y muchos otros tipos de actividades -dictaduras, torturas, desapariciones, exilios, por mencionar algunas- no muy pacíficas ni respetuosas de las libertades que digamos.
Entre estos expedientes de cobranza se encuentra la masacre de Katyn (un bosque no muy lejos de la ciudad rusa de Smolensk), donde miles de polacos -unos 14 mil hombres, prisioneros de guerra, entre militares, policías e intelectuales (otras fuentes llegan hasta más de 21 mil)- fueron ejecutados, supuestamente por la policía secreta soviética, en el año 1940. Grover Furr ha revisado las contradicciones del caso -incluidas las probables mentiras bajo el gobierno de Boris Yeltsin, en los años '90 en la Federación Rusa y bajo el manejo de archivos de Dmitri Volkogonov,. El caso es tan oscuro que, por su parte, investigadores rusos pidieron de las autoridades en Moscú que se dejara de insistir sin evidencias contundentes y que el gobierno ruso de Vladimir Putin cesara ciertos gestos teatrales. Cabe señalar que la denuncia de esta masacre en Katyn la hizo el ejército nazi en 1943, ya estratégicamente derrotado, por lo que Furr no descarta (sin negar que soviéticos mataran a polacos) que el caso haya sido "sembrado", más considerando excavaciones como la de Volodimir-Volonskiy. (el sitio Web de Furr explora los datos).
Menos claro resulta que se haya seguido la pista de una denuncia nazi cuando el comportamiento hitleriano anula toda autoridad moral. Si se habla de Katyn, hay otro "Jatyn": el 22 de marzo de 1943, en la aldea bielorrusa de Khatyn, los ocupantes alemanes encerraron en un cobertizo a los 149 habitantes y los quemaron vivos, un hecho de horror que recogió la película de Elem Klimov, "Ven y mira" (1985).
No existe en la historia soviética (ni siquiera en el magnificado Holodomor) nada como lo siguiente: durante la ocupación de la actual Belarus (cuyos habitantes no se merecen el trato despectivo gran ruso de bulbashi), los nazis exterminaron aproximadamente a uno de cada cuatro habitantes de esta república, y las cifras de muertos van desde alrededor de dos millones y medio hasta tres millones. Con esto, tan solo en la actual Belarus, los nazis exterminaron cinco veces más personas (el quíntuple) que todos los años de terror bajo Stalin (la población bielorrusa pudo caer de nueve millones doscientos mil a seis millones 300 mil, según algunos cálculos). En Belarus, los nazis crearon 250 campos de concentración y deportaron a trabajos forzados en Alemania a casi 400 mil personas. En una retirada furiosa, incapaces de aceptar la derrota, los nazis en Bielorrusia quemaron 618 aldeas y destruyeron ni más ni menos que cinco mil más, calculadas por lo bajo (el número de poblados destruidos puede llegar hasta nueve mil). Liquidaron casi por completo el parque industrial (85 % destruido) y arrasaron las ciudades como Minsk (capital), Vitebsk y Gomel, que no quedaron reducidas a nada -lo que se llama nada- justo por la resistencia bielorrusa y la Operación Bagratión (209 de 270 ciudades bielorrusas fueron destruidas por los nazis). En su aprecio de ópera por la cultura, los nazis destruyeron en Bielorrusia ocho mil 825 escuelas, cinco mil teatros y diez museos, robándose entre otras cosas 1700 piezas.
La denuncia sobre la masacre de los polacos -hecha por los nazis y no realmente esclarecida, aunque debiera serlo incluso si definitivamente el hecho fue culpa de Moscú- es el dato fundamental que interesa a los países que se ausentaron este 9 de mayo en Rusia y que revisan en la Historia como quien lo hace con su monedero para asegurarse de que en el atraco -el tipo de acto en el que no suele prestarse mayor atención al asaltado- no se cayó nada de lo obtenido.
Entre estos expedientes de cobranza se encuentra la masacre de Katyn (un bosque no muy lejos de la ciudad rusa de Smolensk), donde miles de polacos -unos 14 mil hombres, prisioneros de guerra, entre militares, policías e intelectuales (otras fuentes llegan hasta más de 21 mil)- fueron ejecutados, supuestamente por la policía secreta soviética, en el año 1940. Grover Furr ha revisado las contradicciones del caso -incluidas las probables mentiras bajo el gobierno de Boris Yeltsin, en los años '90 en la Federación Rusa y bajo el manejo de archivos de Dmitri Volkogonov,. El caso es tan oscuro que, por su parte, investigadores rusos pidieron de las autoridades en Moscú que se dejara de insistir sin evidencias contundentes y que el gobierno ruso de Vladimir Putin cesara ciertos gestos teatrales. Cabe señalar que la denuncia de esta masacre en Katyn la hizo el ejército nazi en 1943, ya estratégicamente derrotado, por lo que Furr no descarta (sin negar que soviéticos mataran a polacos) que el caso haya sido "sembrado", más considerando excavaciones como la de Volodimir-Volonskiy. (el sitio Web de Furr explora los datos).
Menos claro resulta que se haya seguido la pista de una denuncia nazi cuando el comportamiento hitleriano anula toda autoridad moral. Si se habla de Katyn, hay otro "Jatyn": el 22 de marzo de 1943, en la aldea bielorrusa de Khatyn, los ocupantes alemanes encerraron en un cobertizo a los 149 habitantes y los quemaron vivos, un hecho de horror que recogió la película de Elem Klimov, "Ven y mira" (1985).
No existe en la historia soviética (ni siquiera en el magnificado Holodomor) nada como lo siguiente: durante la ocupación de la actual Belarus (cuyos habitantes no se merecen el trato despectivo gran ruso de bulbashi), los nazis exterminaron aproximadamente a uno de cada cuatro habitantes de esta república, y las cifras de muertos van desde alrededor de dos millones y medio hasta tres millones. Con esto, tan solo en la actual Belarus, los nazis exterminaron cinco veces más personas (el quíntuple) que todos los años de terror bajo Stalin (la población bielorrusa pudo caer de nueve millones doscientos mil a seis millones 300 mil, según algunos cálculos). En Belarus, los nazis crearon 250 campos de concentración y deportaron a trabajos forzados en Alemania a casi 400 mil personas. En una retirada furiosa, incapaces de aceptar la derrota, los nazis en Bielorrusia quemaron 618 aldeas y destruyeron ni más ni menos que cinco mil más, calculadas por lo bajo (el número de poblados destruidos puede llegar hasta nueve mil). Liquidaron casi por completo el parque industrial (85 % destruido) y arrasaron las ciudades como Minsk (capital), Vitebsk y Gomel, que no quedaron reducidas a nada -lo que se llama nada- justo por la resistencia bielorrusa y la Operación Bagratión (209 de 270 ciudades bielorrusas fueron destruidas por los nazis). En su aprecio de ópera por la cultura, los nazis destruyeron en Bielorrusia ocho mil 825 escuelas, cinco mil teatros y diez museos, robándose entre otras cosas 1700 piezas.
La denuncia sobre la masacre de los polacos -hecha por los nazis y no realmente esclarecida, aunque debiera serlo incluso si definitivamente el hecho fue culpa de Moscú- es el dato fundamental que interesa a los países que se ausentaron este 9 de mayo en Rusia y que revisan en la Historia como quien lo hace con su monedero para asegurarse de que en el atraco -el tipo de acto en el que no suele prestarse mayor atención al asaltado- no se cayó nada de lo obtenido.
miércoles, 6 de mayo de 2015
DIA DE LA VICTORIA SOVIETICA: RUSIA-UCRANIA
Después de la Federación Rusa, Ucrania fue -junto a Belarus- en la Unión Soviética el país que más pérdidas sufrió por la agresión nazi-fascista en la segunda Guerra Mundial. Tan solo en la batalla de Kíev falleció medio millón de soviéticos -es de suponer que muchos ucranianos entre ellos- y jugó un papel importante el mariscal ucraniano y soviético Semión Timoshenko, nativo de Odessa y a la postre veterano del Ejército Rojo desde la guerra civil de 1919-1921 (Timoshenko nació en 1895).
No fueron "rusos" los únicos que contribuyeron a la derrota de los hitlerianos, puesto que hubo ucranianos que jugaron un papel importante, según acaba de recordarlo el portal de Nakanune.ru.
En la batalla de Kursk, por ejemplo, la hazaña no fue exclusiva de "rusos". Nacido en Kíev, el general Iván Cherniakovski estuvo al mando del 60 Ejército entre julio de 1942 y abril de 1944. Cherniakovski tuvo un papel decisivo en Kursk y en la liberación de las ciudades soviéticas de Vitebsk, Minsk y Vilnius. También durante la guerra, en Kharkov, tuvo un papel importante el mariscal Pavel Rybalko, nacido en la región de Sumy, en Ucrania. Rybalko se volvió un héroe al lograr que las fuerzas soviéticas lograran cruzar el Dniéper, y sin ser "ruso", jugó un papel importante en la batalla del arco de Kursk ("Operación Kutuzov"). Rybalko salvó a la ciudad de Lvov de la destrucción alemana. Por lo demás, este mismo militar tuvo un papel importante al final de la guerra en la batalla por Berlín y terminó convertido en el mejor comandante de tanques de la Unión Soviética..
Hubo guerrillas ucranianas contra el ocupante alemán y sus aliados, como la de Sidor Kovpaka, nacido en la región de Poltava, en Ucrania.
Nakanune.ru calcula que unos dos mil ucranianos, incluyendo a 21 soldados y 25 personas más de bajo rango, fueron reconocidos al final de la guerra con el título de Héroe de la Unión Soviética. En estas condiciones, es lastimoso que Ucrania parezca haber perdido la memoria exacta de los hechos y que el chovinismo gran ruso trate por su parte a los ucranianos como "cola de pelo de cosaco" (jajol, en plural jajlí), de manera muy despectiva, en algo que durante años preparó el estallido de hostilidades -junto con la injerencia occidental- en el actual territorio ucraniano al debilitar los lazos entre los dos países hoy enemistados, a nivel gubernamental al menos. Tal vez existan otras maneras de competir en el mercado que desvalorizando a cualquier vecino como potencial adversario por el dinero (algunos ucranianos no lo hacen mejor hablando despectivamente de los rusos como moskali). La victoria fue de la Unión Soviética, Ucrania incluida, no de cada uno por separado, ni mucho menos de Rusia en exclusiva. No se trata de vuelta al pasado, sino de respetar el hecho tal y como fue y de no ponerse a reescribir la Historia alterando la cronología -hasta falsearla- según lo exigen la "utilidad" del momento y la del poder (el actual mandatario ruso, Vladimir Putin, también tiene archivos soviéticos puestos a dormir).
No fueron "rusos" los únicos que contribuyeron a la derrota de los hitlerianos, puesto que hubo ucranianos que jugaron un papel importante, según acaba de recordarlo el portal de Nakanune.ru.
En la batalla de Kursk, por ejemplo, la hazaña no fue exclusiva de "rusos". Nacido en Kíev, el general Iván Cherniakovski estuvo al mando del 60 Ejército entre julio de 1942 y abril de 1944. Cherniakovski tuvo un papel decisivo en Kursk y en la liberación de las ciudades soviéticas de Vitebsk, Minsk y Vilnius. También durante la guerra, en Kharkov, tuvo un papel importante el mariscal Pavel Rybalko, nacido en la región de Sumy, en Ucrania. Rybalko se volvió un héroe al lograr que las fuerzas soviéticas lograran cruzar el Dniéper, y sin ser "ruso", jugó un papel importante en la batalla del arco de Kursk ("Operación Kutuzov"). Rybalko salvó a la ciudad de Lvov de la destrucción alemana. Por lo demás, este mismo militar tuvo un papel importante al final de la guerra en la batalla por Berlín y terminó convertido en el mejor comandante de tanques de la Unión Soviética..
Hubo guerrillas ucranianas contra el ocupante alemán y sus aliados, como la de Sidor Kovpaka, nacido en la región de Poltava, en Ucrania.
Nakanune.ru calcula que unos dos mil ucranianos, incluyendo a 21 soldados y 25 personas más de bajo rango, fueron reconocidos al final de la guerra con el título de Héroe de la Unión Soviética. En estas condiciones, es lastimoso que Ucrania parezca haber perdido la memoria exacta de los hechos y que el chovinismo gran ruso trate por su parte a los ucranianos como "cola de pelo de cosaco" (jajol, en plural jajlí), de manera muy despectiva, en algo que durante años preparó el estallido de hostilidades -junto con la injerencia occidental- en el actual territorio ucraniano al debilitar los lazos entre los dos países hoy enemistados, a nivel gubernamental al menos. Tal vez existan otras maneras de competir en el mercado que desvalorizando a cualquier vecino como potencial adversario por el dinero (algunos ucranianos no lo hacen mejor hablando despectivamente de los rusos como moskali). La victoria fue de la Unión Soviética, Ucrania incluida, no de cada uno por separado, ni mucho menos de Rusia en exclusiva. No se trata de vuelta al pasado, sino de respetar el hecho tal y como fue y de no ponerse a reescribir la Historia alterando la cronología -hasta falsearla- según lo exigen la "utilidad" del momento y la del poder (el actual mandatario ruso, Vladimir Putin, también tiene archivos soviéticos puestos a dormir).
martes, 5 de mayo de 2015
DIA DE LA VICTORIA SOVIETICA: A REESCRIBIR LA HISTORIA
Algunos miembros del Club Valdai lo advirtieron desde hace años: poco a poco se ha buscado en Occidente reescribir la Historia de la segunda Guerra Mundial, para borrar la importancia de la victoria soviética y reducirla finalmente a la nada.
El asunto ya ha calado incluso entre redactores de portales rusos más o menos oficiales -émulos un poco extraños de la cadena estadounidense CNN- que cuentan la última guerra mundial de un modo raro: Russia Today en español, por ejemplo, narra la historia de la defensa de Moscú -con la "picadora de carne" de Rzhev- diciendo que fallecieron en este lugar unos 400 mil "rusos" (¿hay constancia de la nacionalidad de estos centenares de miles de soviéticos, y en qué archivos?). Al referirse a la famosa batalla del arco de Kursk, RT señala que "los rusos conocían el lugar exacto donde debía producirse el ataque" (¿qué rusos?¿el georgiano que gobernaba en el Kremlin?). Lo que hace el resumen de RT con la batalla de Stalingrado, apenas mencionada en una línea y media, es deplorable.
Cabe recordar que entre 1917 y 1991, Occidente nunca quiso referirse a los soviéticos como tales: los llamaba "rusos", aunque la Rusia soviética no era lo mismo que la Unión Soviética (de la misma manera en que russkiy y rossiyan no es lo mismo). Al referirse a la Unión Soviética, el occidental promedio, negándola, solía poner cara de algo así como: "¿por qué me han hecho ésto a mí?" Así que seguía refiriéndose a todo soviético como "ruso". Es lo que ya empezó a imitar RT.
Entre Wikipedia y RT sugieren que el pleito alemán con los "subhombres" era racial. Sin embargo, no fue así, porque los eslavos no fueron tratados todos como untermensch. Cabe recordar también lo penoso: Croacia, país eslavo (del sur) colaboró con los nazis, destacando los croatas por su brutalidad, y colaboraron igualmente los bosnio-musulmanes, eslavos también. Eslovaquia, otro país eslavo, también colaboró entre 1939 y 1945. Ucrania, otro país eslavo más, se dividió: hubo ucranianos que colaboraron y otros que no (también los hubo). No faltaron ucranianas que en un papel no muy decoroso fueron a trabajar en masa en Alemania. Primo Levi ha narrado el regreso de vagones enteros de muchachas de Ucrania -sirvientas en Alemania- a su país natal al final de la guerra. Al parecer, el problema era otro, pero hoy no puede ser tratado.
El resumen de Red Voltaire -en una lamentable maniobra tercermundista- que recoge la creencia del mandatario ruso Vladimir Putin en que la última guerra mundial fue "el acto fundacional de la Rusia moderna" es otro desastre: ahora resulta que 1917 fue una calamidad -lo mismo pensaban los ubermensch, por cierto- , pero 1991 también, según el huésped del Kremlin. Moscú podrá hacer todo el despliegue que quiera y seguramente sea necesaria la unidad frente a lo que es objetivamente un intento occidental de cerco. Lo de barrer poco más de 70 años de Historia por debajo de la alfombra, en cambio, no es lo más elegante que Putin ha recogido del cineasta Nikita Mikhalkov, hoy convertido en fanático del zar Alejandro III y en el pasado niño mimado de los regímenes del llamado "estancamiento"(!). Los ex soviéticos no saben qué hacer con su propio pasado. Los occidentales sí saben en donde quieren depositar esos setenta y pico de años.
El asunto ya ha calado incluso entre redactores de portales rusos más o menos oficiales -émulos un poco extraños de la cadena estadounidense CNN- que cuentan la última guerra mundial de un modo raro: Russia Today en español, por ejemplo, narra la historia de la defensa de Moscú -con la "picadora de carne" de Rzhev- diciendo que fallecieron en este lugar unos 400 mil "rusos" (¿hay constancia de la nacionalidad de estos centenares de miles de soviéticos, y en qué archivos?). Al referirse a la famosa batalla del arco de Kursk, RT señala que "los rusos conocían el lugar exacto donde debía producirse el ataque" (¿qué rusos?¿el georgiano que gobernaba en el Kremlin?). Lo que hace el resumen de RT con la batalla de Stalingrado, apenas mencionada en una línea y media, es deplorable.
Cabe recordar que entre 1917 y 1991, Occidente nunca quiso referirse a los soviéticos como tales: los llamaba "rusos", aunque la Rusia soviética no era lo mismo que la Unión Soviética (de la misma manera en que russkiy y rossiyan no es lo mismo). Al referirse a la Unión Soviética, el occidental promedio, negándola, solía poner cara de algo así como: "¿por qué me han hecho ésto a mí?" Así que seguía refiriéndose a todo soviético como "ruso". Es lo que ya empezó a imitar RT.
Entre Wikipedia y RT sugieren que el pleito alemán con los "subhombres" era racial. Sin embargo, no fue así, porque los eslavos no fueron tratados todos como untermensch. Cabe recordar también lo penoso: Croacia, país eslavo (del sur) colaboró con los nazis, destacando los croatas por su brutalidad, y colaboraron igualmente los bosnio-musulmanes, eslavos también. Eslovaquia, otro país eslavo, también colaboró entre 1939 y 1945. Ucrania, otro país eslavo más, se dividió: hubo ucranianos que colaboraron y otros que no (también los hubo). No faltaron ucranianas que en un papel no muy decoroso fueron a trabajar en masa en Alemania. Primo Levi ha narrado el regreso de vagones enteros de muchachas de Ucrania -sirvientas en Alemania- a su país natal al final de la guerra. Al parecer, el problema era otro, pero hoy no puede ser tratado.
El resumen de Red Voltaire -en una lamentable maniobra tercermundista- que recoge la creencia del mandatario ruso Vladimir Putin en que la última guerra mundial fue "el acto fundacional de la Rusia moderna" es otro desastre: ahora resulta que 1917 fue una calamidad -lo mismo pensaban los ubermensch, por cierto- , pero 1991 también, según el huésped del Kremlin. Moscú podrá hacer todo el despliegue que quiera y seguramente sea necesaria la unidad frente a lo que es objetivamente un intento occidental de cerco. Lo de barrer poco más de 70 años de Historia por debajo de la alfombra, en cambio, no es lo más elegante que Putin ha recogido del cineasta Nikita Mikhalkov, hoy convertido en fanático del zar Alejandro III y en el pasado niño mimado de los regímenes del llamado "estancamiento"(!). Los ex soviéticos no saben qué hacer con su propio pasado. Los occidentales sí saben en donde quieren depositar esos setenta y pico de años.
lunes, 4 de mayo de 2015
VICTORIA SOVIETICA: MANOS A LA OBRA, MAESTRA...
La canciller alemana, Angela Merkel, no asistirá -pese a que fue invitada- al desfile del Dia de la Victoria (sobre el nazi-fascismo) en Rusia. El argumento de los portavoces alemanes es la incomodidad de Merkel ante lo que viene sucediendo en Ucrania, supuestamente agredida por la Federación Rusa. La postura de Merkel es perfectamente congruente con la tesis de los "dos totalitarismos", y se desliza de tal forma que Vladimir Putin, mandatario ruso, aparece como un potencial heredero del totalitarismo de antaño, un "paria" según algunas agencias noticiosas occidentales. No hay que asustarse: la canciller no es filonazi ni nada parecido (ha reconocido las atrocidades hitlerianas), por lo que, aunque no irá al desfile, depositará un día después alguna flor en la tumba del soldado desconocido.
Que no haya injerencia rusa en el Donbás es algo que carece de interés. Tampoco importa mayormente que a principios del año en curso, el presidente estadounidense, Barack Obama, haya reconocido que metió las manos para cambiar el poder en Ucrania, antes de que los rusos reaccionaran (o hay secuencia o no la hay): al ser preguntado sobre el tema, el huésped de la Casa Blanca declaró que "Putin tomó (la) decisión sobre Crimea no por una gran estrategia, sino, básicamente, porque fue agarrado con la guardia baja por las protestas en Maidán y la huida de Yanukovich luego de que negociáramos un acuerdo para transferir el poder en Ucrania"(!!). No hace falta ser un lector demasiado avezado para deducir de las declaraciones de Obama que lo de Putin fue defensivo y limitado. La conclusión lógica para la canciller Merkel -si supo de lo dicho por Obama- es que no se apersonará en Moscú para no darle la aprobación a quien se defendió de una buena y muy hábil jugada ofensiva estadounidense (una agresión) reconocida con todo desparpajo por Obama. Fuck the EU, dijo una conocida funcionaria estadounidense sobre la Unión Europea (EU, por sus siglas en inglés) al ser preguntada por la reacción del Viejo Continente ante la injerencia estadounidense en asuntos de Kíev, capital ucraniana - si todavía es tal y no una franquicia estadounidense. Bien: Obama no intervino, sino que liberó de Yanukovich a los ucranianos . A todo se le puede dar la vuelta cuando se es perverso.
Otro desliz bastaría para tratar de demostrar que el "soldado desconocido" murió, él también, víctima de los "dos totalitarismos".Las encuestas muestran que la mayoría de los europeos de hoy cree que al nazi-fascismo lo derrotó Estados Unidos, por lo que se desprende de ello, salvo que falle la lógica, que la contribución soviética fue muy poca cosa (los más de 20 millones de muertos soviéticos son muy poca cosa frente a los más de 50 millones o "millones" de muertos del estalinismo, según los conversos como RBM). Si es así, Merkel dejará una ofrenda floral en la tumba de la poca cosa -víctima de los dos totalitarismos- y no irá al desfile del Día de la Victoria (una Victoria Poca Cosa, desconocida para la inmensa mayoría de los europeos) porque Poca Cosa Putin -según Obama, no según el mismo Putin- se defendió en Crimea de una injerencia -léase agresión- estadounidense (preparada en parte por fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por lo demás). La razón del más fuerte es la mejor, aunque haya que saltarse la lógica a la torera, y el que se opone es poca cosa. Igual podría dejarse una ofrenda floral en la tumba de la lógica desconocida, mientras Occidente sigue liberando al eslavo poca cosa, si es que al rato Putin resulta ser, como antes Slobodan Milosevic en la hoy extinta Yugoslavia, un carnicero poca cosa.
No somos entrometidos, los occidentales:no, lo que pasa es que nos metemos hasta la cocina del vecino para liberarlo de sí mismo (y de ser posible, quedarnos hasta con la vajilla). Lo queremos desarmado por su propio bien, porque sabemos mejor que él de "ésto". Lo queremos bien.
Que no haya injerencia rusa en el Donbás es algo que carece de interés. Tampoco importa mayormente que a principios del año en curso, el presidente estadounidense, Barack Obama, haya reconocido que metió las manos para cambiar el poder en Ucrania, antes de que los rusos reaccionaran (o hay secuencia o no la hay): al ser preguntado sobre el tema, el huésped de la Casa Blanca declaró que "Putin tomó (la) decisión sobre Crimea no por una gran estrategia, sino, básicamente, porque fue agarrado con la guardia baja por las protestas en Maidán y la huida de Yanukovich luego de que negociáramos un acuerdo para transferir el poder en Ucrania"(!!). No hace falta ser un lector demasiado avezado para deducir de las declaraciones de Obama que lo de Putin fue defensivo y limitado. La conclusión lógica para la canciller Merkel -si supo de lo dicho por Obama- es que no se apersonará en Moscú para no darle la aprobación a quien se defendió de una buena y muy hábil jugada ofensiva estadounidense (una agresión) reconocida con todo desparpajo por Obama. Fuck the EU, dijo una conocida funcionaria estadounidense sobre la Unión Europea (EU, por sus siglas en inglés) al ser preguntada por la reacción del Viejo Continente ante la injerencia estadounidense en asuntos de Kíev, capital ucraniana - si todavía es tal y no una franquicia estadounidense. Bien: Obama no intervino, sino que liberó de Yanukovich a los ucranianos . A todo se le puede dar la vuelta cuando se es perverso.
Otro desliz bastaría para tratar de demostrar que el "soldado desconocido" murió, él también, víctima de los "dos totalitarismos".Las encuestas muestran que la mayoría de los europeos de hoy cree que al nazi-fascismo lo derrotó Estados Unidos, por lo que se desprende de ello, salvo que falle la lógica, que la contribución soviética fue muy poca cosa (los más de 20 millones de muertos soviéticos son muy poca cosa frente a los más de 50 millones o "millones" de muertos del estalinismo, según los conversos como RBM). Si es así, Merkel dejará una ofrenda floral en la tumba de la poca cosa -víctima de los dos totalitarismos- y no irá al desfile del Día de la Victoria (una Victoria Poca Cosa, desconocida para la inmensa mayoría de los europeos) porque Poca Cosa Putin -según Obama, no según el mismo Putin- se defendió en Crimea de una injerencia -léase agresión- estadounidense (preparada en parte por fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, por lo demás). La razón del más fuerte es la mejor, aunque haya que saltarse la lógica a la torera, y el que se opone es poca cosa. Igual podría dejarse una ofrenda floral en la tumba de la lógica desconocida, mientras Occidente sigue liberando al eslavo poca cosa, si es que al rato Putin resulta ser, como antes Slobodan Milosevic en la hoy extinta Yugoslavia, un carnicero poca cosa.
No somos entrometidos, los occidentales:no, lo que pasa es que nos metemos hasta la cocina del vecino para liberarlo de sí mismo (y de ser posible, quedarnos hasta con la vajilla). Lo queremos desarmado por su propio bien, porque sabemos mejor que él de "ésto". Lo queremos bien.
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