Algunos analistas latinoamericanos y latinoamericanistas estaban hasta hace poco adelantando un "nuevo ciclo progresista" a partir de la resistencia opositora en Honduras, el papel del Frente Amplio en Chile y las elecciones del año 2018 (México, Brasil y Colombia). La resistencia hondureña se extinguió y el Frente Amplio jugó en Chile un papel dudoso: las elecciones las ganó el conservadurismo, con la vuelta de Sebastián Piñera. Hasta aquí, no se abrió ningún nuevo "ciclo" de nada, sino que se afianzó la restauración conservadora. De paso, esos analistas se olvidaron de las elecciones costarricenses y paraguayas.
Unas 73 mil personalidades de Brasil y otros países firmaron el Manifiesto "Elección sin Lula es fraude" (con la esperanza de llegar a las 75 mil firmas), y en la redacción del texto volvió a despuntar la esperanza en la apertura de "un nuevo ciclo político". Hasta hace poco, quienes criticaban a los gobiernos de izquierda en América Latina y el Caribe por "extractivistas" daban por sentado el "fin del ciclo progresista". Lo que llama la atención es esta visión cíclica de la Historia. Dicho sea de paso, también la tienen algunos en la economía: la crisis podría dar lugar en algún momento a una salida que haga regresar al Estado de Bienestar. Cabe preguntarse incluso si todas estas visiones cíclicas no tienen en común la nostalgia por ese tipo de Estado, que ha sido mitificado y que parecía tener en la gloria a las capas medias.
El "eterno retorno" no tiene que ver en realidad nada con la izquierda (y mucho menos con el marxismo o el leninismo), por más que le guste a José el Pepe Mujica, y sí en cambio con Nietzsche, el filósofo reaccionario alemán. Pero no hay garantía ninguna de que el supuesto "ciclo" vaya a repetirse, y menos para mejor, por algún automatismo, del mismo modo en que no hay Historia en línea recta.
Para lo que ha servido esta visión cíclica de la Historia de la izquierda es, a la vez, para que los de siempre estén expectantes de las nuevas posibilidades de "tomar el poder" y para que los problemas de los gobiernos izquierdistas sean silenciados (un caso tipo es el de los ridículos del presidente Salvador Sánchez Cerén en El Salvador y del olvidado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, con la aberrante y mentirosa expulsión de Nayib Bukele, alcalde de San Salvador), salvo excepciones como las de Alvaro García Linera en Bolivia o Rafael Correa en el Ecuador. Las dificultades son tratadas a lo sumo en petit comité y en disputas en las cuales los unos se sacan a los otros los ojos. Esa prisa por "tomar el poder" suele hacer que se deje de lado toda experiencia desde abajo porque la "convicción" es que sólo se puede hacer "algo" desde arriba, desde el "poder" mismo: redistribuir para cooptar en vez de organizar, por ejemplo. La visión cíclica es la del "eterno retorno del poder", por lo que hay que cuidar de no perderse "las posibilidades de la próxima vuelta"; en vez de enseñar y aprender, hay que saber maniobrar para estar siempre en la posición correcta (y hasta la victoria siempre, nunca en una derrota). Lula, por ejemplo, es todo un experto en movilizar a su favor al MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra), un movimiento muy horizontal, para dejarlo tirado luego desde el gobierno. La izquierda descrita -la que busca causas para las firmas- carece de cultura justamente porque no aprende ni enseña: muy "políticamente", se la pasa en la maniobra para el poder.
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viernes, 29 de diciembre de 2017
miércoles, 27 de diciembre de 2017
ARGENTINA, MAS PREVARICACION
En 1994 tuvo lugar en Buenos Aires, capital argentina, un atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), acto que provocó la muerte de unas 85 personas y heridas a tres centenares. Las primeras pistas parecieron llevar a Irán y el grupo armado libanés Hezbolá, pero el caso se fue estancando, pese a que a raíz del mismo se emitieran alertas rojas de Interpol contra varios iraníes (cinco en total).
Recientemente, la ex mandataria y hoy senadora Cristina Fernández de Kirchner fue acusada, al igual que varios de sus colaboradores, de "encubrir a los iraníes" mediante un Memorándum de Entendimiento entre Argentina e Irán, supuestamente destinado a reanimar el comercio entre ambos países (con rebajas de precios para las compras argentinas de petróleo) y de paso "dar impunidad" a los inculpados. Al confirmar las acciones legales del juez Claudio Bonadío, la Segunda Sala de la Cámara Federal de la justicia argentina negó la solicitud del ex director de Interpol, Ronald Noble, para testimoniar en el caso. Con las justas se retiró la acusación de "alta traición" contra Fernández de Kirchner y quedaron las inculpaciones de "obstaculizar la acción de la justicia, abuso de autoridad y encubrimiento agravado".
Noble quiso testimoniar que Fernández de Kirchner nunca le ordenó a la Interpol suspender las órdenes de arresto contra los iraníes inculpados, por lo que la ex presidente estaría siendo acusada de un delito imaginario. Por otra parte, un estudio de ADN realizado por el FBI (Federal Bureau of Investigation/Buró Federal de Investigaciones) rechazó la tesis del "conductor suicida libanés" en el atentado. Además, el Memorándum de Entendimiento permitía seguir la indagatoria en Irán, país que no reconocía la extradición. Lo que acaba de hacer la justicia argentina es reanimar antiguas acusaciones que nunca condujeron a nada (excepto al supuesto suicidio del fiscal Alberto Nisman), pero permitieron la politización de la justicia (más que a la "judicialización de la política") bajo la influencia de quienes ahora detentan el poder en Argentina, en complicidad con intereses extranjeros. El Poder Judicial y los medios de comunicación masiva, como en otros países de América Latina, bien podrían ser co-partícipes de un caso de prevaricación con fines por completo ajenos al esclarecimiento de las cosas.
Recientemente, la ex mandataria y hoy senadora Cristina Fernández de Kirchner fue acusada, al igual que varios de sus colaboradores, de "encubrir a los iraníes" mediante un Memorándum de Entendimiento entre Argentina e Irán, supuestamente destinado a reanimar el comercio entre ambos países (con rebajas de precios para las compras argentinas de petróleo) y de paso "dar impunidad" a los inculpados. Al confirmar las acciones legales del juez Claudio Bonadío, la Segunda Sala de la Cámara Federal de la justicia argentina negó la solicitud del ex director de Interpol, Ronald Noble, para testimoniar en el caso. Con las justas se retiró la acusación de "alta traición" contra Fernández de Kirchner y quedaron las inculpaciones de "obstaculizar la acción de la justicia, abuso de autoridad y encubrimiento agravado".
Noble quiso testimoniar que Fernández de Kirchner nunca le ordenó a la Interpol suspender las órdenes de arresto contra los iraníes inculpados, por lo que la ex presidente estaría siendo acusada de un delito imaginario. Por otra parte, un estudio de ADN realizado por el FBI (Federal Bureau of Investigation/Buró Federal de Investigaciones) rechazó la tesis del "conductor suicida libanés" en el atentado. Además, el Memorándum de Entendimiento permitía seguir la indagatoria en Irán, país que no reconocía la extradición. Lo que acaba de hacer la justicia argentina es reanimar antiguas acusaciones que nunca condujeron a nada (excepto al supuesto suicidio del fiscal Alberto Nisman), pero permitieron la politización de la justicia (más que a la "judicialización de la política") bajo la influencia de quienes ahora detentan el poder en Argentina, en complicidad con intereses extranjeros. El Poder Judicial y los medios de comunicación masiva, como en otros países de América Latina, bien podrían ser co-partícipes de un caso de prevaricación con fines por completo ajenos al esclarecimiento de las cosas.
martes, 26 de diciembre de 2017
ECUADOR: LENIN EL PEQUEÑO PREVARICA
El vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas fue condenado hace poco a seis años de prisión por "asociación ilícita" en el caso Odebrecht, y los medios de comunicación masiva, tanto del Ecuador como del extranjero, se apresuraron a dar por hecho que "no hay vuelta atrás", silenciando a la parte acusada y el asunto mismo, turbio a más no poder.
Glas fue condenado sin pruebas, ya que ninguno de los involucrados declarantes mencionó el nombre del acusado y tampoco se aportaron evidencias materiales convincentes. El fiscal general del Estado simplemente decidió una "asociación tácita" (de "poder e influencia"), después de haber pactado con la constructora brasileña, cuyos implicados quedaron libres. En medio del fraude procesal por parte del fiscal, Glas fue condenado, por si fuera poco, con un código penal derogado, para que la sentencia incluyera por lo menos un año más. Al mismo tiempo, la Asamblea Nacional ecuatoriana decidió hacerle a Glas un juicio político por "asociación ilícita", siendo que este delito no puede ser causal de ese juicio. De remate, la Corte Constitucional ecuatoriana aceptó el pedido del ilegal juicio político. Días antes de la resolución contra Glas, en una falta total de respeto por la independencia de poderes, el mandatario Lenín Moreno, aunque admitió que no podía entrometerse, pidió en cadena nacional que hubiera "justicia" y no "tomaduras de pelo".
El ingeniero Glas fue durante el gobierno de Rafael Correa (cuando fungió como ministro Coordinador de Sectores Estratégicos y como Vicepresidente) una pieza clave en el cambio de matriz productiva en el Ecuador, en particular en el de la energética, al grado de que el país dejó de ser importador de energía para convertirse en exportador. Este cambio era clave para ir sacando al Ecuador del subdesarrollo. Glas expulsó a Odebrecht del país: en ese momento fue amenazado por el CEO (Chief Executive Officer) de la constructora, Marcelo Odebrecht. Glas era por lo demás una de las piezas de las que quería deshacerse a como diera lugar el opositor derechista Guillermo Lasso.
Haciéndole caso justamente a Lasso, el mandatario Moreno, a nombre de la "reconciliación nacional", convocó para principios de febrero a una consulta popular que contiene dos preguntas inconstitucionales, una de ellas haciendo retroactiva la prohibición de reelección (!leyes retroactivas!) con tal de impedirle a Correa volver a presentarse. El mismo Moreno presionó a la Corte Constitucional para que aprobara la consulta, pero al enterarse de que podía ser frenado en esta instancia (en particular por el informe de la jueza Tatiana Ordeñana), resolvió hacer pasar aquélla por decreto. El mandatario no podía saltarse el dictamen de la Corte, pero en este campeonato de prevaricación alegó que el tiempo para la resolución había vencido, lo que era falso. Una de las preguntas de la consulta destruye el ya quebrado estado de Derecho al sugerir pasarle al Ejecutivo el poder sobre el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Este Consejo elige a las siguientes instancias: Defensor del Pueblo, Defensor Público, Fiscalía General del Estado, Contralor General del Estado, Consejo Nacional Electoral,Tribunal Contencioso Electoral, Procurador General del Estado y Superintendentes.
De consumarse los golpes contra Glas y en la consulta popular, el Ecuador quedaría privado de buenas posibilidades de desarrollo y de verdadero estado de Derecho (por completo).
Glas fue condenado sin pruebas, ya que ninguno de los involucrados declarantes mencionó el nombre del acusado y tampoco se aportaron evidencias materiales convincentes. El fiscal general del Estado simplemente decidió una "asociación tácita" (de "poder e influencia"), después de haber pactado con la constructora brasileña, cuyos implicados quedaron libres. En medio del fraude procesal por parte del fiscal, Glas fue condenado, por si fuera poco, con un código penal derogado, para que la sentencia incluyera por lo menos un año más. Al mismo tiempo, la Asamblea Nacional ecuatoriana decidió hacerle a Glas un juicio político por "asociación ilícita", siendo que este delito no puede ser causal de ese juicio. De remate, la Corte Constitucional ecuatoriana aceptó el pedido del ilegal juicio político. Días antes de la resolución contra Glas, en una falta total de respeto por la independencia de poderes, el mandatario Lenín Moreno, aunque admitió que no podía entrometerse, pidió en cadena nacional que hubiera "justicia" y no "tomaduras de pelo".
El ingeniero Glas fue durante el gobierno de Rafael Correa (cuando fungió como ministro Coordinador de Sectores Estratégicos y como Vicepresidente) una pieza clave en el cambio de matriz productiva en el Ecuador, en particular en el de la energética, al grado de que el país dejó de ser importador de energía para convertirse en exportador. Este cambio era clave para ir sacando al Ecuador del subdesarrollo. Glas expulsó a Odebrecht del país: en ese momento fue amenazado por el CEO (Chief Executive Officer) de la constructora, Marcelo Odebrecht. Glas era por lo demás una de las piezas de las que quería deshacerse a como diera lugar el opositor derechista Guillermo Lasso.
Haciéndole caso justamente a Lasso, el mandatario Moreno, a nombre de la "reconciliación nacional", convocó para principios de febrero a una consulta popular que contiene dos preguntas inconstitucionales, una de ellas haciendo retroactiva la prohibición de reelección (!leyes retroactivas!) con tal de impedirle a Correa volver a presentarse. El mismo Moreno presionó a la Corte Constitucional para que aprobara la consulta, pero al enterarse de que podía ser frenado en esta instancia (en particular por el informe de la jueza Tatiana Ordeñana), resolvió hacer pasar aquélla por decreto. El mandatario no podía saltarse el dictamen de la Corte, pero en este campeonato de prevaricación alegó que el tiempo para la resolución había vencido, lo que era falso. Una de las preguntas de la consulta destruye el ya quebrado estado de Derecho al sugerir pasarle al Ejecutivo el poder sobre el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Este Consejo elige a las siguientes instancias: Defensor del Pueblo, Defensor Público, Fiscalía General del Estado, Contralor General del Estado, Consejo Nacional Electoral,Tribunal Contencioso Electoral, Procurador General del Estado y Superintendentes.
De consumarse los golpes contra Glas y en la consulta popular, el Ecuador quedaría privado de buenas posibilidades de desarrollo y de verdadero estado de Derecho (por completo).
viernes, 22 de diciembre de 2017
AMERICA LATINA, LA REGRESION
Contra lo que señalan algunos analistas latinoamericanistas, la remoción de los gobiernos de izquierda en América Latina y el Caribe no comenzó con Brasil y Argentina, sino antes.
El presidente hondureño, Manuel Zelaya, fue destituido por órdenes de la Suprema Corte de Justicia de Honduras en el año 2009. Aunque no sean muy de confiar, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la de Naciones Unidas (ONU) pidieron la restitución de Zelaya, que nunca tuvo lugar. Luego, en 2012, el presidente paraguayo Fernando Lugo fue destituido de su cargo por la vía parlamentaria, en un proceso de "juicio político exprés" que fue considerado como "ruptura del orden democrático" por el Mercosur (Mercado Común del Sur) y la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas). Sólo hasta 2016 fue destituida la mandataria brasileña Dilma Rousseff, mediante impeachment: fue acusada de violar normas fiscales, maquillando el déficit presupuestal ("pedaladas fiscales"). Posteriormente se comprobó que Rousseff no había hecho nada ilegal, pero ya era demasiado tarde. Dicho sea de paso, Eduardo Cunha, quien presidió el proceso contra la presidente, fue suspendido y condenado a nueve años de prisión. Varios procesos mostraron que compró a diputados. Michel Temer, el actual presidente de Brasil, tiene encima numerosas acusaciones de corrupción.
En este contexto llegó el caso Odebrecht. En julio de 2017 se dictó prisión preventiva para el ex presidente peruano Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, quienes se entregaron a la justicia. No sólo no siguieron el mismo camino Keiko Fujimori (hija de Alberto Fujimori), quien habría recibido dinero de Odebrecht para su campaña en 2011, ni Alan García, ligado al CEO (Chief Executive Officer) de la constructora, Marcelo Odebrecht (hoy bajo arresto domiciliario), sino que el fujimorismo (Fuerza Popular) ha estado buscando controlar -para blindarse y perseguir antifujimoristas- el Tribunal Constitucional y la Fiscalía de la Nación. Humala también fue acusado de recibir dinero de empresas venezolanas. El ex presidente Alejandro Toledo (2001-2006) está prófugo: recibió sobornos de Odebrecht. El actual presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, estuvo a punto de caer al ser vinculado a Odebrecht. Pero lo cierto es que en el Perú el caso Lava Jato ("Lavado a presión") se convirtió, como lo advirtió la opositora de izquierda Verónika Mendoza (Nuevo Perú), en lo más parecido a "Lava Keiko" y "Lava Alan". En el Ecuador, el caso Odebrecht sirvió para condenar a seis años de prisión al actual vicepresidente Jorge Glas (de izquierda), en un caso de prevaricación ejemplar. Las cosas pasaron de tal modo que Glas es prácticamente un preso político.
La ex mandataria argentina Cristina Fernández ha sido acusada de "encubrir a terroristas" mediante un pacto con Irán, que habría alentado a quienes atentaron en 1994 contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), siendo gobernante Carlos Saúl Menem. En algo curiosamente olvidado, ha sido acusado de corrupción y vive por ende refugiado en Nicaragua quien fuera presidente de El Salvador entre 2009 y 2014, Mauricio Funes, por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). En Centroamérica y el Caribe, como en el resto del continente, los acusados de derecha han salido impunes, o casi: es el caso de James Jimmy Morales en Guatemala (financiamiento electoral ilícito) y del ex presidente panameño Ricardo Martinelli (compras con sobrecostos), detenido y "protegido" en Estados Unidos.
Si se revisan los casos de corrupción, los verdaderos y los supuestos, la aplicación de la ley en América Latina ha sido a la vieja usanza y para desplazar maliciosamente del gobierno a izquierdistas: "plata para los amigos, plomo para los enemigos", pero en una versión lo suficientemente sutil para que la masa se lo crea y permanezca pasiva.
El presidente hondureño, Manuel Zelaya, fue destituido por órdenes de la Suprema Corte de Justicia de Honduras en el año 2009. Aunque no sean muy de confiar, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la de Naciones Unidas (ONU) pidieron la restitución de Zelaya, que nunca tuvo lugar. Luego, en 2012, el presidente paraguayo Fernando Lugo fue destituido de su cargo por la vía parlamentaria, en un proceso de "juicio político exprés" que fue considerado como "ruptura del orden democrático" por el Mercosur (Mercado Común del Sur) y la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas). Sólo hasta 2016 fue destituida la mandataria brasileña Dilma Rousseff, mediante impeachment: fue acusada de violar normas fiscales, maquillando el déficit presupuestal ("pedaladas fiscales"). Posteriormente se comprobó que Rousseff no había hecho nada ilegal, pero ya era demasiado tarde. Dicho sea de paso, Eduardo Cunha, quien presidió el proceso contra la presidente, fue suspendido y condenado a nueve años de prisión. Varios procesos mostraron que compró a diputados. Michel Temer, el actual presidente de Brasil, tiene encima numerosas acusaciones de corrupción.
En este contexto llegó el caso Odebrecht. En julio de 2017 se dictó prisión preventiva para el ex presidente peruano Ollanta Humala y su esposa, Nadine Heredia, quienes se entregaron a la justicia. No sólo no siguieron el mismo camino Keiko Fujimori (hija de Alberto Fujimori), quien habría recibido dinero de Odebrecht para su campaña en 2011, ni Alan García, ligado al CEO (Chief Executive Officer) de la constructora, Marcelo Odebrecht (hoy bajo arresto domiciliario), sino que el fujimorismo (Fuerza Popular) ha estado buscando controlar -para blindarse y perseguir antifujimoristas- el Tribunal Constitucional y la Fiscalía de la Nación. Humala también fue acusado de recibir dinero de empresas venezolanas. El ex presidente Alejandro Toledo (2001-2006) está prófugo: recibió sobornos de Odebrecht. El actual presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, estuvo a punto de caer al ser vinculado a Odebrecht. Pero lo cierto es que en el Perú el caso Lava Jato ("Lavado a presión") se convirtió, como lo advirtió la opositora de izquierda Verónika Mendoza (Nuevo Perú), en lo más parecido a "Lava Keiko" y "Lava Alan". En el Ecuador, el caso Odebrecht sirvió para condenar a seis años de prisión al actual vicepresidente Jorge Glas (de izquierda), en un caso de prevaricación ejemplar. Las cosas pasaron de tal modo que Glas es prácticamente un preso político.
La ex mandataria argentina Cristina Fernández ha sido acusada de "encubrir a terroristas" mediante un pacto con Irán, que habría alentado a quienes atentaron en 1994 contra la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina), siendo gobernante Carlos Saúl Menem. En algo curiosamente olvidado, ha sido acusado de corrupción y vive por ende refugiado en Nicaragua quien fuera presidente de El Salvador entre 2009 y 2014, Mauricio Funes, por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). En Centroamérica y el Caribe, como en el resto del continente, los acusados de derecha han salido impunes, o casi: es el caso de James Jimmy Morales en Guatemala (financiamiento electoral ilícito) y del ex presidente panameño Ricardo Martinelli (compras con sobrecostos), detenido y "protegido" en Estados Unidos.
Si se revisan los casos de corrupción, los verdaderos y los supuestos, la aplicación de la ley en América Latina ha sido a la vieja usanza y para desplazar maliciosamente del gobierno a izquierdistas: "plata para los amigos, plomo para los enemigos", pero en una versión lo suficientemente sutil para que la masa se lo crea y permanezca pasiva.
miércoles, 20 de diciembre de 2017
CHILE: LA ULTRAIZQUIERDA EN ACCION
En la reciente segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas se impuso Sebastián Piñera, "conservador" cuyo hermano José ocupó importantes cargos ministeriales durante la dictadura de Augusto Pinochet. El ganador, quien se ha visto envuelto en el pasado en escándalos de corrupción (sin consecuencia ninguna), se impuso en medio de una fuerte abstención, de cerca de la mitad de los electores. El perdedor fue Alejandro Guillier, de centro-izquierda (Nueva Mayoría).
En la primera vuelta había llamado la atención la votación para el "izquierdista" Frente Amplio, de Beatriz Sánchez (20 % de los votos), un grupo de partidos que tomó ese nombre, supuestamente, para seguir el ejemplo del Frente Amplio uruguayo. Guillier cerró su campaña para la segunda vuelta invitando al infaltable cantante de boliche que es José el Pepe Mujica, el uruguayo cuya sencillez tiene conmovido al empresariado partidario de la "excelencia personal". Pero el Frente Amplio chileno es otra cosa, y agrupa a partidos "libertarios" como Izquierda Libertaria, ecologistas (Partido Ecologista Verde), movimientos "autonomistas" (Movimiento Autonomista, Izquierda Autónoma), al Movimiento Socialismo y Libertad y al Partido Liberal y otros, incluyendo el Partido Pirata de Chile (!). En suma, este Frente Amplio, a diferencia del uruguayo, es de ultraizquierda. Uno de sus líderes, Giorgio Jackson (Revolución Democrática), exdirigente estudiantil (2011), recibió fondos del magnate estadounidense George Soros, a través de la fundación Open Society.
En entrevista con la revista de modas Paula, Beatriz Sánchez, a su vez, tuvo un "desliz" al declarar, al ser interrogada sobre el gobierno de Salvador Allende: "yo prefiero un Estado que no sea totalitario, porque no creo en un Estado totalitario"(!). La lideresa tuvo que disculparse ante las críticas que recibió de la izquierda, en particular del Partido Socialista.
Pese a las promesas de Guillier para granjearse votos del Frente Amplio (como la plurinacionalidad para reconocer la "autonomía" mapuche, siendo que muchos chilenos, sin ser indígenas, llevan sangre mapuche), los líderes frentistas no insistieron demasiado en su llamado a votar por el centro-izquierda. Es probable que parte de los electores del Frente Amplio se haya abstenido en la segunda vuelta y que hasta un 25 % se haya ido a votar...por Piñera, al tratarse de votantes muy jóvenes que eligen más por el "carisma" (Guillier no tiene ninguno) que por el programa (¿Guillier tenía alguno?). Que la ultraizquierda se comporte del modo descrito no tiene nada de raro. Lo extraño es que algunos analistas latinoamericanistas hayan quedado satisfechos con el "progreso de la izquierda en Chile" (el 20 % para el Frente Amplio en la primera vuelta), siendo que socialistas y comunistas (los de Guillier) sufrieron una estrepitosa derrota. Que Michelle Bachelet, la presidente socialista saliente, sea mujer no cambia en nada las cosas.
En la primera vuelta había llamado la atención la votación para el "izquierdista" Frente Amplio, de Beatriz Sánchez (20 % de los votos), un grupo de partidos que tomó ese nombre, supuestamente, para seguir el ejemplo del Frente Amplio uruguayo. Guillier cerró su campaña para la segunda vuelta invitando al infaltable cantante de boliche que es José el Pepe Mujica, el uruguayo cuya sencillez tiene conmovido al empresariado partidario de la "excelencia personal". Pero el Frente Amplio chileno es otra cosa, y agrupa a partidos "libertarios" como Izquierda Libertaria, ecologistas (Partido Ecologista Verde), movimientos "autonomistas" (Movimiento Autonomista, Izquierda Autónoma), al Movimiento Socialismo y Libertad y al Partido Liberal y otros, incluyendo el Partido Pirata de Chile (!). En suma, este Frente Amplio, a diferencia del uruguayo, es de ultraizquierda. Uno de sus líderes, Giorgio Jackson (Revolución Democrática), exdirigente estudiantil (2011), recibió fondos del magnate estadounidense George Soros, a través de la fundación Open Society.
En entrevista con la revista de modas Paula, Beatriz Sánchez, a su vez, tuvo un "desliz" al declarar, al ser interrogada sobre el gobierno de Salvador Allende: "yo prefiero un Estado que no sea totalitario, porque no creo en un Estado totalitario"(!). La lideresa tuvo que disculparse ante las críticas que recibió de la izquierda, en particular del Partido Socialista.
Pese a las promesas de Guillier para granjearse votos del Frente Amplio (como la plurinacionalidad para reconocer la "autonomía" mapuche, siendo que muchos chilenos, sin ser indígenas, llevan sangre mapuche), los líderes frentistas no insistieron demasiado en su llamado a votar por el centro-izquierda. Es probable que parte de los electores del Frente Amplio se haya abstenido en la segunda vuelta y que hasta un 25 % se haya ido a votar...por Piñera, al tratarse de votantes muy jóvenes que eligen más por el "carisma" (Guillier no tiene ninguno) que por el programa (¿Guillier tenía alguno?). Que la ultraizquierda se comporte del modo descrito no tiene nada de raro. Lo extraño es que algunos analistas latinoamericanistas hayan quedado satisfechos con el "progreso de la izquierda en Chile" (el 20 % para el Frente Amplio en la primera vuelta), siendo que socialistas y comunistas (los de Guillier) sufrieron una estrepitosa derrota. Que Michelle Bachelet, la presidente socialista saliente, sea mujer no cambia en nada las cosas.
lunes, 18 de diciembre de 2017
¿EMPATE CATASTROFICO?
Desde 1978, el traductor Roger Dangeville había adelantado -para referirse a una larga crisis- la expresión "capitalismo senil" (Marx-Engels. La crise), que ha sido retomada por varios estudiosos (Samir Amin entre ellos). Cabe decir de entrada que Karl Marx nunca previó algo así como un "pase automático" al socialismo: no descartó una decadencia que haría palidecer a la del Imperio Romano. El capitalismo lleva medio siglo en crisis, pero tal vez sirva de muy poco insistir en que se trata de una "crisis terminal" y en la "senilidad" del capitalismo. La intelectualidad y la academia están lejos de la mayoría de la gente, que por distintos motivos sigue creyendo en una salida capitalista a la crisis, aunque se dé exclusivamente para unos pocos. Una larga y penosa decadencia no deja de ser empero una posibilidad real, entre otras. Puede ser más o menos localizada, o más o menos generalizada.
En esta perspectiva, no sirve de mucho establecer, por ejemplo, que hemos llegado a un mundo "tripolar" (Estados Unidos, Rusia, China), o que hay una forma -no del todo falsa- de vuelta a un mundo "bipolar" (Estados Unidos, y por el otro lado China y Rusia). Si no están explicitados los valores en juego, o si no los hay (y el hecho es que Rusia y China tienen muchísimo de países capitalistas), lo único que se estaría haciendo es agregar "cantidad" con tal de seguir jugando el mismo juego, y como si la crisis fuera éso, un "juego" en el que, más que los valores mismos, importaría nada más ganar o perder. ¿Ganar o perder qué, además de "posiciones" y "negocios"?
En este caso, sin redefinición de valores, existiría la posibilidad de la "decadencia de la civilización" a la que se ha referido Samir Amin, con una desintegración social al "estilo"romano. "Esto implica, escribe Amín, que nadie controla el devenir de los acontecimientos, que se abren camino por la mera 'fuerza de las cosas'. En nuestra época, teniendo en cuenta el potencial destructivo del que disponen los poderes (destrucciones ecológicas y militares), el riesgo -denunciado por Marx en su momento- de que los combates destruyan a todos los bandos enfrentados es real". No tiene por qué ser un gran desastre militar: igual podría darse una larga decadencia por un "empate catastrófico" si los valores de los supuestos "jugadores" son los mismos, o casi.Es una pena que más de un analista latinoamericano examine las cosas en el mundo como lo haría en una casa de apuestas y, para decirlo con palabras del periodista venezolano, José Vicente Rangel, olvidando que "el ejercicio de la política no puede referirse a lo banal, a la maniobra artera o a la manipulación rastrera de las ideas".
En esta perspectiva, no sirve de mucho establecer, por ejemplo, que hemos llegado a un mundo "tripolar" (Estados Unidos, Rusia, China), o que hay una forma -no del todo falsa- de vuelta a un mundo "bipolar" (Estados Unidos, y por el otro lado China y Rusia). Si no están explicitados los valores en juego, o si no los hay (y el hecho es que Rusia y China tienen muchísimo de países capitalistas), lo único que se estaría haciendo es agregar "cantidad" con tal de seguir jugando el mismo juego, y como si la crisis fuera éso, un "juego" en el que, más que los valores mismos, importaría nada más ganar o perder. ¿Ganar o perder qué, además de "posiciones" y "negocios"?
En este caso, sin redefinición de valores, existiría la posibilidad de la "decadencia de la civilización" a la que se ha referido Samir Amin, con una desintegración social al "estilo"romano. "Esto implica, escribe Amín, que nadie controla el devenir de los acontecimientos, que se abren camino por la mera 'fuerza de las cosas'. En nuestra época, teniendo en cuenta el potencial destructivo del que disponen los poderes (destrucciones ecológicas y militares), el riesgo -denunciado por Marx en su momento- de que los combates destruyan a todos los bandos enfrentados es real". No tiene por qué ser un gran desastre militar: igual podría darse una larga decadencia por un "empate catastrófico" si los valores de los supuestos "jugadores" son los mismos, o casi.Es una pena que más de un analista latinoamericano examine las cosas en el mundo como lo haría en una casa de apuestas y, para decirlo con palabras del periodista venezolano, José Vicente Rangel, olvidando que "el ejercicio de la política no puede referirse a lo banal, a la maniobra artera o a la manipulación rastrera de las ideas".
viernes, 15 de diciembre de 2017
PEOR, IMPOSIBLE...
El capitalismo lleva ya medio siglo en crisis, por lo que es la más larga de su Historia, pero ésto coincide con la imposibilidad de superarlo, algo que no desean amplias franjas de la población en el planeta, por voluntad propia, por ignorancia o por la influencia de los medios de comunicación masiva, que han contagiado el "síndrome TINA" (There Is No Alternative/No hay alternativa).
Uno de los problemas para forjar una alternativa socialista es lo que Samir Amin ha llamado "la extrema dispersión de las luchas, del plano local al mundial, siempre específicas, circunscritas a lugares y ámbitos particulares (ecología, derechos de las mujeres, servicios sociales, reinvindicaciones comunitarias, etc.). Las escasas campañas de alcance nacional o siquiera mundial, prosigue Amin, apenas han obtenido éxitos significativos que hayan comportado un cambio de las políticas aplicadas por los poderes, y muchas de estas luchas han sido absorbidas por el sistema y alimentan la ilusión de la posibilidad de reformarlo". Un gigantesco proletariado a escala mundial está fragmentado en "fracciones diferenciadas, a menudo enfrentadas entre sí". Esto vino, agreguemos, con la crisis misma y el cambio en la división internacional del trabajo a partir de los años '80, que puso a los trabajadores (y un poco a todo el mundo) a competir ferozmente entre sí, en medio de una creciente precarización.
"En el Norte, constata Amín, se ha abandonado el tema central de la lucha de clases anticapitalista -que ha quedado reducido a su expresión más parcelaria- en beneficio de una pretendida redefinición de la 'cultura social de izquierda', comunitarista, que separa la defensa de los derechos particulares del combate general contra el capitalismo". Cuando el Norte se solidariza con el Sur, lo hace bajo una forma "humanitaria" y "caritativa" que en realidad, en vez de ser realmente solidaria, lucra con la ayuda o justifica injerencias. El Sur, a su vez, agreguemos, se dedica a extorsionar al Norte con el tema de la migración, "cobrándole al rico" o al "blanco" en vez de enfrentarse con el criollo creador del desempleo y causante de la falta de oportunidades. Son los derechos particulares del migrante sin relación con un combate general contra el capitalismo. El trabajador blanco del Norte reacciona a su vez atrincherándose en posiciones de derecha.
"En algunos países del Sur, considera Amín, la tradición de las luchas que asociaban el combate antiimperialista con el progreso social ha cedido el puesto a ilusiones retrógradas y reaccionarias de expresión pararreligiosa o pseudoétnica". Así, "una nueva ideología de derechas ha obtenido la adhesión de los pueblos", señala el economista egipcio.
En su peor crisis, el capitalismo ha conseguido reventar las luchas de los trabajadores, dispersándolos por el mundo, y hacerles cargar con reivindicaciones que no son las suyas, sino que empujan a una mayor competencia de todos contra todos por razones de género, edad, raza, religión, "etnia", etcétera. Sorprende un poco que las universidades, siguiendo el modelo de los campi estadounidenses, se hayan convertido en lugares de justificación de esta competencia acérrima y de confusión de la academia -que debiera ser creativa como tal - con el activismo. Este, desde el 68, no ha sido precursor de ningún adelanto democrático, sino garante de las justificaciones ideológicas que ha necesitado el capitalismo para quebrar la unidad de quienes son productivos y re-producen la vida en sociedad.
Uno de los problemas para forjar una alternativa socialista es lo que Samir Amin ha llamado "la extrema dispersión de las luchas, del plano local al mundial, siempre específicas, circunscritas a lugares y ámbitos particulares (ecología, derechos de las mujeres, servicios sociales, reinvindicaciones comunitarias, etc.). Las escasas campañas de alcance nacional o siquiera mundial, prosigue Amin, apenas han obtenido éxitos significativos que hayan comportado un cambio de las políticas aplicadas por los poderes, y muchas de estas luchas han sido absorbidas por el sistema y alimentan la ilusión de la posibilidad de reformarlo". Un gigantesco proletariado a escala mundial está fragmentado en "fracciones diferenciadas, a menudo enfrentadas entre sí". Esto vino, agreguemos, con la crisis misma y el cambio en la división internacional del trabajo a partir de los años '80, que puso a los trabajadores (y un poco a todo el mundo) a competir ferozmente entre sí, en medio de una creciente precarización.
"En el Norte, constata Amín, se ha abandonado el tema central de la lucha de clases anticapitalista -que ha quedado reducido a su expresión más parcelaria- en beneficio de una pretendida redefinición de la 'cultura social de izquierda', comunitarista, que separa la defensa de los derechos particulares del combate general contra el capitalismo". Cuando el Norte se solidariza con el Sur, lo hace bajo una forma "humanitaria" y "caritativa" que en realidad, en vez de ser realmente solidaria, lucra con la ayuda o justifica injerencias. El Sur, a su vez, agreguemos, se dedica a extorsionar al Norte con el tema de la migración, "cobrándole al rico" o al "blanco" en vez de enfrentarse con el criollo creador del desempleo y causante de la falta de oportunidades. Son los derechos particulares del migrante sin relación con un combate general contra el capitalismo. El trabajador blanco del Norte reacciona a su vez atrincherándose en posiciones de derecha.
"En algunos países del Sur, considera Amín, la tradición de las luchas que asociaban el combate antiimperialista con el progreso social ha cedido el puesto a ilusiones retrógradas y reaccionarias de expresión pararreligiosa o pseudoétnica". Así, "una nueva ideología de derechas ha obtenido la adhesión de los pueblos", señala el economista egipcio.
En su peor crisis, el capitalismo ha conseguido reventar las luchas de los trabajadores, dispersándolos por el mundo, y hacerles cargar con reivindicaciones que no son las suyas, sino que empujan a una mayor competencia de todos contra todos por razones de género, edad, raza, religión, "etnia", etcétera. Sorprende un poco que las universidades, siguiendo el modelo de los campi estadounidenses, se hayan convertido en lugares de justificación de esta competencia acérrima y de confusión de la academia -que debiera ser creativa como tal - con el activismo. Este, desde el 68, no ha sido precursor de ningún adelanto democrático, sino garante de las justificaciones ideológicas que ha necesitado el capitalismo para quebrar la unidad de quienes son productivos y re-producen la vida en sociedad.
miércoles, 13 de diciembre de 2017
SOBRE SPUTNIK Y RT
Sputnik y RT (Russia Today) son dos agencias noticiosas oficiales rusas que ofrecen una ventaja: en ellas se encuentran con cierta frecuencia -y no más- informaciones que la prensa occidental tiende a silenciar. De este modo, esas agencias ofrecen una pequeña alternativa de información. También dan a conocer lo oficial sobre el gobierno ruso y en particular sobre el mandatario Vladimir Putin (declaraciones, entrevistas, eventos, etcétera), no sin un dejo de "culto a la personalidad", pero moderno, tipo fan.
Y es que, en efecto, Sputnik y RT han querido, al parecer, salir del estilo "propaganda" para entrar en la modernidad. Estas agencias tienen un gran defecto: a diferencia de lo que era esa "propaganda", que buscaba dar cuenta positivamente de lo que acontecía en la Unión Soviética, RT y Sputnik se concentran en noticias y análisis sobre el extranjero. Salvo a la hora de mostrar a la "Kim Kardashian rusa" o a los animalitos rusos, todo supuestamente "mejor que en Occidente", las agencias en cuestión ni muestran mayormente ni analizan lo que sucede dentro de la Federación Rusa, sobre todo en la vida cotidiana. El habitante occidental carece de un punto de referencia otro, como no sea la figura exclusiva de Putin.
Las noticias y más de un análisis tienden a ser sensacionalistas, además de insistir, excesivamente a veces, en asuntos de armamento. No faltan los anuncios sobre la "Tercera Guerra Mundial" que se adelantan a los acontecimientos y procesos reales, e incluso textos dignos de Selecciones, como uno que se pregunta recientemente "¿en qué país habría que buscar refugio en caso de una guerra nuclear?". Por otra parte, a veces hay, a nombre del análisis, propaganda -sí, la hay- mentirosa en contra de algunos gobiernos y a favor de algunos partidos políticos de oposición (como ocurre en la bochornosa sección sensacionalista "La batalla por México" de RT), lo cual va más allá de las reglas elementales de la diplomacia. Desde el punto de vista económico, estas agencias también son sensacionalistas, anunciando por ejemplo (hace poco) en un encabezado que "el precio del oro explotará y el dólar desaparecerá", y así por el estilo. En distintos terrenos, los errores de pronóstico son frecuentes, pero admitidos.
Los problemas de Sputnik y RT no les pertenecen en exclusiva. Son el resultado de querer jugar en el mismo terreno que la prensa occidental, la cual abandonó hace rato la búsqueda de la objetividad y la imparcialidad con tal de no perder rating y seguir haciéndose la interesante para llamar la atención. Las agencias referidas también caen en la mundanidad y muestran así, involuntariamente, a una parte de la Rusia de hoy.
Y es que, en efecto, Sputnik y RT han querido, al parecer, salir del estilo "propaganda" para entrar en la modernidad. Estas agencias tienen un gran defecto: a diferencia de lo que era esa "propaganda", que buscaba dar cuenta positivamente de lo que acontecía en la Unión Soviética, RT y Sputnik se concentran en noticias y análisis sobre el extranjero. Salvo a la hora de mostrar a la "Kim Kardashian rusa" o a los animalitos rusos, todo supuestamente "mejor que en Occidente", las agencias en cuestión ni muestran mayormente ni analizan lo que sucede dentro de la Federación Rusa, sobre todo en la vida cotidiana. El habitante occidental carece de un punto de referencia otro, como no sea la figura exclusiva de Putin.
Las noticias y más de un análisis tienden a ser sensacionalistas, además de insistir, excesivamente a veces, en asuntos de armamento. No faltan los anuncios sobre la "Tercera Guerra Mundial" que se adelantan a los acontecimientos y procesos reales, e incluso textos dignos de Selecciones, como uno que se pregunta recientemente "¿en qué país habría que buscar refugio en caso de una guerra nuclear?". Por otra parte, a veces hay, a nombre del análisis, propaganda -sí, la hay- mentirosa en contra de algunos gobiernos y a favor de algunos partidos políticos de oposición (como ocurre en la bochornosa sección sensacionalista "La batalla por México" de RT), lo cual va más allá de las reglas elementales de la diplomacia. Desde el punto de vista económico, estas agencias también son sensacionalistas, anunciando por ejemplo (hace poco) en un encabezado que "el precio del oro explotará y el dólar desaparecerá", y así por el estilo. En distintos terrenos, los errores de pronóstico son frecuentes, pero admitidos.
Los problemas de Sputnik y RT no les pertenecen en exclusiva. Son el resultado de querer jugar en el mismo terreno que la prensa occidental, la cual abandonó hace rato la búsqueda de la objetividad y la imparcialidad con tal de no perder rating y seguir haciéndose la interesante para llamar la atención. Las agencias referidas también caen en la mundanidad y muestran así, involuntariamente, a una parte de la Rusia de hoy.
lunes, 11 de diciembre de 2017
LLORONA
La izquierda tercermundista no-comunista, en la cual está incluida la de América Latina, tiene sus peculiaridades:
-le encanta el autoelogio. El que escribe desde esta izquierda no puede no mencionar "el pensamiento del Che", "la espada de Simón Bolívar", la frase de José Martí, las cualidades de Benito Juárez, "la Patria Grande", cualquier cosa que efectivamente, de tan grande que suene, engrandezca al que habla o escribe. El Che, et puis moi, et moi, et moi.
-es retórica y teatral, en parte porque se habla a sí misma, y en parte porque se dirige al mismo tiempo al poder, sin tomar demasiado en cuenta al que, de a pié, no lo tiene, el que es Pablo Pueblo o Juan Pachanga. Esta izquierda no analiza, salvo excepciones, y ni siquiera razona o argumenta con "el análisis concreto de la situación concreta", o tomando lo concreto por la "síntesis de múltiples determinaciones" (ambas son referencias de Lenin). Es una izquierda de torneos provincianos de oratoria y que desprecia olímpicamente, desde su trinchera (porque desde la Revolución Cubana está en imparable combate, "hasta la victoria siempre"), los tristes gabinetes de estudio. Es una izquierda con una flojera proverbial para el estudio, la formación de cuadros y la cultura que no sea de ornato y extranjera. Lo que cuenta es el dogma de autoridad, aunque quien lo usa se diga "anti-dogmático", "anti-sectario" y con otros deslindes del comunismo.
-es religiosa, porque quiere fieles, seguidores (y ahora algo de fans), en vez de estar al servicio de la base o de brindar un servicio público (con algún análisis de algo, por ejemplo). Es una izquierda de compadres (crony left?) y, también, de comadres.
-tiene rasgos oligárquicos, porque usa al pueblo, teniéndolo a disposición, y dejándolo en la cuneta cuando ya se tiene el poder o cuando se está en la derrota (que nunca es confesable). Es la clase de amigo que sale corriendo en las dificultades y que al mismo tiempo sigue en la oratoria, pero de victimización. Nunca es responsable de nada. Es la izquierda "yo te aseguro que yo no fuí".
-Como no tiene ni cultura cívica ni ética y sí en cambio rasgos oligárquicos, aunque sea en decadencia, no es de fiar en lo personal: da la espalda con la misma facilidad con la que seduce.
Nada de lo anterior aparece como está descrito, sino que viene envuelto para regalo, de tal modo que cuente el factor sorpresa: el compadre se las da de picante pero sabroso, y la comadre anda con un hermoso huipil.
-le encanta el autoelogio. El que escribe desde esta izquierda no puede no mencionar "el pensamiento del Che", "la espada de Simón Bolívar", la frase de José Martí, las cualidades de Benito Juárez, "la Patria Grande", cualquier cosa que efectivamente, de tan grande que suene, engrandezca al que habla o escribe. El Che, et puis moi, et moi, et moi.
-es retórica y teatral, en parte porque se habla a sí misma, y en parte porque se dirige al mismo tiempo al poder, sin tomar demasiado en cuenta al que, de a pié, no lo tiene, el que es Pablo Pueblo o Juan Pachanga. Esta izquierda no analiza, salvo excepciones, y ni siquiera razona o argumenta con "el análisis concreto de la situación concreta", o tomando lo concreto por la "síntesis de múltiples determinaciones" (ambas son referencias de Lenin). Es una izquierda de torneos provincianos de oratoria y que desprecia olímpicamente, desde su trinchera (porque desde la Revolución Cubana está en imparable combate, "hasta la victoria siempre"), los tristes gabinetes de estudio. Es una izquierda con una flojera proverbial para el estudio, la formación de cuadros y la cultura que no sea de ornato y extranjera. Lo que cuenta es el dogma de autoridad, aunque quien lo usa se diga "anti-dogmático", "anti-sectario" y con otros deslindes del comunismo.
-es religiosa, porque quiere fieles, seguidores (y ahora algo de fans), en vez de estar al servicio de la base o de brindar un servicio público (con algún análisis de algo, por ejemplo). Es una izquierda de compadres (crony left?) y, también, de comadres.
-tiene rasgos oligárquicos, porque usa al pueblo, teniéndolo a disposición, y dejándolo en la cuneta cuando ya se tiene el poder o cuando se está en la derrota (que nunca es confesable). Es la clase de amigo que sale corriendo en las dificultades y que al mismo tiempo sigue en la oratoria, pero de victimización. Nunca es responsable de nada. Es la izquierda "yo te aseguro que yo no fuí".
-Como no tiene ni cultura cívica ni ética y sí en cambio rasgos oligárquicos, aunque sea en decadencia, no es de fiar en lo personal: da la espalda con la misma facilidad con la que seduce.
Nada de lo anterior aparece como está descrito, sino que viene envuelto para regalo, de tal modo que cuente el factor sorpresa: el compadre se las da de picante pero sabroso, y la comadre anda con un hermoso huipil.
viernes, 8 de diciembre de 2017
AMOR Y PAZ
Las fuerzas comunistas, que en el caso de América Latina tuvieron algún poderío hasta los años '30/40, salvo excepciones (como Chile y Uruguay), cayeron en la autofobia a raíz del XXavo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), celebrado en 1956, en el cual el líder soviético Nikita Jrushchov dió a conocer el (hoy se sabe) supuesto terror de Stalin. Los adversarios aprovecharon y crearon el "paradigma anti-Stalin", estableciendo las equivalencias comunismo=terror y comunismo=estalinismo. Muchos partidos comunistas (como los eurocomunistas de Italia, Francia y España) terminaron tratando de deslindarse y al hacerlo acabaron con menos fuerza aún.
La izquierda en general cayó en la autofobia justo al momento en que, siempre para usar la caracterización del estudioso italiano Domenico Losurdo, el capitalismo empezó a dar en el autobombo: con la caída del sovietismo en 1989-1991. Desde entonces, la "tercera vía" que el propio capitalismo había soltado por ahí dejó de tener vigencia y la izquierda concluyó que tenía que "adaptarse o perecer", para lo que empezó a ceder lo máximo esperando conservar lo mínimo. Muchos se deslindaron del supuesto "experimento" soviético, que dejó así de ser experiencia de aciertos y errores de la cual extraer lecciones. A la larga, la propia izquierda socialdemócrata resultó perjudicada y carece hoy del empuje de antaño. No hay centro entre el capitalismo y la nada, ni puede haberlo. Quienes dicen que hay que tomar "lo mejor de los dos sistemas" quieren el lucro con Estado de Bienestar, que es la vuelta al "esplendor" de la segunda posguerra.
La izquierda dejó de atreverse a hablar de socialismo (ya ni se diga de comunismo, que nunca fue lo suyo) y se limitó en su autofobia a "fugarse de la Historia" (parafraseando a Losurdo), con propuestas tan vagas como "otro mundo es posible" y así por el estilo. Desde luego que "otro mundo es posible": para peor, por ejemplo. La izquierda dejó también de atacar al imperialismo y a lo sumo acogió a la derecha del partido Demócrata estadounidense (hasta en Cuba hay muchos dispuestos a seguirlo) como máximo horizonte posible. La propuesta del "socialismo del siglo XXI" no duró en Venezuela (entre otras cosas por el anticomunismo de algunos chavistas como Diosdado Cabello). La izquierda que nació con el capitalismo en la Revolución francesa (y no contra él) dejó de reclamar igualdad (lo entendió para bien o para mal como nivelación por lo bajo), se olvidó por completo de la fraternidad y se quedó no con la libertad, sino con "lo libertario", otra vez al gusto de los Demócratas estadounidenses. Más de uno llegó a creer que sin el comunismo y cediendo lo máximo sería más fácil: ya no habría la posibilidad de establecer la equivalencia izquierda=comunismo, aunque el capitalismo estableció otras (izquierda=populismo, izquierda=Norcorea o izquierda=anacronismo). Con la autofobia no hay nada que enseñar (predicar con el ejemplo) ni que aprender (de una Historia que según la izquierda "no es la suya", aunque ya no tiene una propia). Salvo excepciones, la izquierda dejó incluso de tener un lenguaje propio, que correspondiera a sus intereses: se limitó, como el capitalismo estadounidense (the pursuit of happiness), a proponer "perder el miedo a ser feliz". Amor y paz.
La izquierda en general cayó en la autofobia justo al momento en que, siempre para usar la caracterización del estudioso italiano Domenico Losurdo, el capitalismo empezó a dar en el autobombo: con la caída del sovietismo en 1989-1991. Desde entonces, la "tercera vía" que el propio capitalismo había soltado por ahí dejó de tener vigencia y la izquierda concluyó que tenía que "adaptarse o perecer", para lo que empezó a ceder lo máximo esperando conservar lo mínimo. Muchos se deslindaron del supuesto "experimento" soviético, que dejó así de ser experiencia de aciertos y errores de la cual extraer lecciones. A la larga, la propia izquierda socialdemócrata resultó perjudicada y carece hoy del empuje de antaño. No hay centro entre el capitalismo y la nada, ni puede haberlo. Quienes dicen que hay que tomar "lo mejor de los dos sistemas" quieren el lucro con Estado de Bienestar, que es la vuelta al "esplendor" de la segunda posguerra.
La izquierda dejó de atreverse a hablar de socialismo (ya ni se diga de comunismo, que nunca fue lo suyo) y se limitó en su autofobia a "fugarse de la Historia" (parafraseando a Losurdo), con propuestas tan vagas como "otro mundo es posible" y así por el estilo. Desde luego que "otro mundo es posible": para peor, por ejemplo. La izquierda dejó también de atacar al imperialismo y a lo sumo acogió a la derecha del partido Demócrata estadounidense (hasta en Cuba hay muchos dispuestos a seguirlo) como máximo horizonte posible. La propuesta del "socialismo del siglo XXI" no duró en Venezuela (entre otras cosas por el anticomunismo de algunos chavistas como Diosdado Cabello). La izquierda que nació con el capitalismo en la Revolución francesa (y no contra él) dejó de reclamar igualdad (lo entendió para bien o para mal como nivelación por lo bajo), se olvidó por completo de la fraternidad y se quedó no con la libertad, sino con "lo libertario", otra vez al gusto de los Demócratas estadounidenses. Más de uno llegó a creer que sin el comunismo y cediendo lo máximo sería más fácil: ya no habría la posibilidad de establecer la equivalencia izquierda=comunismo, aunque el capitalismo estableció otras (izquierda=populismo, izquierda=Norcorea o izquierda=anacronismo). Con la autofobia no hay nada que enseñar (predicar con el ejemplo) ni que aprender (de una Historia que según la izquierda "no es la suya", aunque ya no tiene una propia). Salvo excepciones, la izquierda dejó incluso de tener un lenguaje propio, que correspondiera a sus intereses: se limitó, como el capitalismo estadounidense (the pursuit of happiness), a proponer "perder el miedo a ser feliz". Amor y paz.
miércoles, 6 de diciembre de 2017
TOLERANCIA
Izquierda y comunismo no son lo mismo, porque el segundo, a diferencia del primero, supone una ruptura radical con el capitalismo. En la actualidad el comunismo prácticamente ya no existe, aunque en algunos países (como China, Vietnam y Cuba) gobiernan partidos comunistas (el más cercano al ideario comunista es el gobierno de Raúl Castro en Cuba, aunque en este país el fidelismo/Movimiento 26 de julio/ dejó una huella de profundo anticomunismo). En otros países existe oposición comunista: la más fuerte, aunque ideológicamente desorientada, es la de la Federación Rusa (Partido Comunista de la Federación Rusa, PCFR o KPRF), todavía con Guennadi Ziuganov a la cabeza. En América Latina los partidos comunistas fuertes, donde los hubo (por ejemplo en Chile y Uruguay) se colocaron a remolque de la Revolución Cubana, que hizo mucho por marginarlos, como lo hizo con las guerrillas que no eran pro-cubanas (las Fuerzas Armas Revolucionarias de Colombia, FARC, por ejemplo). En el Tercer Mundo los gobiernos nacional-populares han solido ser duramente anticomunistas, y Cuba no ha sido la excepción, así se llame nominalmente "socialista". Esto quiere decir que no hay equivalencia izquierda=comunismo, de la misma manera en que no la hay entre izquierda=populismo y menos aún entre izquierda y terror, escasez y antidemocracia. Desafortunadamente, en América Latina los partidos comunistas se colocaron a la cola del guevarismo, perdiendo autonomía y pensamiento propio. Por lo demás, cuando un partido comunista como el chino hace una política capitalista, es perfectamente bien tolerado por el mundo capitalista. Norcorea es otra cosa, ya que sigue con extravagancia la idea "Juche" de Kim Il Sung, su fundador.
La izquierda surgió con la Revolución Francesa (los parlamentarios que se sentaban a la izquierda en la Asamblea), el comunismo bastante después, con Marx, Engels y posteriormente Lenin. La izquierda no-comunista ha sido bastante bien tolerada por el capitalismo (lo fue durante la segunda posguerra), porque sirve de "indicador" -según tenga fuerza o no la tenga- para orientar la "gobernabilidad" y detectar los puntos en los cuales hay que hacer el ademán de ceder o soltar algo, para cooptar el descontento y canalizarlo dentro del mismo capitalismo, si es necesario con gobiernos o con posturas socialdemócratas, es decir, de centro-izquierda. A su vez, el comunismo opositor, donde lo hay, es tolerado hoy simplemente porque no significa riesgo de ruptura, dada su mínima representatividad.
Después de haber pregonado la "tercera vía", incluso en el estilo de un Anthony Blair (hoy ex primer ministro británico), el capitalismo, que a lo sumo admite "en la izquierda" -dizque- al partido Demócrata estadounidense (sin Bernard Bernie Sanders), se ha vuelto menos tolerante con la izquierda en general, incluso con gobiernos socialdemócratas como el venezolano (ya abandonó toda idea de "socialismo del siglo XXI"), hasta donde pretende ser nacional-popular y ésto molesta. Desde antes del desplome del bloque socialista y la Unión Soviética, el capitalismo ha venido siguiendo la "estrategia de la rodaja de salami" (segmentación mediante alianzas o amenazas) para debilitar a la izquierda, después de haberse deshecho del comunismo occidental. Es esta nueva incapacidad del capitalismo para tolerar a la izquierda, incluso hacia el centro (la izquierda reformista, partidaria de reformar al mismo capitalismo) la que ha orillado a muchos electores hacia la derecha -el dizque "populismo"- del conservadurismo imperante. Sin comunismo, la izquierda está reducida a sobrevivir como una variante "redistributiva" de este conservadurismo, por más que se haga llamar "liberal", cosa que en la práctica no es, porque no lucha contra los privilegios. La otra variante es la ultraizquierda o izquierda infantil, que puede darle al conservadurismo ganador tintes e incluso prácticas fascistoides.
Dado que la izquierda, a diferencia del comunismo, nació con el capitalismo (y no por oposición a éste), serrucharla -cuando no se serrucha sola- es volver aún más conservador al mismo capitalismo, de tal modo que corta la rama en que está sentado y arriesga seguir llevándose cuesta abajo en la descomposición a quien se deje ilusionar.
La izquierda surgió con la Revolución Francesa (los parlamentarios que se sentaban a la izquierda en la Asamblea), el comunismo bastante después, con Marx, Engels y posteriormente Lenin. La izquierda no-comunista ha sido bastante bien tolerada por el capitalismo (lo fue durante la segunda posguerra), porque sirve de "indicador" -según tenga fuerza o no la tenga- para orientar la "gobernabilidad" y detectar los puntos en los cuales hay que hacer el ademán de ceder o soltar algo, para cooptar el descontento y canalizarlo dentro del mismo capitalismo, si es necesario con gobiernos o con posturas socialdemócratas, es decir, de centro-izquierda. A su vez, el comunismo opositor, donde lo hay, es tolerado hoy simplemente porque no significa riesgo de ruptura, dada su mínima representatividad.
Después de haber pregonado la "tercera vía", incluso en el estilo de un Anthony Blair (hoy ex primer ministro británico), el capitalismo, que a lo sumo admite "en la izquierda" -dizque- al partido Demócrata estadounidense (sin Bernard Bernie Sanders), se ha vuelto menos tolerante con la izquierda en general, incluso con gobiernos socialdemócratas como el venezolano (ya abandonó toda idea de "socialismo del siglo XXI"), hasta donde pretende ser nacional-popular y ésto molesta. Desde antes del desplome del bloque socialista y la Unión Soviética, el capitalismo ha venido siguiendo la "estrategia de la rodaja de salami" (segmentación mediante alianzas o amenazas) para debilitar a la izquierda, después de haberse deshecho del comunismo occidental. Es esta nueva incapacidad del capitalismo para tolerar a la izquierda, incluso hacia el centro (la izquierda reformista, partidaria de reformar al mismo capitalismo) la que ha orillado a muchos electores hacia la derecha -el dizque "populismo"- del conservadurismo imperante. Sin comunismo, la izquierda está reducida a sobrevivir como una variante "redistributiva" de este conservadurismo, por más que se haga llamar "liberal", cosa que en la práctica no es, porque no lucha contra los privilegios. La otra variante es la ultraizquierda o izquierda infantil, que puede darle al conservadurismo ganador tintes e incluso prácticas fascistoides.
Dado que la izquierda, a diferencia del comunismo, nació con el capitalismo (y no por oposición a éste), serrucharla -cuando no se serrucha sola- es volver aún más conservador al mismo capitalismo, de tal modo que corta la rama en que está sentado y arriesga seguir llevándose cuesta abajo en la descomposición a quien se deje ilusionar.
lunes, 4 de diciembre de 2017
MI PEOR ES NADA
El habitante promedio del mundo capitalista no puede representarse el socialismo, por ignorancia (las más de las veces, completa) o porque, al no tener el acto psicológico de la "vivencia", no puede juzgar ni pronunciarse, salvo que tenga la "vivencia" de algún otro. Las cosas hay que vivirlas, y como ese habitante no ha vivido lo desconocido, más allá de lo que pudieran haberle dicho, no puede quererlo. Tal pareciera que es mejor quedarse con "lo vivido", por conocido, así sea algo nada bueno. Qué se le va a hacer: al menos es "nuestra vivencia", en vez de un salto a lo desconocido o algo peor.
De este modo, se prefiere al cambio la inercia o incluso la regresión, pero en lo conocido. Son décadas que el capitalismo no se reforma, por lo menos desde los años '70, y que la crisis se ha vuelto permanente, pero la única "vivencia que se vió" es que el socialismo tal y como se lo conocía se desplomó en 1989-1991. No hay razón para querer nada mejor que no sea más abundancia (adictiva) dentro del capitalismo, si alcanza para más (y siempre lo promete, porque nadie gana una elección diciendo que no alcanzará para todos, o al menos para la mayoría). Parafraseando a Samir Amin, se trata de salir de la crisis del capitalismo y no del capitalismo en crisis, aunque quienes logren "salir" sean finalmente pocos. Al no tenerse la "vivencia" del socialismo, bien puede preferirse caer hasta en la abyección, pero con tal de que sea "algo vivido", en el capitalismo.
Los "testimonios" que nunca se pueden verificar o que son aíslados o mentirosos, o los testimonios sacados de contexto (como los recogidos por la escritora Svetlana Alexievich), bastan, porque son "vivencias", para establecer las equivalencias de siempre, socialismo=terror, socialismo=escasez y socialismo=antidemocracia. Nadie repetirá que, conceptualmente, socialismo es igual a propiedad social de los medios de producción (no propiedad de unos cuantos para explotar a muchos). Un concepto no se puede "vivenciar", al parecer. Así que el que no es ignorante puede creer que tiene "la vivencia" porque la vió en pantalla o la leyó: esta (falsa) vivencia -muy frecuente en el esnobismo intelectual- señala que socialismo no significa la posibilidad de proseguir con la humanización de la vida en sociedad, la salida de la alienación. Es preferible "la vivencia" de una deshumanización que ni siquiera se ve como tal (al menos en las capas medias y clases dominantes), aunque muchos se quejen, porque el capitalismo "vivido" (!y hasta el "por vivir"!) se plantea como más humano y mejor, una "forma superior". ¿Qué sigue? Más de lo mismo, o peor, porque el capitalismo es "nuestro peor es nada" (puesto que el socialismo es "nada"). Si alguien se atreviera a querer algo mejor y en verdad más humano, que desafiara al statu quo, se quedaría sin nada. Esa es la amenaza velada.
De este modo, se prefiere al cambio la inercia o incluso la regresión, pero en lo conocido. Son décadas que el capitalismo no se reforma, por lo menos desde los años '70, y que la crisis se ha vuelto permanente, pero la única "vivencia que se vió" es que el socialismo tal y como se lo conocía se desplomó en 1989-1991. No hay razón para querer nada mejor que no sea más abundancia (adictiva) dentro del capitalismo, si alcanza para más (y siempre lo promete, porque nadie gana una elección diciendo que no alcanzará para todos, o al menos para la mayoría). Parafraseando a Samir Amin, se trata de salir de la crisis del capitalismo y no del capitalismo en crisis, aunque quienes logren "salir" sean finalmente pocos. Al no tenerse la "vivencia" del socialismo, bien puede preferirse caer hasta en la abyección, pero con tal de que sea "algo vivido", en el capitalismo.
Los "testimonios" que nunca se pueden verificar o que son aíslados o mentirosos, o los testimonios sacados de contexto (como los recogidos por la escritora Svetlana Alexievich), bastan, porque son "vivencias", para establecer las equivalencias de siempre, socialismo=terror, socialismo=escasez y socialismo=antidemocracia. Nadie repetirá que, conceptualmente, socialismo es igual a propiedad social de los medios de producción (no propiedad de unos cuantos para explotar a muchos). Un concepto no se puede "vivenciar", al parecer. Así que el que no es ignorante puede creer que tiene "la vivencia" porque la vió en pantalla o la leyó: esta (falsa) vivencia -muy frecuente en el esnobismo intelectual- señala que socialismo no significa la posibilidad de proseguir con la humanización de la vida en sociedad, la salida de la alienación. Es preferible "la vivencia" de una deshumanización que ni siquiera se ve como tal (al menos en las capas medias y clases dominantes), aunque muchos se quejen, porque el capitalismo "vivido" (!y hasta el "por vivir"!) se plantea como más humano y mejor, una "forma superior". ¿Qué sigue? Más de lo mismo, o peor, porque el capitalismo es "nuestro peor es nada" (puesto que el socialismo es "nada"). Si alguien se atreviera a querer algo mejor y en verdad más humano, que desafiara al statu quo, se quedaría sin nada. Esa es la amenaza velada.
viernes, 1 de diciembre de 2017
EN DESCOMPOSICION
El capitalismo no se encuentra en la actualidad amenazado desde fuera, mucho menos por el socialismo, y ya no se diga por lo que algunos se han inventado como "populismo".
En el capitalismo, las capas medias y las clases dominantes están convencidas de que socialismo=escasez, de que socialismo=terror y, finalmente, de que el socialismo es anti-democrático. Esas capas y clases le tienen pavor al pueblo y han remplazado a la democracia como "gobierno del pueblo" por la democracia como "gobierno de la mayoría", lo que no es lo mismo. Esta mayoría consensúa luego de actos de compra-venta "simbólicos" (electorales) decisiones que no toma: en el capitalismo actual, las decisiones que sí importan se toman sin consultar al pueblo, con frecuencia contra él (en particular si es trabajador) y entre la alta finanza, las corporaciones transnacionales, los complejos militar-industriales, los organismos internacionales y políticos al servicio de estos intereses. Al mismo tiempo, las capas medias y hasta una parte de los sectores populares se compran el derecho de hacerse de la vista gorda -aunque se quejen- a cambio de que haya aunque sea una mínima derrama económica -una oferta- por parte de esos intereses. En la democracia para mayorías, que no paran de demandar, hay "demanda y oferta" (y los políticos no paran de ofertar). Cerrado el trato, cada quien se va a lo suyo: la mayoría al "mientras yo y los míos estemos bien, lo demás no importa", y los intereses descritos a sus negocios ("y lo demás no importa"), siendo ambos perjudiciales para la sociedad en su conjunto, porque se le da la espalda a cualquier bien común. En rigor, la democracia actual ni siquiera es el gobierno de las mayorías, sino un negocio que perjudica la vida en común. El capitalismo está así amenazado desde dentro, mientras cree estarlo desde fuera, por los supuestos populismos o lo que sea.
Cuando existió en el poder, el socialismo fue el gobierno del pueblo y no de las mayorías, al menos durante determinados periodos. Lo del temor a la escasez es algo que sale de grupos sociales que viven en la abundancia (capitalista) sin darse cuenta de que es por sobre-producción, por lo tanto por crisis y no por una verdadera bonanza, que por lo demás no debería ser anárquica: como lo hiciera notar el traductor Roger Dangeville (Marx-Engels. La crise) a principios de la misma crisis, en los años '70, se trata de un "capitalismo drogado", entre otras cosas por los lujos. Por otra parte, las investigaciones históricas serias y más recientes han demostrado, sobre la base de archivos, que no hubo "gran terror" en el socialismo (en este caso, el soviético). No importa, ahí viene el coco: incluso bajo el gobierno democrático chileno de Salvador Allende (1970-1973) se convencía a las capas medias de que iban a ser expropiados hasta los niños, para quedar "a cargo del Estado y no de la familia".
La fuerza de estos estereotipos -en otro nivel, se trata de falacias- y la comodidad del negocio electoral-democrático -mientras haya para cierta derrama- vuelven imposible un cambio en profundidad, pero permiten que en esta misma se siga descomponiendo el capitalismo.
En el capitalismo, las capas medias y las clases dominantes están convencidas de que socialismo=escasez, de que socialismo=terror y, finalmente, de que el socialismo es anti-democrático. Esas capas y clases le tienen pavor al pueblo y han remplazado a la democracia como "gobierno del pueblo" por la democracia como "gobierno de la mayoría", lo que no es lo mismo. Esta mayoría consensúa luego de actos de compra-venta "simbólicos" (electorales) decisiones que no toma: en el capitalismo actual, las decisiones que sí importan se toman sin consultar al pueblo, con frecuencia contra él (en particular si es trabajador) y entre la alta finanza, las corporaciones transnacionales, los complejos militar-industriales, los organismos internacionales y políticos al servicio de estos intereses. Al mismo tiempo, las capas medias y hasta una parte de los sectores populares se compran el derecho de hacerse de la vista gorda -aunque se quejen- a cambio de que haya aunque sea una mínima derrama económica -una oferta- por parte de esos intereses. En la democracia para mayorías, que no paran de demandar, hay "demanda y oferta" (y los políticos no paran de ofertar). Cerrado el trato, cada quien se va a lo suyo: la mayoría al "mientras yo y los míos estemos bien, lo demás no importa", y los intereses descritos a sus negocios ("y lo demás no importa"), siendo ambos perjudiciales para la sociedad en su conjunto, porque se le da la espalda a cualquier bien común. En rigor, la democracia actual ni siquiera es el gobierno de las mayorías, sino un negocio que perjudica la vida en común. El capitalismo está así amenazado desde dentro, mientras cree estarlo desde fuera, por los supuestos populismos o lo que sea.
Cuando existió en el poder, el socialismo fue el gobierno del pueblo y no de las mayorías, al menos durante determinados periodos. Lo del temor a la escasez es algo que sale de grupos sociales que viven en la abundancia (capitalista) sin darse cuenta de que es por sobre-producción, por lo tanto por crisis y no por una verdadera bonanza, que por lo demás no debería ser anárquica: como lo hiciera notar el traductor Roger Dangeville (Marx-Engels. La crise) a principios de la misma crisis, en los años '70, se trata de un "capitalismo drogado", entre otras cosas por los lujos. Por otra parte, las investigaciones históricas serias y más recientes han demostrado, sobre la base de archivos, que no hubo "gran terror" en el socialismo (en este caso, el soviético). No importa, ahí viene el coco: incluso bajo el gobierno democrático chileno de Salvador Allende (1970-1973) se convencía a las capas medias de que iban a ser expropiados hasta los niños, para quedar "a cargo del Estado y no de la familia".
La fuerza de estos estereotipos -en otro nivel, se trata de falacias- y la comodidad del negocio electoral-democrático -mientras haya para cierta derrama- vuelven imposible un cambio en profundidad, pero permiten que en esta misma se siga descomponiendo el capitalismo.
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