Algunos analistas latinoamericanos y latinoamericanistas estaban hasta hace poco adelantando un "nuevo ciclo progresista" a partir de la resistencia opositora en Honduras, el papel del Frente Amplio en Chile y las elecciones del año 2018 (México, Brasil y Colombia). La resistencia hondureña se extinguió y el Frente Amplio jugó en Chile un papel dudoso: las elecciones las ganó el conservadurismo, con la vuelta de Sebastián Piñera. Hasta aquí, no se abrió ningún nuevo "ciclo" de nada, sino que se afianzó la restauración conservadora. De paso, esos analistas se olvidaron de las elecciones costarricenses y paraguayas.
Unas 73 mil personalidades de Brasil y otros países firmaron el Manifiesto "Elección sin Lula es fraude" (con la esperanza de llegar a las 75 mil firmas), y en la redacción del texto volvió a despuntar la esperanza en la apertura de "un nuevo ciclo político". Hasta hace poco, quienes criticaban a los gobiernos de izquierda en América Latina y el Caribe por "extractivistas" daban por sentado el "fin del ciclo progresista". Lo que llama la atención es esta visión cíclica de la Historia. Dicho sea de paso, también la tienen algunos en la economía: la crisis podría dar lugar en algún momento a una salida que haga regresar al Estado de Bienestar. Cabe preguntarse incluso si todas estas visiones cíclicas no tienen en común la nostalgia por ese tipo de Estado, que ha sido mitificado y que parecía tener en la gloria a las capas medias.
El "eterno retorno" no tiene que ver en realidad nada con la izquierda (y mucho menos con el marxismo o el leninismo), por más que le guste a José el Pepe Mujica, y sí en cambio con Nietzsche, el filósofo reaccionario alemán. Pero no hay garantía ninguna de que el supuesto "ciclo" vaya a repetirse, y menos para mejor, por algún automatismo, del mismo modo en que no hay Historia en línea recta.
Para lo que ha servido esta visión cíclica de la Historia de la izquierda es, a la vez, para que los de siempre estén expectantes de las nuevas posibilidades de "tomar el poder" y para que los problemas de los gobiernos izquierdistas sean silenciados (un caso tipo es el de los ridículos del presidente Salvador Sánchez Cerén en El Salvador y del olvidado Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, con la aberrante y mentirosa expulsión de Nayib Bukele, alcalde de San Salvador), salvo excepciones como las de Alvaro García Linera en Bolivia o Rafael Correa en el Ecuador. Las dificultades son tratadas a lo sumo en petit comité y en disputas en las cuales los unos se sacan a los otros los ojos. Esa prisa por "tomar el poder" suele hacer que se deje de lado toda experiencia desde abajo porque la "convicción" es que sólo se puede hacer "algo" desde arriba, desde el "poder" mismo: redistribuir para cooptar en vez de organizar, por ejemplo. La visión cíclica es la del "eterno retorno del poder", por lo que hay que cuidar de no perderse "las posibilidades de la próxima vuelta"; en vez de enseñar y aprender, hay que saber maniobrar para estar siempre en la posición correcta (y hasta la victoria siempre, nunca en una derrota). Lula, por ejemplo, es todo un experto en movilizar a su favor al MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra), un movimiento muy horizontal, para dejarlo tirado luego desde el gobierno. La izquierda descrita -la que busca causas para las firmas- carece de cultura justamente porque no aprende ni enseña: muy "políticamente", se la pasa en la maniobra para el poder.
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viernes, 29 de diciembre de 2017
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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