Pese a lo que dijeron más de un periódico y más de un analista, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en las elecciones de México el 1o de julio no fue algo que "arrasara" ni un "tsunami" (contra lo que anunciara el monstruosamente ególatra analista Alfredo Jalife-Rahme), etcétera. El candidato de la coalición Juntos Haremos Historia tuvo una votación copiosa que llegó al 53 % de los votos emitidos, lo que quiere decir que, como en muchos países latinoamericanos (y tal vez en otros), los votantes están divididos prácticamente en mitades, es decir, polarizados. Desde 2006, la primera vez que se presentó López Obrador, se hizo no poco para polarizar desde el poder, incluso, no hay que olvidarlo, retratando al candidato de la coalición antes mencionada como "un peligro para México".
México tiene poco más de 120 millones de habitantes y estaban habilitados para votar poco más de 89 millones. La participación fue relativamente alta, aunque tampoco "abrumadora", de tal modo que sufragaron unos 56 millones y medio de personas. AMLO obtuvo 30 millones de votos. Lo que vale para Alvaro Uribe en Colombia debe valer honestamente para López Obrador en México: ganó con poco menos de 34 % de los votos de los empadronados. Lo dicho hasta aquí podría servir para que la coalición Juntos Haremos Historia no se maree hasta olvidar que navega en aguas difíciles, para no decir que turbias: ya aparecieron muy veloces quienes en nombre de la estabilidad o incluso de la "reconciliación" se apresuran a coaccionar al vencedor, y los medios de comunicación masiva están repletos de "jueces" patológicos.
López Obrador no ganó con el voto de los pobres, sino de la clase media. De acuerdo con lo dado a conocer por Francisco Abundis, de Parametría (casa encuestadora), votaron por AMLO más hombres que mujeres (al revés del candidato oficial, José Antonio Meade) y adultos de entre 26 y 35 años con mayor escolaridad e ingresos. López Obrador tuvo sus mayores porcentajes entre las personas con mayores ingresos (64 %), mientras el Partido Revolucionario Institucional (PRI) contó con su mayor electorado entre quienes tienen ingresos muy bajos, como acostumbrado.
Desde el punto de vista anterior, es posible que muchos hayan estado creyendo vivir más una "primavera democrática" -en buena medida inducida y desde hace mucho- contra el PRI que un cambio para las clases populares. Decimos inducida porque las "benditas redes sociales", como las llamó AMLO, habrían hecho cosas extrañas: por ejemplo, creando muy por anticipado una "percepción de triunfo" con más de un 60 % de seguidores que eran bots (cuentas falsas y automatizadas, aunque otros candidatos no se quedaron muy atrás), según un estudio dado a conocer en Aristegui Noticias. Las redes sociales hicieron lo que se llama "alterar la conversación social"(!).
El proyecto de López Obrador es democrático-burgués (y no tiene nada que ver con un Centro con Compromiso con las Mayorías- CCM, según el último invento de Heinz Dieterich, quien insulta y yerra en sus pronósticos tanto como Jalife-Rahme), algo importante en un país que como México no completó esta fase, y se propone en lo fundamental erradicar la corrupción, que es por lo que deberá ser evaluado, no por hacer o no hacer lo que otros quieren "que les hagan" (la revolución, la redención de todos los pobres, el control del poder por el poder, un lugar bajo el sol, el paraíso de la clase media, el de los empresarios, etcétera). Ni siquiera AMLO quiso participar en una demolición a ultranza del PRI y del presidente mexicano (Enrique Peña Nieto): "ya se volvió deporte nacional atacar a Peña Nieto...., es como el payaso de las cachetadas, no me voy a sumar a éso, yo tengo mi propio criterio", declaró López Obrador. Y hay muchos imponderables: el curso de la economía -entre otros- se sabrá mejor después de las elecciones intermedias de noviembre en Estados Unidos y de que se conozca la suerte del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte). Hasta ahora, no se ha erradicado en México un muy arraigado "síndrome de ELA" (Estado Libre Asociado).
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