Hace poco fue publicado el libro El estallido del populismo, una compilación de Alvaro Vargas Llosa con un pésimo prólogo de papá, Mario Vargas Llosa, quien por lo visto ya no se esfuerza mucho y se limita a la más refinada mala fe. El libro es desigual: hay desde artículos interesantes como el de Enrique Krauze hasta verdaderas tocadas de guitarra como la de Carlos Alberto Montaner. Es una lástima que la izquierda no haya logrado articular una respuesta frente a esta embestida que ahora califica casi cualquier discrepancia como "populismo", sea de izquierda o de derecha.
Lo cierto es que la compilación incluye un buen texto del escritor nicaraguense Sergio Ramírez, quien analiza desde las promesas incumplidas hasta las extravagancias de la pareja presidencial Daniel Ortega-Rosario Murillo. La información es interesante, y cabe la posibilidad de catalogar como "populista" al gobierno de Ortega, de la misma manera en que Yoani Sánchez aporta elementos no desdeñables para clasificar igual, como una forma de populismo, al régimen cubano. El problema estriba en que los análisis de ambos se pierden en la necesidad de complacer a la perversidad de la derecha dizque liberal. El texto de Ramírez, quien por cierto cita al embaucador Bernard-Henri Lévy, adalid del desastroso Maidán ucraniano, es previo a los sucesos recientes en Nicaragua, y ya deja entrever la cantinela de que "Ortega y Somoza son la misma cosa", algo que han repetido recientemente muchos medios de comunicación.
50 mil nicaraguenses murieron en la batalla para expulsar a Anastasio Somoza del gobierno, a finales de los años '70. Somoza usó para reprimir incluso tanques Sherman, helicópteros armados con ametralladoras y rockets (helicópteros artillados), artillería, etcétera. Ante las protestas recientes, Ortega mandó a la policía a sus cuarteles y el asunto parece haberse calmado con la presencia en las calles de la policía voluntaria, compuesta por miembros del pueblo cansados de la inseguridad instalada por las pandillas de los opositores. El número de muertos oscila entre poco menos de 200 (cifra oficial) y 400 (cifra opositora). Comparar a Ortega con Somoza está fuera de toda proporción, como lo estuvo la acusación de "genocidio" del jovencito líder opositor Lesther Alemán. Por lo visto, se trata de una batalla por los medios de comunicación masiva y de ganar en ellos lo que no se puede ganar en verdadera legitimidad y por la razón.
Sergio Ramírez escribió recientemente "La muchacha de Pernambuco", en homenaje a una joven estudiante brasileña de medicina asesinada absurdamente por un "paramilitar" de Ortega, o por un guardia de seguridad privada. Es cierto que el episodio parece lamentable. Pero Ramírez, buen "colonizado", no ha tomado la pluma para lamentar lo que sucede en los "tranques" (obstáculos a vialidades) instalados por la oposición; al menos en Masaya, esos lugares han sido pretexto para que el lumpen que se sublevó en Nicaragua viole a mujeres, incluyendo mujeres policías. ¿Y la heroicidad de Monimbó? Ninguna, si se toma en cuenta que ese barrio indígena de Masaya pasó a estar controlado un tiempo por nueve pandillas. ¿Autoconvocados pacíficos? Tampoco: en la misma Masaya se amenazó con quemar las casas de mujeres simpatizantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). "El pobre de derecha es el peor producto que puede dar este sistema", considera el dirigente sandinista Jacinto Suárez. "Aquí hay en Nicaragua, como en otros países del mundo, prosigue, un porcentaje de votantes, que aquí debe ser como de 30 por ciento, que (es) de derecha. !Y son pobres! Como en los años de la contrarrevolución, que era gente pobre la que se alzaba".
Los vuelos líricos de un Sergio Ramírez terminan en acompañamiento al lumpen, en resumidas cuentas. Es algo no muy inusual en las oligarquías latinoamericanas. Y queda, desde luego, el tipo que no ve, porque no busca ver, algo extraño para su profesión: "ha habido mucha corrupción, mucha represión", pontifica Noam Chomsky delante de Amy Goodman en DemocracyNow!, cuyas fuentes en Nicaragua son pésimas y hasta aseguran que con Ortega ha habido "neoliberalismo". "Es autocrático, sin lugar a dudas", remata Chomsky. Son fáciles de reconocer, estos intelectuales que no informan, ni analizan ni debaten: nunca tienen "lugar a dudas". Y así se pierde lo que Sergio Ramírez o Yoani Sánchez hubieran podido aportar, aunque no está mal leerlos, como no es errado pedirle a Ortega corregir ya controlado el lumpen interno y externo. Al menos así lo considera Jacinto Suárez.
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