El mandatario estadounidense Donald Trump anunció hace rato su deseo de que Estados Unidos se vaya de Siria, pero el establishment y el Estado profundo estadounidenses parecen tener otros planes.
Hace ya un tiempo que Estados Unidos tiene presencia militar en el norte de Siria, en una región bajo dominación kurda, en particular del Partido de la Unión Democrática (PYD, por sus siglas en kurdo) y sus "comunas", que tienen influencia anarquista y ecológica estadounidense, la de Murray Bookchin. Ahora Washington ha instalado un sistema de radares, tres, en las localidades de Tal Baidar, Ayn al Arab y Sarrin, además de tener por ahí 13 radares portátiles y fijos. Estados Unidos podría desplegar además en la misma zona escudos antimisiles, en particular en Al Hasaka y Rmeilan. Por lo pronto, el despliegue de los radares cubre un área de 26 mil kilómetros cuadrados que conforman también una zona de exclusión aérea. Desde las posiciones descritas, Estados Unidos tiene la capacidad para intimidar y/o provocar a Siria, Turquía, Rusia e Irán.
Al mismo tiempo, Estados Unidos no ha abandonado las posiciones que tiene al sur de Siria, hacia la frontera israelí y jordana. Tropas de Estados Unidos están en Al-Tanf, donde hay grupos del Estado Islámico de Iraq y el Levante (EIIL) y del Frente Al Nusra, lo que confirma por enésima vez el apoyo de Washington al terrorismo. Los extremistas también están en el campo de refugiados cercano de Rukban, donde hay 75 mil desplazados, alrededor del aeródromo estadounidense de Al-Tanf. Cabe señalar que el terrorismo ha usado desde el principio del conflicto a población civil como escudo. Normalmente, en Al-Tanf únicamente pueden estar tropas sirias. La base militar estadounidense en el lugar ocupa unas 34 millas. En suma, Estados Unidos ha estado "camuflajeando" a terroristas entre la población civil.
Las bases militares estadounidenses en Siria están operando sin el permiso de Damasco, capital del país árabe. Cabe señalar que Naciones Unidas no ha tocado en ningún momento a Estados Unidos por este proceder, y es tan extraño como el silencio de la izquierda internacional sobre la agresión contra Siria. Claudio Katz, por ejemplo, escribía a principios de 2017 sobre la "tragedia siria", que le parecía un enfrentamiento entre "dos bandos igualmente reaccionarios": "es tan equivocado justificar los crímenes del gobierno, como ignorar la confiscación reaccionaria de la revuelta". El autor, hasta el momento, no ha podido mostrar en qué y cómo el gobierno sirio reprimió la "primavera democrática". Ni tuvo tiempo de hacerlo que ya le habían colado al terrorismo.
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