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viernes, 19 de octubre de 2018

LO QUE NO DICE SU NOMBRE

La filósofa estadounidense Nancy Frazer acuñó en una entrevista reciente para el portal Rebelión la expresión "neoliberalismo progresista" para referirse a aquéllo contra lo que estarían reaccionando los "populismos", que algunos ven como "fascismos".
     Ese "neoliberalismo progresista" ha promovido la desregulación financiera, mermado el Estado y las conquistas de los trabajadores, fomentado la globalización básicamente como libre circulación de capitales (libre comercio), etcétera, y ha llevado a cabo al mismo tiempo una política de reconocimiento que, según Frazer, "(...) se centra en la comprensión liberal del multiculturalismo, el ecologismo y los derechos de las mujeres y LGBTQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y queer)". A lo anterior cabría seguramente agregar el reconocimiento de "los jóvenes".
     Así, "orientando la discriminación, dice Frazer, tratan de asegurar que unos cuantos individuos 'con talento' de grupos 'infrarrepresentados' puedan llegar a la cima de la jerarquía corporativa !y lograr puestos por los que les paguen como a los hombres blancos heterosexuales de la misma clase!. Lo que no se dice, en cambio, es que mientras esta minoría 'rompe el techo de cristal', todos los demás siguen atrapados en el sótano". Así, "la vertiente del reconocimiento ha funcionado como coartada del lado económicamente regresivo. Ha facilitado que el neoliberalismo se presente como cosmopolita, emancipatorio, progresista y moralmente avanzado -en oposición a unas aparentemente provincianas, retrógradas e ignorantes clases obreras". De hecho, el mundo del trabajo ya ni se menciona, es tabú. En cambio, la coartada a la que se refiere Frazer funciona de tal modo que quienes en esa política del reconocimiento reciben "los derechos y las libertades"  están dispuestos a entronizar el llamado "neoliberalismo". Todo lo anterior constituiría con mucho la llamada "democracia liberal", aunque no sea un verdadero liberalismo, contra la que estarían atentando "populistas" y "fascistas".
     Lo curioso de lo que Frazer llama "neoliberalismo progresista" es que en realidad no es, contra lo que dice la filósofa, "meritocrático", puesto que hace pasar esa política del reconocimiento (como discriminación positiva) antes que el mérito o el talento real, llegando al grado de la saturación irritante y la gestión inepta. Es algo que se nota más en los países y las universidades del subdesarrollo: dicha política, no ajena al gran capital y todos sus negocios y privatizaciones, es por lo menos clientelista, aunque no llegue a ser corporativista. Siendo clientelista, cierra las puertas al concurso de méritos y aspira por lo demás a silenciar lo que no entre en el juego de los reconocimientos particulares. Así como silencia el mundo del trabajo, omite la crítica del imperio al que por el contrario gusta de imitar, sobre todo cuando se trata de los Demócratas estadounidenses. Es toda una omertá que se muestra no como la mafia que es, sino como algo moralmente avanzado de lo que es imposible discrepar sin atentar contra la democracia. El problema es que donde están en alianza clientelismo y mafias, y política del gran capital y ultraizquierda, se está cerca no de la democracia liberal, desde luego, sino de otra cosa que no dice su nombre pero que es gregariamente compartida, sin verdadero lugar para el criterio individual. Lo que no dice su nombre lo busca por proyección en sus adversarios.

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