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lunes, 1 de octubre de 2018

POPULISMO SIN CLASE

En Del fascismo al populismo en la Historia, Federico Finchelstein afirma, probablemente con una buena dosis de razón, que "el populismo moderno nació del fascismo". Queda por probar por qué el muy eficaz populismo mexicano no nació del fascismo: no se lo encuentra en el cardenismo. De paso, no tiene sentido sugerir el vínculo populismo-fascismo y ubicar en el "populismo neoclásico de izquierda" (!) a gobiernos que ni remotamente tienen que ver con el fascismo, como el de Rafael Correa en el Ecuador o el de Evo Morales en Bolivia. Querer ubicar un "populismo de izquierda" y otro de "derecha" es problemático: con frecuencia han coexistido como "corrientes" dentro de un mismo populismo, como ha sucedido dentro del peronismo argentino y del Partido Revolucionario Institucional (PRI) mexicano.
      Finchelstein se topa con el problema de una sociología actual que no puede hablar de clase (social) porque es tabú. El resultado es el siguiente: "el populismo comparte con otros grandes ismos del siglo pasado -el liberalismo, el comunismo, el fascismo- la idea de que la soberanía popular es la fuente principal de legitimidad de lo político. En otras palabras, continúa el autor, en todos esos ismos el liderazgo se define como la representación del pueblo por el pueblo. Así, el populismo, el fascismo. el liberalismo y el socialismo real coinciden en que el pueblo es la principal fuerza de legitimación de la representación política". Es falso. Cuando en el sovietismo se habla de "pueblo", se lo hace en referencia a lo sumo al "pueblo trabajador", porque al socialismo inspirado en el marxismo-leninismo no le interesa la vaguedad del "pueblo", algo en lo que cabe de todo, hasta el lumpen, sino "la clase trabajadora" o, dicho de manera más abrupta, el proletariado. A lo sumo, el "pueblo" tomará durante buen tiempo la forma de la alianza obrero-campesina. Lo anterior no impide que un régimen socialista pueda tener rasgos populistas o degenerar en populismo, justamente al perder la perspectiva de clase.
      El populismo surge como una reacción anti-oligárquica, al menos en apariencia o por un tiempo (es muy notable en el caso de México, y como consecuencia de una Revolución), pero se trata también de una maniobra de cooptación y mediatización dirigida hacia las clases trabajadoras, bloqueándoles su independencia y, de hecho, el acceso al poder. Este proceso coincide con la entrada de una sociedad en la "era de masas" y la confusión entre "pueblo" y "masa" (es así que el PRI mexicano tiene un sector obrero, uno campesino y curiosamente uno más "popular" encarnado en la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, CNOP). Con todo, el populismo suele mantener esa cooptación, corrompiendo a las clases populares, y renunciar a enfrentarse con la oligarquía o pasar a ser el canal para la aparición de una capa de "nuevos ricos" enriquecidos a la sombra del Estado. ¿Rasgos comunes con el fascismo? Justamente la corporativización de las masas y la puesta de la "maquinaria" al servicio del gran capital, aunque parezca lo contrario, por el "acarreo" de las grandes mayorías. Pareciendo "popular", el populismo no lo es, a diferencia del socialismo con contenido de clase (del sovietismo, no del socialismo real de posguerra). Lo cierto es que sin ciertos conceptos no puede entenderse el fenómeno populista, que poco tiene que ver con lo que ocurre actualmente a la derecha y a la izquierda de la democracia "liberal".

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