La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dejado de considerar la transexualidad como una enfermedad. Aunque los colectivos LGBT (lésbico, gay, bisexual, transgénero) no están muy de acuerdo, ahora para el organismo internacional la transexualidad es una "incongruencia de género", es decir, un problema entre el género experimentado y el "sexo asignado" (sic), expresión bastante curiosa. Es algo así como querer ser de tal o cual género pero haber nacido en el cuerpo equivocado. Los LGBT siguen en su lucha heroica por lo que llaman en tono muy antiimperialista la "autodeterminación de género". Como sea, desde 2018 la OMS considera en su manual la transexualidad como "una incongruencia marcada y persistente entre el género experimentado del individuo y el sexo asignado, que a menudo conduce a un deseo de 'transición' para vivir y ser aceptado como una persona del género experimentado a través del tratamiento hormonal, la cirujía u otras prestaciones sanitarias para alinear el cuerpo, tanto como se desee y en la medida de lo posible, con el género experimentado".
Mientras tanto, la administración estadounidense de Donald Trump ha optado por, digamos, simplificar un poquito las cosas, aunque para rabia de la comunidad "trans". El Departamento de Salud estaría por aprobar un memorándum que dicta que el sexo de una persona, al menos para fines de clasificación, sólo puede ser considerado el que determinan los genitales al nacer: masculino o femenino, y no sujeto a cambio. Cualquier disputa posterior tendría que resolverse con una prueba de ADN. Cabe decir que, bajo la administración anterior de Barack Obama, el reconocimiento a los derechos de los "trans" había llegado a escándalos, como los relacionados con el uso de los baños públicos. El gobierno de Trump ha preferido el establecimiento de lo que llama una "base biológica clara, basada en la ciencia y objetiva". El Departamento de Salud debe presentar ahora su argumentación al de Justicia. En Estados Unidos hay un millón 400 mil "trans". "Están diciendo que no existimos, reaccionó la activista 'trans' Mara Keisling, del Centro Nacional de Igualdad Transgénero, (...) Estoy amenazada, pero absolutamente resuelta. Siempre lucharemos". Un misterio por develar sería el de saber por qué estos activismos adoptan un lenguaje de izquierda militante.
La OMS, lista para el negocio, ya considera la transexualidad en los niños si se incluye "una fuerte aversión por parte del niño (?) a su anatomía o características sexuales, un fuerte deseo de las que coinciden con el género experimentado y fantasear con juguetes, juegos, actividades o compañeros de juego que son típicos del género experimentado en lugar del sexo asignado". Nada de coscorrones a la Jair Bolsonaro para corregir el asunto. En niños (?), "la incongruencia debe haber persistido durante aproximadamente dos años y no se puede diagnosticar antes de los cinco". !Los cinco!
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