Se acercan las elecciones presidenciales en el Ecuador y las "autoridades" no han cejado en su empeño por obstaculizar al mal llamado "correísmo", representado en la Unión por la Esperanza-Centro Democrático-Lista 1, favorito con alrededor del 40 % de las intenciones de voto. En el binomio de este grupo, integrado por Andrés Arauz y Carlos Rabascall, no deja de aparecer como interesante la propuesta del segundo de promover la economía popular y solidaria, entiéndase que cooperativista y asociativa, y de ser al mismo tiempo puente con ciertos sectores empresariales. Con todo, y a reserva de lo que ocurra en las elecciones, debe tenerse en cuenta que la mitad de la población ecuatoriana podría estar en otra parte. Fuera de la cultura, la gran falla de siempre, y en la cual el programa Arauz-Rabascall no está exento de tonterías, el binomio ofrece la solución más justa, llamativamente basada en el trabajo, para los problemas actuales del Ecuador, con todo y que Arauz está demasiado cerca del Grupo de Puebla y de la Internacional Progresista.
El Ecuador, a diferencia de Bolivia, no es un país con fuerte tradición de luchas populares, pese al radicalismo liberal del gran bastión "correísta", la provincia de Manabí. En cambio, ocasionalmente se produce un descontento significativo de sectores medios que no son forzosamente reaccionarios y pueden tener incluso una tradición culta (como en las provincias del Azuay y de Loja, alguna vez apoyo del liberalismo manabita del alfarismo). Lo grupos indígenas actúan, salvo excepciones (como la del dirigente Pedro de la Cruz), como estamento y suelen resultar los "tontos útiles" para la oligarquía. Esta vez competirán de nuevo con un candidato propio nada inocente, Yaku Pérez.
Arauz se ha mostrado demasiado cercano al ex presidente Rafael Correa, pero es hasta cierto punto entendible. Tal vez haya, como en Bolivia, la posibilidad de relevos. El gobierno de Correa, en un asunto nunca tratado, se caracterizó por la gran inestabilidad de su gabinete (ministros iban y venían), y el mandatario no siempre supo rodearse de la mejor gente: es probable que la traición del actual "gobernante" Lenín Moreno no haya salido de la nada, ya que alguna otra gente lo siguió (fue por un tiempo el caso de la asambleísta nacional Rosana Alvarado, por ejemplo). Correa también se vió rodeado en parte por gente de izquierda con valores no muy alejados de los oligárquicos (desde el ministro de Agricultura Javier Ponce hasta el de Cultura, Galo Mora). Aún así, los resultados probados demuestran que, en muchos aspectos, el de Correa fue un muy buen gobierno, y el mismo Correa es una persona muy inteligente, aunque no sepa gran cosa de marxismo (tampoco es su obligación) y finalmente pareciera que el "correísmo" ha llegado a lo que tiene que cumplir: tareas democrático-burguesas contra el viejo país feudal y oligárquico; no por nada quien gobernó en lugar de Moreno y se presenta en las elecciones es todo un apellido, Lasso (Guillermo Lasso), para lo cual sería preferible en realidad oír cantar a Margarita Lasso.
Todo parece indicar que la perspectiva del "socialismo del siglo XXI", que por lo demás nunca estuvo del todo clara, quedó arrumbada, lo cual no es negativo en sí, pero debe llevar a considerar algunas cosas para el progresismo latinoamericano. Marx nunca fue de izquierda (a nivel intelectual, por lo demás, la diferencia entre derecha e izquierda data del caso Dreyfus en Francia,1894-1906). Marx tampoco fue partidario del "pueblo" (esta palabra no aparece en la obra de Marx y Engels o en la de Lenin) y menos aún de ese invento tan simpático creado entre Fidel Castro y Enrique Dussel (!): el "bloque social de los oprimidos y los excluídos", por la simple y sencilla razón de que Marx planteó una alternativa socialista, no la "inclusión" en algún capitalismo "renovado". Marx tampoco esperaba el bien "para toda la sociedad", "para todos". Como la burguesía que lo antecede en el tiempo, Marx reinvindicó al proletariado entendido como clase trabajadora, en el entendido de que la riqueza la crea el trabajo, lo que aceptaba muy bien Adam Smith y llegó hasta David Ricardo. En ese sentido, la distribución de la riqueza debería privilegiar a los trabajadores (igual puede haberlos en la clase media), no al "pueblo", "los pobres" o "los oprimidos y los excluidos". Por lo demás, Marx y Engels o Lenin no salieron jamás en defensa de "los pobres". En la izquierda, cómo no, en el pueblo, entre "los oprimidos y los excluídos" y entre los pobres puede haber desde gente trabajadora hasta zánganos y gente lumpen de cuidado, además de ambiciosos de toda laya. Aquí pudiera estar parte del misterio que el ex vicepresidente boliviano Alvaro García Linera y Rafael Correa no consiguen resolver: en principio, si lo que se reconoce es el mérito al trabajo (algo que está ganando terreno en Bolivia), no hay demasiado motivo para que quien sale de pobre pase a tener el "síndrome de doña Florinda" (adorar al señor Barriga y pegarle a Don Ramón). Pero es el trabajo y el mérito, no el ingreso, que deben tenerse por criterio para la movilidad social hasta llegar a cargos políticos. No es lo que predomina y en estas condiciones el "ascenso de los pobres" no forzosamente erradica prácticas de origen oligárquico e incluso colonial, como el clientelismo. Existe en parte del "correísmo", sin excluir incluso a periodistas cercanos a Rafael Correa (como el semi-analfabeto Orlando Pérez) y que de verdad están para llorar, pero podrían ser la excepción en un cuadro que es más bien de lealtad. Dirigentes de origen más modesto, como la prefecta de Pichincha, Paola Pabón, o Virgilio Hernández, escasean, pero si se observa correctamente en el gobierno de Correa, más allá de los inventos de la gente de Moreno, no hubo grandes casos de corrupción, a diferencia de lo que ocurrió con Moreno mismo. Es de apoyar el "correísmo" en la medida en que es lo mejor para consolidar al Ecuador como Estado nacional -de lo que no tienen conciencia algunos dirigentes indígenas-, unificar el mercado interno y cumplir con obligaciones estatales mínimas (y no a modo de dádivas) con los sectores populares, por poco exigentes que sean. Cabe señalar que el Partido Comunista del Ecuador no está lejos de líderes indígenas conscientes como, por ejemplo, José Agualsaca o Luz Guanotuña, y no le regatea el apoyo al binomio Arauz-Rabascall. De ganar Arauz, hay un pendiente por resolver inmediato: la libertad para Jorge Glas, ex vicepresidente ecuatoriano y artífice del cambio de matriz energética del Ecuador, en una auténtica perspectiva modernizadora. Nos quedamos esta vez con Olmedo Torres (da click en el botón de reproducción).