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miércoles, 13 de enero de 2021

COCO WASH

 La periodista franco-estadounidense Diana Johnstone acaba de recordar lo que puede ser una "insurrección" o "sedición", palabras que empleó el Demócrata Joseph Biden para describir lo sucedido el 6 de enero en el Capitolio de la capital estadounidense, Washington D.C. También es válido para el supuesto "asalto a la democracia" del que habría sido víctima la súperpotencia. Las imágenes filmadas del 11 de septiembre de 1973 en el palacio de La Moneda en la capital chilena, Santiago, dan cierta idea de lo que acontece cuando la sedición viola muy gravemente la ley, se "insurrecciona" y asalta sin tapujos la democracia. Unos tipejos tomándose selfies en el Capitolio en medio de una provocación es algo que se parece más, como lo ha hecho notar Johnstone, a ciertos aspectos de las "revoluciones de colores" que tuvieron lugar en Serbia o Ucrania. Al parecer, con Biden vamos a volver al superlativo, también llamado "comparativo de excelencia". El hecho es que el-asalto-nunca-antes-visto-a-las-instituciones-democráticas-en-la-historia-de-Estados-Unidos e instigado por quien Biden designó como "autócrata" y "dictador" fue una buena ocasión, como lo recuerda la periodista ya citada, para ir culminando con el Proyecto de Integridad de la Transición: si iba a haber debate en el Congreso y renuencia de senadores Republicanos ante el fraude de las elecciones de noviembre, fue una  forma de acallarlo todo. Como lo hace Johnstone, cabe recordar que desde antes de las elecciones se regó la especie de que el mandatario Donald Trump se iba a negar a dejar el gobierno. Así que resulta que los hechos del Capitolio fueron un intentona de "autogolpe". No importa que la versión no se sostenga: Trump llamó a una manifestación pacífica (está con esta palabra, por lo que no se le debería acusar de instigar a nada), cuando fue ocupado el Capitolio llamó a sus simpatizantes a "volver a casa", pero lo más significativo es que, como lo recogió por ejemplo Bloomberg, fue el mismo presidente en funciones quien ordenó desplegar la Guardia Nacional en el Capitolio para detener lo que estaba sucediendo. No es todo: Trump ordenó horas después el estado de emergencia en Washington hasta poco después de que asuma Joseph Biden el 20 de enero y para garantizar la seguridad del acto. Habría que saber por qué esta noticia no fue reproducida en los medios de comunicación occidentales. De igual forma, como todo es excesivo, la legisladora Demócrata Alexandria Ocasio-Cortez decidió hacer una declaración muy agraciada: "pensé que iba a morir", afirmó, pero no quiso dar detalles "por motivos de seguridad". "Tuve un evento muy traumático", declaró, según un reportaje de Página 12 reproducido por el arribista y megalómano Guillermo Nils Castro Herrera en su cuenta de Twitter(por su boca se comunica José Martí con la Tierra en algo digno del mejor espiritismo) . El relato de Ocasio-Cortez es un auténtico show y da cuenta de lo que es el ala izquierda Demócrata, que podrá seguir esperando al infinito que le den el cargo de secretario del Trabajo a Bernard Sanders (ya se lo dieron a otra persona).

     Habría que saber por qué Trump fue censurado en redes sociales en las condiciones antes descritas, aunque al mismo tiempo él las escogió para expresarse y cualquiera que las utilice sabe que no están exentas de riesgos (como el de este blog de ser bajado en los motores de búsqueda en coyunturas muy específicas después de unos cuatro años de tener paz: ¿o no es sabido que por lo menos desde el mandatario Barack Obama hay que atenerse a la vigilancia generalizada, luego de disposiciones tomadas con la anuencia de Biden?). Lo simpático es la nueva forma de la lucha ideológica: no se argumenta nada, no hay el menor apoyo en hechos, sino que se decreta que tal o cual presidente está simple y llanamente fuera de la realidad, es decir, que está loco. El profesor Heinz Dieterich Steffan puede salir en su portal de Aporrea con que Trump es "imprevisible" porque no es "racional", como si no pudiera saberse que, desde luego, el sistema capitalista tiene "su" racionalidad, la de la ganancia, lo que no quiere decir en ningún momento que sea "la" racionalidad.

     El hecho es que el censor, anticomunista y mentiroso serial Jorge Fernández Menéndez salió en las páginas del periódico mexicano Excélsior a justificar la censura contra Trump en nombre de la ley, olvidándose de la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos. En fin, que el periodismo de Fernández Menéndez pasa por "...dicen que en esta estrambótica despedida, Trump tenía en sus planes realizar un ataque sorpresa contra Irán". Ahora, para comenzar, el periodismo se basa en "dicen que...". Resulta que no valieron "los derechos y las libertades", sino que sacar a Trump de las redes sociales no fue contrario a la libertad: "muchas leyes en cualquier democracia -escribió este señor "periodista"- lo hacen priorizando el bien común y el beneficio social, de lo que se trata es de no darle instrumentos a quien está proponiendo la destrucción de las propias instituciones democráticas". ¿Entonces por qué Trump mandó la Guardia Nacional a "limpiar" el Capitolio y permitir que el Congreso siguiera su trabajo? Después de todo, habló lo que se conoce como un burgués cualquiera: dedicado al provecho propio, saca para reprimir el bien común que le importa un bledo . A este ritmo, cabe recordar que es así que aparecen algunos dictadores. Es más, según escribió el columnista: "no se trata de coartar libertades, se trata de proteger a la sociedad de grupos y personas que conspiran contra ellas". Exactamente: es lo que alega cualquier dictadura. De remate, Fernández Menéndez, quien no sabe ni por qué se refugió en México, al parecer, dijo: "muchos de estos movimientos están manejados por servicios de inteligencia externos". Muy bien: entonces fue algo así como "la mano del Kremlin" la que hizo que algunos se abalanzaran al Capitolio como si se tratara de entrar a un concierto de Beyoncé, misma actitud con la que actuaron los policías presentes. No faltó quien hizo notar, puesto que se saca provecho de todo, la contradicción del mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador: criticar la censura contra Trump y "prohibir la libertad de expresión en la prensa mexicana". ¿Hay un solo caso, uno solo, en el que se haya prohibido (prohibir: "vedar o impedir el uso o la ejecución de algo") la libertad de expresión en la prensa mexicana? Si lo hubiera, hay muchos que no podrían estar aprovechando espacios para ulular cualquier cosa. Pero están, como en la lengua del Tercer Reich, en la fascinación del superlativo: esperémonos a que la asunción de Biden sea, desde luego, "histórica" y a ser convocados a saber qué creer y qué no según lo que nos metan en la cabeza por nuestro propio bien quienes no se interesan más que en sus ventajas privadas. ¿O es que no se ve a qué intereses han servido los integrantes del gabinete de Biden? Si alguien quiere confundir sus intereses con los de quienes le verán la cara, adelante.

En la foto, el próximo presidente de Estados Unidos. A la izquierda o la derecha, como se prefiera.



LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

 La Internacional Progresista (IP) del político Demócrata estadounidense Bernie Sanders se ha tragado a buena parte del progresismo latinoam...