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jueves, 7 de enero de 2021

¿AMOR O EXITO?

 Ya que vuelven en Estados Unidos los Demócratas al gobierno, es de esperar que sus seguidores en América Latina, los progresistas, no regresen a ciertas formas de discurso, destinadas a esquivar sistemáticamente las contradicciones. La contradicción es el principio del movimiento, en cualquier dirección: si no se la asume como tal, lo cual supone (por ejemplo para la misma izquierda progresista) tratar entre otras cosas con errores, el hecho es que aunque la Historia no sea teleológica (con una "causa final") no deja de tener leyes. Una de ellas puede conducir a la putrefacción justamente por no superar la contradicción. Es de lamentar la tendencia de la izquierda no comunista a no hablar de los problemas e incluso de los conflictos, o a reconocerlos apenas "en lo oscurito". No deja de ser extraño que una izquierda progresista en la cual no faltan ni la oratoria ni la retórica no consiga hablar. En estos años de retroceso en varios países, contados son los que lo han hecho algún examen autocrítico del progresismo, por ejemplo el religioso dominico brasileño Frei Betto, sin mayor eco.

     Lo ocurrido con el presidente estadounidense Donald Trump deja más bien otra impresión: quienes se hacen llamar "demócratas liberales" ponen o dejan intactos los mismos grandes intereses, desde los económicos hasta los mediáticos, mientras la izquierda progresista, en algunas de sus versiones (por ejemplo, la del mandatario argentino Alberto Fernández), ayuda con la "marca" que los otros necesitan para vender y dar la impresión de que están en movimiento, cuando en realidad son ultraconservadores y no les importa más que la conservación del statu quo y la idea que se han hecho de él. La contradicción parece así resuelta: los "libertarios" se han reconciliado implícitamente con quienes, siendo conservadores a ultranza, se dicen "liberales". En ambos ya no hay que moverse: se está en un mundo feliz.

     Uno de los primeros en desbarrar en este sentido, algo penoso para un obrero metalúrgico, fue el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva cuando, para forjar alianzas y ganar su cuarta postulación en el 2002, decidió promoverse -con el apoyo de un publicista, Duda Mendonca- como "Lulinha paz e amor", cosa que quiso repetir en 2016 en apoyo a la presidenta Dilma Rousseff. Otro que tuvo que seguir una ruta algo parecida fue el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, que pasó de la "honestidad valiente" de 2006 a la "república amorosa", la "fraternidad universal" y "el fomento de la felicidad" al estilo de la Constitución de Estados Unidos  -explícitamente, según el texto "Fundamentos para una república amorosa", cuyo título no es fácil de tomar en serio. Digamos que el progresismo comenzó a extraviarse mimetizándose con el "buenismo" estadounidense y adoptando una versión local, la beatitud, es decir, la bienaventuranza eterna. Supone justamente la desaparición de todo conflicto, todo problema o toda contradicción. Ni siquiera el comunismo fue planteado así, sino apenas como el "comienzo de la verdadera Historia", pero puede verse lo que ocurrió cuando muchos de los gobernantes socialistas creyeron haber llegado a los caudalosos ríos de leche y miel en esta Tierra (era la promesa del líder soviético Nikita Jrushchov, que amagaba con superar la abundancia estadounidense en 20 años).

      Pareciera haber una confusión del amor y la felicidad con un estado de éxtasis (que es exaltación emocional y mística) o de nirvana (liberación completa del sufrimiento y cese del ciclo de renacimientos). No ha faltado quien desde una perspectiva nacional-popular proponga "perder el miedo a ser feliz", como no faltó en México la Alejandra Barrales que tradujera DF (Distrito Federal, antes) por DF (Derecho a la Felicidad). En realidad, la felicidad no es un estado beatífico: es un estado de satisfacción (y no de bienaventuranza eterna) por una meta alcanzada. Felicidad viene de la palabra "fértil": es cosechar lo que se ha sembrado y por lo mismo se tienen que renovar reiteradamente la meta y el esfuerzo, en vez de instalarse en otra cosa que es el goce. El ser humano es siempre imperfecto, por lo que tiene lo que el psicoanalista Jacques Lacan llamaba "falta en ser" (y no "en tener"), de tal modo que normalmente siempre resiente que "algo falta", y se ve llevado no nada más a nuevas metas, sino a aprender una y otra vez, para lo que son deseables una educación y una cultura que lo acompañen en el crecimiento.

     En la forma de acercamiento entre el conservadurismo y la "marca cultural progresista" (comparten los mismos intereses en más de un tema), puede estar además un defecto adicional: la reducción de "tu DF" a una materialidad más o menos colectiva (la "felicidad del mayor número" de Jeremy Bentham a principios del siglo XIX) desprovista de toda dimensión de aprendizaje espiritual o, si se quiere, de sabiduría para la vida, algo que se logra a través de la experiencia, muchas veces ardua,  y de caminos que no dejan de ser con frecuencia individuales y que deberían ser reconocidos como tales, por mérito.En el izquierdismo progresista no comunista se ha insistido demasiado en una falsa oposición entre comunidad e individuo: contra la enajenación capitalista, una buena comunidad debiera ser la capaz de permitir el florecimiento pleno de las individualidades y de la individuación de cada quien (hasta llegar a comprender la singularidad, lo único e irrepetible de cada uno, y no la uniformización de las conductas), sobre todo si se predica el amor. Este no es nada más una forma de comunión, sino el reconocimiento y el respeto a la interioridad única, individual, de cada uno, y la recompensa a su florecimiento propio.

     En este mismo orden de cosas, en el cual López Obrador en México se ha visto orillado a pregonar cosas de las que no estaba convencido (como le ha ocurrido también en cierto modo al ex presidente ecuatoriano Rafael Correa), una cosa es que el Estado cumpla con sus obligaciones sociales y otra embrollarse en discursos sobre el "bienestar" que, otra vez, corren el riesgo de quedarse en la aspiración material colectiva (y el mismo López Obrador lo sabe), sin educación ni cultura que satisfagan lo que algunos han llamado "deseo metafísico". No sólo de pan vive el Hombre. En la ambiguedad, sin verdadero trabajo educativo y cultural (cultura viene de "cultivo"), es decir, sin "cultivar" nada, puede interpretarse erróneamente el anhelo de bienestar con el simple "bienestar para tu familia" del presidente mexicano Ernesto Zedillo, a cuya sombra creció más de uno del gabinete de López Obrador (Esteban Moctezuma, Olga Sánchez Cordero, pero también Juan Ramón de la Fuente). Hay una dimensión que falta y que más de uno cree que es para después, cuando todos estén saciados: es probablemente una visión errónea del Hombre y, a fin de cuentas, prueba de que a la época actual le falta el humanismo que en la Historia ha sido el precursor de cambios de trascendencia. Lo fue del advenimiento del capitalismo, por ejemplo. Se puede seguir en busca de la utopía, quijotescamente: como se sabe, está "en ninguna parte" y ni siquiera vale la pena sacrificarle la individualidad y el amor concretos. Poner el ejemplo de alguna espiritualidad antes que de la acumulación material era para ayer, incluyendo a los funcionarios y simpatizantes lópezobradoristas que desconocen la honrada medianía y estafan así al mandatario y al servicio público.

Que no haya equívoco, el siguiente no deja de ser un himno empresarial, al proyectar sobre la decencia ordinaria el tan llevado y traído "éxito", de éso no se trata:

PD: pese a lo que está ocurriendo con este blog, creemos en la posibilidad de ser respetados y no ser relegados a las profundidades de los motores de búsqueda hasta desaparecer por la censura sutil (puesto que llegamos a distintos lugares del mundo) por no pensar "como es debido" para las empresas GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) y los chacales locales que han instigado a cortar Twitter, Facebook o Youtube a quienes son designados como "enemigos de la democracia" o, como lo ha hecho el Demócrata Joseph Biden, "sediciosos"..


 

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...