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viernes, 15 de enero de 2021

CHINA Y LOS MAULLIDOS

 Las expectativas puestas por académicos e intelectuales en China no son algo nuevo, ni que tenga que ver forzosamente con los logros económicos recientes del país asiático. En términos sociales, sin duda la mayor conquista ha sido la de erradicar la pobreza extrema. La admiración por China surgió con todo en los años '60 como alternativa en el Sur a la "fría", "dogmática" y "represiva" Unión Soviética, pese a los desastres del maoísmo con el Gran Salto Adelante y los de la admirada Revolución Cultural. Hasta cierto punto, dicha admiración no deja de ser sesentaiochera. El segundo proceso mencionado tuvo lugar entre 1966 y 1976. La historia personal de Mao no siempre fue brillante ni ejemplar para un comunista. No queda tampoco claro cuál es la gracia de reiterar en "los horrores del estalinismo", sin reparar siquiera en los desmentidos de la historiografía y los archivos recientes, y pasar por encima de ciertas formas de represión no muy loables en China. Es lo que hace no nada más la izquierda, la latinoamericana incluida, sino también el Occidente capitalista: las sanciones a todo galope son contra Rusia, y no lo han sido contra China (una "guerra comercial" es otra cosa) a raíz de los sucesos de la plaza Tiananmen en 1989, por lo demás magnificados, o de los problemas más recientes con Hong Kong. Rusia puede ser acusada de lo más fantástico, China no. China está de moda y al parecer la frivolidad occidental siempre implica seguir modas, lo que, insistamos, no le resta algunos méritos al país asiático, sobre todo en sacar a gente de la miseria e incluso en ámbitos como el tecnológico.

    Más allá de ésto, China tiene problemas insoslayables, pero cuidadosamente ocultados y negados o desconocidos por la izquierda progresista, que no se plantea contradicciones. Cuenta ciertamente el efecto demográfico, pero el hecho es que un régimen que se reclama del socialismo, con frecuencia sin mucha precisión, tiene el mayor número de millonarios en el mundo después de Estados Unidos. Mientras sucede ésto, es Rusia la que es acusada de tener un régimen "oligárquico y mafioso", lo que no es exacto. ¿Quién integra la clase media china, que llega a estimarse en unos 671 millones de seres? Los profesionales y gerentes del partido. Entre los hombres de negocios, hay que decirlo, gran parte son descendientes de familias acaudaladas de antes de la Revolución (1949), y los demás, descendientes de las primeras familias revolucionarias en los años '50. Un campesino, un llamado "itinerante", un desempleado o un trabajador manual migrante no tienen mayores posibilidades de ascenso social en China. Quienes tienen abiertas las puertas de la movilidad social son la gente del aparato burocrático y del partido oficial: lo que se criticaba en la Unión Soviética (y que estuvo limitado a un periodo específico, en los últimos años) se silencia en el caso chino. Para hacer negocios también hay que estar ligado al Estado y al PCCh (Partido Comunista Chino), sobre todo si son grandes negocios, lo que no excluye privatizaciones dudosas de bienes públicos. 50 % de los "emprendedores privados" trabajan en el partido-Estado antes de convertirse en empresarios, y los demás son en realidad integrantes del llamado "sector precarizado". A la gente de negocios se le ofrecen membresías en el partido, bancas en el Congreso y lugares en el gabinete de asesores políticos, o membresías en cámaras comerciales administradas por el gobierno. Aunque se ha propuesto luchar contra la corrupción, el líder chino Xi Jinping ha dejado ver que es preferible no tocar los privilegios descritos, ya que se crearía inestabilidad política. Por lo demás, no hay ninguna consideración por las tentativas de democratización soviéticas de finales de los años '30 (en particular del año 1936), aunque ciertamente existe traducción al chino en el 2015, algo muy reciente, de la obra de Grover Furr sobre el caudal de mentiras del líder soviético Nikita Jrushchov. El aprendizaje de esta experiencia es más o menos nulo con tal de no arruinar carreras partidarias y estatales que desembocan en buenos negocios.

      Ideológicamente, China se ha metido a reivindicar su "historia milenaria", un confucianismo que es menos popular de lo que se cree (a diferencia del taoísmo), y el resultado es la tendencia del pueblo chino a naturalizar las desigualdades y la obediencia a jerarquías no siempre legítimas y que no son lo mismo que la autoridad. No hay mayor valoración de la igualdad ni de lo que algunos llaman la "religión secular del mérito". China, más allá de cierto palabreo, no tiene una vocación universalista como la de Rusia (pese a cierta tendencia a enfrascarse en "lo específicamente ruso"). Por lo demás, no hay clara definición sobre el hecho de que en los países socialistas prosigue la lucha de clases y se manifiesta en peleas acérrimas por cuestiones de estatus y de sensación de poder-las heredó Rusia de la Unión Soviética- . La prestidigitación para hacer aparecer a medio mundo como de "clase media" (durante el mandato de Jiang Zemin, presidente chino entre 1993 y 2003), algo tampoco ausente en el mundo capitalista y que terminó avalando la Academia China de Ciencias Sociales, suprimiendo la diferencia entre clase y estrato,  no oculta el mismo tipo de problemas que le legó a la Federación Rusa la "supresión por decreto" de la lucha de clases en la Unión Soviética. Los reformistas chinos han llegado a la creencia de que la clase media es "universalizante" y garante de una sociedad "contenta y satisfecha" y sin conflicto, aunque en porcentaje de la población (no en números absolutos) no haya crecido demasiado desde 1950. En China hay, por así decirlo, una "clase alta" (hasta un 3 % de la población), con propiedad privada de medios de producción, y gente de clase baja de la que se dice poco, tratándose de socialismo, en principio destinado a que primen los trabajadores, no los funcionarios administradores. Una de las cosas más simpáticas consistiría en criticar el "capitalismo de Estado" soviético, que nunca fue tal, y en alabar el "socialismo" chino, de contornos difusos. Por lo demás, en la Rusia de hoy los oligarcas están llamados a no intervenir en política, un pacto claramente establecido por el mandatario Vladimir Putin. En cambio, en China la simbiosis de negocios y política tiende a cierto descaro.

     El tema de los números debería tomarse con más cuidado y menos eco ante un Occidente que por momentos ve otra "amenaza" donde tampoco la hay. China, la primera economía del mundo en términos de paridad de poder adquisitivo, nunca ha tenido una economía pequeña, simplemente por el tamaño de su población. Hasta 1830, fue la primera economía del mundo, pero no por ello la más y mejor desarrollada. China nunca ha sido menos que la cuarta o quinta economía del mundo, aunque hasta hoy ocupa un lugar bajo en calidad de vida, por ejemplo si se considera del Indice de Desarrollo Humano (IDH: puesto 85 en el mundo). Quienes se han beneficiado del alto crecimiento reciente han sido los funcionarios "reformistas" del partido y del Estado y los tecnócratas, junto con los hijos de los funcionarios. No vaya a ser que la admiración por China sea en parte algo de gente de negocios, lo que parece fuera de duda, y también de "nomenklaturistas" del Sur, como no faltan por ejemplo en Cuba y los procubanos, que por cierto, haciéndose valer como "hijos del XXavo Congreso" (del Partido Comunista de la Unión Soviética), no pueden ni fumarse un habano sin citar a "Fidel", como le ocurre al presidente de Casa de las Américas, Abel Prieto, o al mismo líder Miguel Díaz-Canel. No se puede hacer mucho si para beneficio de funcionarios se decide suprimir contradicciones existentes, no esclarecer qué valores se proponen (Rusia sí los ha mencionado), y meter a todos en el mismo saco a sabiendas de que ni caben, pero China se volvió una de las "grandes ondas" de la izquierda no comunista hace ya un buen rato. Para maullidos locales, da click en el botón de reproducción.



LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

 La Internacional Progresista (IP) del político Demócrata estadounidense Bernie Sanders se ha tragado a buena parte del progresismo latinoam...