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domingo, 24 de enero de 2021

COMO HIMNO, EL SONIDO DE LA CAJA REGISTRADORA...

 Son encantadores, si es que está a tal grado el negocio en su inconsciente.

       Su creencia, convertida en idea, consiste aparentemente en afirmar que todo el mundo "tiene intereses" o "sigue sus propios intereses". Dicho así, es inofensivo. No está nada mal, más si hay una gran diversidad de intereses: uno quiere ser un buen médico, otro un gran jugador de baloncesto, ella quiere lograr ser bailarina y una más quiere especializarse en química para hacer algún descubrimiento, así que cada quien busca lo suyo, no lo del otro, desde luego. En serio, mientras más intereses y más diversos existan, mejor, nadie los va a acusar de "interesados" en nombre de ni se qué altruismo. No se quiere una sociedad uniforme.

       Lo que no está explicitado es que se entiende por interés "beneficio propio" o "beneficio personal". ¿Y bueno, por qué no? Cualquiera debiera tener la posibilidad de alcanzar esa satisfacción y, lo que es más, recibir alguna forma de recompensa al logro, que se puede llamar "beneficio". El mejor escenario para la bailarina, un buen dinero para la química que consiguió su descubrimiento, una medalla para el campeón de baloncesto y un diploma colegiado para el médico que sabe curar. Cada quien, de ameritarlo, puede conseguir un beneficio personal. Qué de raro tiene.

      En este orden de cosas, llega el que va un poquito más lejos: como cada uno "persigue sus intereses", resulta en realidad que, como se dice en México, no hay nadie que dé paso sin huarache, sino que todo el mundo "algo se trae", entiéndase que sin salir del materialismo más chato. El que coopera con otros lo hace en espera de algún beneficio personal: do ut des, "doy para que me des". El desinterés o el altruismo no son sino formas disfrazadas de este do ut des. ¿Qué no? Una empresa hace un teletón para que se lo descuenten de impuestos, así que es filantrópica a cambio de algo que le redunda en realidad en una mayor ganancia. Quien parece desinteresado en realidad no dice "a qué viene" o "a lo que va", no confiesa que, como todos, "algo quiere", entiéndase que para beneficio personal. Una persona, por ejemplo, no se acerca gratis a un familiar moribundo por compasión o no busca por simpatía a sus familiares alejados: en realidad aspira a su "parte del pastel" en una herencia, porque detrás de la compasión o de la simpatía de todos modos no puede haber más que un solo tipo de naturaleza humana, la que se guía por la búsqueda de algún beneficio para sí misma. El resto difícilmente es creíble, salvo que se trate del "príncipe idiota" de Dostoievski. El negocio es parte de la naturaleza humana y no hay mucho más. Todo ser humano es, de algún modo, un empresario de sí mismo que en sus relaciones con los demás busca el máximo beneficio. Quien lo niegue es tonto, "muy noble" o está ocultando algo.

     Algunos autores lo han explicado muy bien, así que desde finales de los años '60 y en los '70 coincidieron los antiguos "neoliberales" (anticolectivistas), de los años '20 o de la Sociedad Mont Pélerin de 1947, con los sesentaiocheros "libertarios": quien está en el gobierno (o el Estado, en la confusión) no busca el bien común o el servicio público (o el bien de una nación), simplemente porque tiene la misma naturaleza de todos, así que busca su provecho personal, material también y/o de poder, y hay que cuidarse en automático, como de toda autoridad, y tenerlo vigilado y rindiendo cuentas de todo. Quienes dicen querer una sociedad mejor no están en la verdad, sino ocultando su beneficio personal. Son aspirantes a enriquecerse a costa nuestra o a acumular poder para imponernos su autoritarismo. Es "entendible", al parecer, que en un caso como el de México en gobiernos anteriores se hayan hecho toda clase de negocios con el erario, puesto que es la naturaleza humana. Lo que al parecer no se entiende es que salga un presidente Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, con que cree en el servicio a los demás y hasta en el bienestar o la felicidad del prójimo: es imposible, contra natura, así que el "periodista" Loretito y Latinus tienen que demostrarnos que es supuestamente alguien como cualquier otro: su hermano Pío hizo lo uno o lo otro con una bolsa de dinero, la prima hermana no sé qué con licitaciones petroleras y se está aumentando la plusvalía del rancho del presidente cerca de Palenque. Todos somos iguales, nada más que éstos nos defraudan al no admitirlo ni repartir. El mandatario mexicano no lo dice, pero no busca en el fondo otra cosa que todos: su negocio, su beneficio personal (así sea la concentración del poder) y el beneficio para sus allegados. El ve un México con hambre y sed de negocios y/o poder, el muy insaciable.Nos miente porque no nos dice la verdad: que detrás de su discurso anticorrupción no están más que los beneficios personales para su rancho, su hermano, su prima hermana, Manuel Bartlett y nuestro invitado de lujo, John M. Ackerman, con quien se puede ser más tolerante porque parece haber entendido el juego que todos jugamos. El mandatario de Rusia, Vladimir Putin, es otro que no quiere el bien de su país, sino convertirse en un oligarca más en beneficio propio, al grado de que se le puede llamar "autócrata". Insistimos, el "mercado", como se le llama eufemísticamente al negocio, hace que todas las naturalezas humanas sean iguales. Unas lo admiten y además reparten y otras nos hacen creer erróneamente en idealismos que difícilmente esconden que todos tenemos "intereses", es decir, la imperiosa necesidad de algún beneficio personal, siempre en metálico o en poder, o ambos. Es el juego que todos jugamos.

     Dicho lo anterior, no es de extrañarse que medio mundo se tire en brazos de gente como los Demócratas estadounidenses, que han entendido a la perfección la alianza forjada entre los autodenominados "neoliberales" y los "libertarios" a partir de los '70: el ex mandatario Barack Obama puede abrirse a Cuba mientras se profesa admirador del presidente Ronald Reagan y hace migas con el ex presidente George W. Bush. Fieles a la naturaleza humana, una caterva de arribistas como los Obama o los Clinton, pegados de dinastías como los Bush, se forran de dinero y pactan con los mayores negocios -pues sí, es la naturaleza humana y no nos engañan-, luchando al mismo tiempo contra todos los que pretenden usufructuar algún poder en beneficio propio ("autócratas", "dictadores") y siendo autoritarios, sin "dar chance". Debe acabarse con quienes se hacen de privilegios a la sombra del Estado, haciéndonos creer en algún bien común o en el servicio público: nos esconden sus beneficios personales, tangibles muchas veces, mientras los Demócratas estadounidenses los exponen a la luz del día, por lo que no hay pierde. Ellos quieren lo que todos queremos, prosperidad, a diferencia de multimillonarios avaros aliados de presidentes de la escasez.

     Ni se le ocurra a nadie creer en alternativas del pasado: no hubo más que tiranos sedientos de sangre que buscaron satisfacer sus ansias de beneficio personal "sin pesos ni contrapesos", ni respeto por "los derechos y las libertades". Alguien no citable (porque se tiró a su sirvienta para la más pura satisfacción personal) dijo alguna vez con razón: igualdad, libertad, propiedad, Bentham, y la primera ministra británica Margaret Thatcher nos enseñó que "no existe tal cosa como la sociedad" (a lo sumo, la suma de los intereses de cada quien para la felicidad del mayor número, lo que ya se tragó la izquierda y es del utilitarista Bentham, del siglo XIX). No hace falta recorrer mucho más camino: qué de raro tiene, la democracia son los negocios y la posibilidad para todos de hacerlos, desde luego que sin trabas burocráticas y con piso parejo para el mayor número. Cualquier otra cosa, incluso dentro de la democracia, es una desviación y una ilusión, el espejismo de querer hacernos creer que hay algo más que la búsqueda del provecho personal, como el bien común, el servicio público, la paz o la erradicación de la corrupción, entre otras baladronadas. No: tenemos a todos los medios de comunicación masiva para recordarnos que tener otra visión del Hombre es pura ilusión . La izquierda está por su parte para promover el cambio, es decir, para recordarnos que puede ofrecer el cambio que conduzca a más y mejores negocios para todos, al menos en el estilo Demócrata. Basta con soñar y con quererlo, además, claro está, de no salirse ni por un segundo del juego que todos jugamos, así haya que autonombrarse "la democracia" y suprimir cualquier posibilidad de verdadero debate, de criterio propio o de independencia, so pena de ser linchado. Porque en la democracia de negocios todo se vale mientras ofrezca una ganancia: hacer desaparecer los hechos, las pruebas, la ley (no claro, nunca hubo fraude en México en 2006 pero tampoco en Estados Unidos en 2020), linchar y desconocer a quien no tiene esa naturaleza humana. Simplemente, no es posible que exista algo distinto, y si aparece como tal es sospechoso. El Estado o el gobierno están para facilitar los negocios, nada más, y no para que nos traguemos los cuentos de quienes son negociantes de clóset y a cuenta del contribuyente. Quien no comulgue con esta visión de la naturaleza humana puede ser excomulgado (porque está llamado a comulgar en lo que no es más que la adoración del Becerro de Oro): será tratado como alguien fuera de la realidad y contrario a lo que se suele entender por democracia, el "gobierno del beneficio personal", que se le puede ofrecer al pueblo como en algún momento lo hacía el economista peruano Hernando de Soto.

      De remate, se espera el menor Estado posible, aunque en caso de crisis grave está llamado a rescatar la razón de ser del mundo, los negocios. Así viene ocurriendo desde hace tiempo y sucedió en 2008. Se llega a lo más exquisito: esperar ganancias sin el menor costo, es decir, el beneficio personal gratis (en términos antropológicos: te ignoro, te saco lo que pueda, me rehúso a devolverte algo a cambio, así sea a darte las gracias, y me guardo para mí lo que te saqué), todo sin consecuencias, porque a otro nivel, por si acaso, el Estado está para socializar las pérdidas y ahorrarle al negocio tan mal rato . Que pague otro. ¿A quién que no sea el príncipe idiota de Dostoievski le gustan las pérdidas? Nadie querrá ser un loser. Lo mismo con los hechos históricos: la izquierda se convence de que la caída del socialismo fue gratis, los autodenominados "demócratas liberales" creen por su parte estar en el "fin de la Historia" sin la menor consecuencia (el mejor de los mundos posibles, puesto que se está en o se va por la felicidad del mayor número), y ambos chillan al unísono cuando la gente ordinaria, no negociante, se harta y trata de mirar para otro lado. Por momentos, con algunas izquierdistas progresistas, aunque haya excepciones, cabe preguntarse si no están para el rescate keynesiano en los momentos de consecuencias por los desmanes "neoliberal-libertarios", como en las telenovelas la servidumbre salva al patrón. El asunto se ha inculcado desde hace décadas y está más enraizado de lo que pueda creerse: el cubano castrista Angel Guerra Cabrera y Mario Vargas Llosa, o el "ala dura" del lópezobradorismo y Enrique Krauze pueden coincidir perfectamente en linchar a un supuesto loser si el negocio lo reclama. Es que hay algo que los une: es "éso" que se hace entre ellos, los tienen lo que hay que tener.

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