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domingo, 10 de enero de 2021

EU: CUANDO LOS HECHOS ME DAN FLOJERA...

 En estos días se armó la alharaca por la "toma del Capitolio" en la capital estadounidense. En México, y mientras el presidente vasallo argentino Alberto Fernández salía a lamentar el hecho, no faltaron los pseudoperiodistas que festinaron que se le hayan cerrado las redes sociales al mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, sobre todo Twitter, aunque también en menor medida Facebook e Instagram. Se dice "pseudoperiodistas" porque no indagan jamás por cuenta propia y para beneficio del público (compinches aparte), y esta vez agasajaron a los lectores -si los tienen más allá de sus amigotes- con sus opiniones sin respaldo y su aprobación de la censura. Entre ellos hay gente que en ningún momento ha sido censurada por el gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador, pese a que lo atacan de una manera no muy limpia que digamos. Ningún chile les embona y parecen dispuestos a pasarse todo el sexenio así, un día sí y el otro también, pero aspirando además a que no haya derecho a réplica.

       El día de los hechos del Capitolio, le había correspondido a Trump dar la orden de que la Guardia Nacional vigilara Washington, la capital estadounidense. Se iba a dar en el Congreso, no sin cierta discusión, el último paso para que el Demócrata Joseph Biden quedara como presidente electo de Estados Unidos. Algunos se iban a oponer, como parte de un debate totalmente legal, y son los mismos que el pseudorefugiado salvadoreño-cosmopolita en Canadá, Leo Arguello, delató como "sediciosos" con nombre y fotografía en su cuenta de Twitter, siguiendo a The New York Times. No había nada de ilegal en que quienes así lo quisieran se manifestaran contra Biden en el debate y la votación del Congreso. "Sedición" e "insurrección" fue lo mismo que alegó Biden ante hechos mínimos que en todo caso sirvieron, vaya casualidad, para volver a acallar las discrepancias ante quienes se han eregido en "La Democracia" (y por cierto que también en "La Ciencia" e incluso "La Realidad"). Hasta ahora, nadie ha podido probar en los hechos que Trump haya cometido actos fascistas -fuera de aquéllos yo me puedo declarar el marido de la reina de Inglaterra, y lo podemos discutir sin problema- .

      Quienes pudieron acceder al Capitolio para hacer desmanes, condenados tanto por Trump como por su hija Ivanka, de manera totalmente explícita, lograron extrañamente burlar la seguridad del lugar, que corría a cargo de la policía y agentes federales. Ya dentro del Capitolio, quienes entraron a comportarse como vándalos fueron guiados  hacia áreas designadas por quienes custodiaban el lugar. ¿Por qué? El resultado fue una muy buena manera de impedir mediante la intimidación que se diera cualquier discusión en el Congreso. Si se trataba de provocar para acallar, funcionó. Curiosamente, coincide con la manera de delatar ya descrita. ¿O es que acaso no hay coincidencia?

      El asunto podría quedar como "teoría de la conspiración" en la cabeza de quienes ahora ejercen como censores implacables y como delatores,  si no hubieran otros elementos. La gente que entró al Capitolio no fue sino una mínima parte de la que estaba en una manifestación pro-Trump, que se daba de manera pacífica (como todas las anteriores), según quedó fotografiado y filmado en vídeo, a pesar de que, extrañamente, Facebook se las ingenió para borrar estas pruebas, después de un anuncio explícito de que lo haría. ¿Por qué? Si las cosas estaban transcurriendo de manera pacífica, por cierto que a diferencia de las formas de protestar de Antifa o Black Lives Matter en Minneapolis, Chicago, Detroit, Seattle, Portland o Atlanta (la gente que es reivindicada por el lópezobradorista John Ackerman en Russia Today, para que no haya modo de perderse), ¿entonces qué sucedió? El problema es que está filmado: aparecieron entre la gente agitadores que empujaron a algunos a entrar al Capitolio. Está filmado, insistamos, y dada la censura, la filmación quedó resguardada en manos del profesor Mark Crispin, de la universidad de Nueva York, por seguridad. Lo extraño, también, es que quienes aparecieron para agitar lo hicieron, atención, insultando a los seguidores de Trump, por lo que en realidad se suscitaron enfrentamientos verbales. Según las descripciones y filmaciones disponibles, así fue como los agitadores, a modo de anzuelo, fueron atrayendo a una parte de los manifestantes pro-Trump hacia el Capitolio, donde finalmente se encontraron. Por cierto, no hubo destrozos en el Capitolio, pese a que, nótese bien, gente pro-Trump hizo notar que había personas que no eran simpatizantes del mandatario llamando a cometer desmanes, contra la voluntad de los partidarios del presidente actual. Hay testimonios de que partidarios de Trump declararon abiertamente no estar de acuerdo con lo que estaba ocurriendo.  De distintas maneras, seguidores pro-Trump estaban siendo instigados con el anzuelo de insultarlos y al mismo tiempo azuzarlos al desquite hasta llegar dentro del Capitolio. Aún así, los seguidores de Trump no dañaron el lugar. Todavía se puede esperar al infinito a que la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) haga algo mínimo contra el vandalismo y las muertes que provocaron Antifa y Black Lives Matter. Estamos hablando de cómo sucedieron las cosas, no de si nos gusta o no Trump.

      Repitamos: a final de cuentas, fue Trump quien llamó a la Guardia Nacional para terminar de "limpiar" y pidió a quienes estaban dentro del Capitolio que se fueran a casa. Lo que desemboca también en lo extraño es que muchos de quienes opinaron llamando a seguir con el linchamiento de Trump no se hayan apoyado en una reconstitución de los hechos. Hay más, puesto que se sabía que, librado el escollo de la Corte Suprema, el Proyecto para la Integridad de la Transición, destinado a bloquear a Trump como fuera, lo estaba esperando en el Congreso, en particular con Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. En efecto, llamó al Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas estadounidenses a "quitarle el botón nuclear a Trump" (¿cree Pelosi que el presidente lanzará la bomba atómica en los jardines de la Casa Blanca el día de la asunción de Biden?) y la mayoría Demócrata volvió sobre el tema del impeachment. Es posible demostrar que ésto ya estaba planeado desde antes de las elecciones y el tema fue tratado en este blog. De nueva cuenta, cabría preguntarles a quienes llamaron a la censura, como el "mexicano"-cosmopolita y megamalinchista "periodista cultural" Ariel González Jiménez, si son los dueños en exclusiva de la democracia -o creen en el fondo que lo son del poder, lo que es muy distinto- y piensan seguir en este tenor, sin apegarse a los hechos y amenazando con actos concretos a quienes discrepan o contradicen, o incluso a quienes refieren los hechos mismos: porque, que se sepa,  no se le impide a este grupo de compinches decir lo que se les pegue la gana, y Trump, salvo que alguien tenga el tupé de querer mostrar lo contrario, no persiguió a nadie (Noam Chomsky, pongamos por caso, para la embrutecida izquierda progresista, considerando que González Jiménez y el rotativo mexicano de izquierda La Jornada dijeron exactamente lo mismo sobre Trump y el asunto del Capitolio). La censura, con todo, no está mal, ya que obliga a pensar lo que se dice y a tener un mínimo de cuidado al escribir, más si se tienen enemistades (lo cual tampoco está mal). Con la libertad de expresión absoluta, en cambio, cualquiera, sin tomarse el esfuerzo o el trabajo de fundamentar lo que dice, se cree con el derecho a transgredir los límites, suponiendo que los conozca,y a tener garantizada la impunidad. ¿Es lo que viene con Biden, y por qué habría que callar ante quienes llaman a taparle la boca a quien discrepa o incluso contradice? ¿Es un llamado al vasallaje?¿La democracia es unanimidad, o una conformidad con lo existente que autoriza a descalificar de entrada a cualquiera que no acepte dicha unanimidad, e incluso a llamar al linchamiento de quien intente el menor cambio?Tal vez para algunos no sea más que la manera de "ser alguien en la vida" dándoselas de interesantes. No son representativos de nada, ni de su propio esfuerzo, porque no es opinión bien fundada,  pero debe quedar claro que no se detuvieron a la hora de pasar de la amenaza a la censura, como antes al linchamiento,  para lo que les bastó hacer una caricatura de mala fe del contrincante, tratándolo como violento - promotor del "odio", etcétera, según el semanario mexicano Proceso que incluso habla en nombre de "El Mundo"- al margen de los hechos. Esta forma de proceder, no exenta de ingredientes protofascistas, es violencia y es legítimo advertirlo. No es ninguna muestra de tolerancia en los actos, y sí de un modo de escudarse en el poder, real o supuesto, para hacer cosas como acallar o delatar, cuando no de llamar a la represión contra la "sedición" (Biden) o el "terrorismo" (Pelosi). Queda la advertencia para quienes permitieron que ocurriera y no dijeron nada. ¿Se van a estar el sexenio y los años Demócratas a hablar en nombre de la propiedad en exclusiva de La Democracia, La Realidad, El Mundo, La Ciencia, etcétera, y diciéndole por lo demás a la gente qué sentir y qué no, como el funcionario de Biden que quiere proscribir legalmente lo que sea considerado "discurso de odio"?  (Siempre hay dos lados de una historia, dice la canción...da click en el botón de reproducción).



FANÁTICAMENTE MODERADOS

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