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martes, 5 de enero de 2021

MEXICO: ESO NO SE HACE

 Como era en buena medida de esperarse, la Guía ética para la transformación de México, dada a conocer hace poco por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, no tuvo mayor eco (ni siquiera en el lópezobradorismo) y si lo tuvo, fue casi siempre para recibir críticas, que se hicieron notar sobre todo en periódicos como Milenio. La guía en cuestión no deja de encerrar valores contradictorios y responde en más de un punto, por extraño que parezca, a una visión más "libertaria" del mundo y clasemediera  que otra cosa. No se trata de religión, dicho sea de paso. Con todo, sin que se sepa bien cómo ocurrió en medio del relajo que armó la gente de Argos participante, se colaron algunas preocupaciones que llegan incluso a la raíz de la cultura mexicana, o en todo caso de muchas de sus costumbres.

      Se alegó que el Estado no tiene por qué inmiscuirse en asuntos que serían propios de cada quien, personales, pero el asunto es que los individuos viven en sociedad y no en cabañas aísladas. Desde luego que hay temas totalmente coercitivos si es que se quiere conseguir un mínimo de convivencia civilizada y otra cosa que lo que propone el capitalismo actual, que no es más que la competencia de todos contra todos y la ley de la jungla, llevando además a la desconfianza también de todos contra todos, aunque se la disfrace de "los derechos y las libertades".

     El capitalismo actual está destruyendo bases mínimas que han existido de larga data para asegurar no caer en la jungla. Así por ejemplo, y aunque parezca totalmente secundario, en realidad no es menor el tema de la gratitud que tocó la guía:    "la gratitud es un atributo que dignifica como ningún otro, y su contrario, la ingratitud, degrada como pocos". Desde tiempos muy remotos, el intercambio social se ha basado en el don, pero también en la gratitud (de saber recibirlo y saber devolverlo, reproduciendo el intercambio: saber dar, saber recibir y saber devolver). El capitalismo actual, en sectores enteros de la población, por cierto que no sin influencia estadounidense, ha cambiado las cosas: se ignora al otro (por lo que no hay don de principio), se toma del otro si aparece la ocasión, para ventaja o beneficio personal, se rechaza devolver y se guarda lo obtenido. Esta conducta cada vez más difundida no es más que depredación, así parezca la traducción de alguna elegante "toma de utilidades",  y, si se observa correctamente, tiene algo de animal (aunque hay animales que saben más de gratitud). No se nace humano, uno se hace humano, pero se está perdiendo de vista ante la muy fuerte presencia de esta conducta antisocial que no es otra que la del asaltante de microbús, aunque se crea que es estar in a la moda estadounidense del catch as can (agarra lo que puedas). No es ni siquiera vida, es mera sobrevivencia mal entendida (peor que entre muchos animales). Desde luego, en el estado actual de cosas no se puede obligar a nadie a hacerse humano, pero la conducta antisocial debería ser sancionada y no dejada a "los derechos y libertades" en abstracto (¿los derechos y las libertades del zorro en el gallinero?). La guía tiene toda razón de señalar que es asunto de civilización o barbarie.

     También hay cosas que la tradición popular mexicana condena severamente, aunque se den en el pueblo. "Una forma particularmente perniciosa de la falsedad -dice la guía- es prometer algo y no cumplirlo, o prometer acciones en un sentido y posteriormente actuar en sentido contrario, es decir, faltar a un compromiso adquirido. Existe la traición a la palabra propia , y aún más grave, la traición a la confianza de los demás.". Desde luego que el tema es muy anterior a la llamada "etapa neoliberal" y conlleva una reflexión sobre cimientos culturales basados en la naturalización del engaño. No es cosa de sermón y queda por esperar al valentón que explique lo contrario: éso no se hace, también porque destruye sociedad y hace que prolifere la desconfianza y, en la palabra, el pago con moneda sin valor, por lo que al final la palabra no compromete a nadie a nada Hay algo que Maquiavelo no perdonaba: la traición. Hoy tiene lugar las más de las veces por simple conveniencia y sin que se repare en el significado moral del acto. Pero no faltará desde luego quien se reserve "los derechos y las libertades" de actuar a la pura conveniencia, en simple beneficio propio, y sin reparar siquiera en que se comete una traición.

     Finalmente, lo siguiente: no se debe humillar a nadie. Eso no se hace aunque se considere naturalizado e incluso deseable para hacer gala de poder entre tantos arrastrados entre los fuertes y fuertes con los débiles, también como parte de un problema cultural. Que salgan entonces los de los "derechos y libertades" a decir que se vale no agradecer nunca nada (porque rebaja, porque por poder todo les es debido), faltar a la palabra y humillar. Hay respuestas populares, como la siguiente, lejos de la venganza o el rencor y simplemente por justicia (da click en el botón de reproducción): cualquier persona de pueblo entiende, aunque no tome por ello el camino correcto, muchas veces a falta de la educación familiar y escolar adecuada,  lo que es pasar necesidad y en vez de recibir apoyo ser humillado y engañado con la palabra, y no nos hagamos porque es de lo más común y parte del "folclore de la filosofía local". No es asunto de "preferencias individuales". Es que, en la decencia común, hay cosas que no se hacen, por mandamiento, y da igual que lo recuerde el Estado, más si en la familia y en la escuela se ha llegado a la permisividad total y a tomar la "decencia común", que manda no hacer ciertas cosas, por signo de debilidad y falta de "libertad". En términos de valores, los dizque "demócratas liberales" ya no tienen leyes que prometer: sólo sus "normas consensuadas" por imponer y que no consiguen ir más allá de Isaiah Berlin y lecturas sesgadas de Hannah Arendt, como le ocurre a la revista Letras Libres.


 

     


FANÁTICAMENTE MODERADOS

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