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sábado, 13 de febrero de 2021

OOOOTRAS AMIGAS....!TENÍA MÁS QUE DON CHAYO!

 Querendón, nuestro Fuhrer. Ya se ha hablado de algunas de sus amistades: Dunlop, Price Waterhouse, Unilever, Coco Channel, L'Oréal, Renault, Standard Oil, IBM, ITT, Ford, General Motors, Coca-Cola, DuPont, Adidas, Puma, Thyssen, IG Farben, Krupp....Para seguir con empresas que suenen, podría mencionarse lo bien que les iba en los años '30 a empresas como Gilette o Eastman Kodak, o ya empezada la guerra, a Texaco. En Alemania, se entiende.

       Ya se había mencionado que el primer ministro británico Winston Churchill lo admiraba, olvidándose de que cuando la perra es brava, hasta los de casa muerde. El presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt supo ser pragmático: en 1941, mientras entraba en guerra contra Japón, firmó un decreto secreto por el cual autorizaba a corporaciones estadounidenses a continuar con sus negocios "con países enemigos", así se violara el Acta de Comercio con el Enemigo. Bueno, la rápida victoria de la Alemania nazi sobre Francia era celebrada por hombres de negocios estadounidenses abiertamente, en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York. Algunos grandes medios de comunicación masiva no se quedaron atrás: en agosto de 1934, William Randolph Hearst (Demócrata), el magnate dueño de varios periódicos y revistas estadounidenses (por ejemplo, Cosmopolitan), visitó a Hitler y lo describió como "un hombre extraordinario" que había conseguido "el gran logro de salvar a Alemania del comunismo". 

     La Marina nazi recibió petróleo del empresario tejano William Rodhes Davies, ligado al empresario estadounidense Fred Koch, padre de los multimillonarios hermanos Koch, que se estuvieron peleando de lo lindo con el mandatario estadounidense Donald Trump aunque inicialmente lo ayudaran para llegar al cargo. Dow Chemical Company colaboró con la alemana IG Farben (la del gas Zyklon B en los campos de concentración) a mediados de los años '30, librando magnesio clave para la aviación, la fabricación de bombas incendiarias y municiones. Gracias al decreto de Roosevelt, durante la guerra pudieron tratar de manera encubierta con los nazis corporaciones estadounidenses como Phillips Petroleum, Mack Trucks y Firestone Tires. 

      La banca y Wall Street también se sumaron. El banquero estadounidense y formado en Harvard, Thomas H. McKittrick, dirigió el Bank fur Internationalen  con fuertes vínculos con oficiales nazis. McKittrick fue amigo de Allen Dulles, primer director de la Central de Inteligencia Americana (CIA) y estacionado en Suiza durante la guerra. Allen Dulles y su hermano John Foster Dulles trataron con los nazis hasta 1935, cuando cerraron sus oficinas berlinesas algo molestos por el trato germano a los judíos. En realidad, el primer campo de concentración nazi se había abierto desde 1933 en Dachau, cortesía para los opositores comunistas alemanes al nazismo. Los bancos Chase National Bank y National City Bank  desarrollaron vínculos con banqueros nazis y contribuyeron al saqueo de oro robado a los judíos. Ligados a Wall Street, hicieron negocios con los nazis el Bank of America, Morgan Bank, Read & Co. y el conocido Chase, cuyo jefe Winthrop Aldrich se encontró con Hitler en el otoño de 1933. Lo mismo hizo Henry Mann, del National City Bank, y le comunicaron al embajador de Roosevelt en la Alemania nazi, William Dodd, su voluntad de "trabajar con él" (con Hitler). Wall Street le garantizó durante los años '30 unos 7 mil millones de dólares a Hitler.

       En vez de decirse que Hitler llegó al poder por la vía democrática, lo que es falso (puesto que fue nombrado canciller imperial por el presidente Paul Von Hindenburg y ni siquiera por votos parlamentarios, del Reichstag), debería decirse que en 1927 Hitler pensó en suicidarse porque estaba repleto de deudas. Fue salvado por uno de los grandes industriales de Alemania, Emil Kirdorf, y por otro gran empresario, Albert Vogler. Les gustaba ese ímpetu anticomunista y antisindical. El 20 de febrero de 1933, en la residencia en Berlín de Hermann Goring, fundador de la Gestapo (policía secreta de la Alemania nazi), se reunieron la crema y nata de la industria alemana y Hitler, quien les ofreció a los empresarios  "destruir el comunismo". "O mis reglas o el comunismo". Pues la crema y nata no lo dudó ni un segundo.Sus reglas.

      Son muchas las cosas que ha venido destapando la historiografía actual y que los autodenominados "demócratas liberales" callan. Cualquiera con un mínimo sentido de orientación en el tiempo puede detectar en una cronología que "los aliados" se apersonaron en Normandía (1944) y antes en Sicilia (julio de 1943) cuando la suerte de la guerra ya se había definido en Stalingrado (2 de febrero de 1943). Entre las gracejadas de "los aliados" estuvo el bombardeo de la ciudad alemana de Dresden, no muy lejos de la frontera checoslovaca, a mediados de febrero de 1945. Las fuerzas aéreas británica y estadounidense no tocaron en sus bombardeos las instalaciones militares ni fabriles de la ciudad, que tampoco eran muchas (es más, ni la estación de tren). Bombardearon hospitales e iglesias y provocaron decenas de miles de muertos, entre 25 mil y 40 mil según las fuentes. Era una demostración de potencia aérea, algo que le faltaba al ejército soviético. Ahora se sabe incluso por declaraciones oficiales que, al igual que la manera de largar bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, lo de Dresden fue una "advertencia" -sin ninguna justificación militar- a los soviéticos, decidida por el primer ministro británico Winston Churchill. Con la aprobación de Roosevelt. Igual pudieron haber bombardeado Berlín, un poco más al norte, pero prefirieron hacer su brillante demostración en Dresden, que para el caso ni siquiera era un punto neurálgico. Y es que demostraciones, la verdad, los occidentales hicieron muchas, tantas que el Fuhrer se lo creyó hasta ir a morder erróneamente la mano de Churchill, pese al intento de componerla luego con el viaje de Rudolf Hess a escondidas a Gran Bretaña (Escocia) en 1941.

      El nazi-fascismo, fenómeno de masas, tuvo el apoyo del gran capital, aunque aspirara a una sociedad ultrajerarquizada por encima de éste, subordinándolo, y corporativizada (cooptando a las masas), inspiración de los populismos, latinoamericanos y otros. Era el gran capital de las democracias liberales que le entraron con gusto, es más, con ganas. Hoy se usa la palabra "fascismo" nada más para adjetivar y colocar una etiqueta para que la idea (el producto) venda, por sensacionalista, y meta miedo. Lo mismo ocurre con la palabra "populismo", dejando de lado la argumentación abstrusa de un Ernesto Laclau o las derivas convivialistas de Chantal Mouffe. Son formas de tratar de decir "algo que suene" cuando no se puede o no se quiere hablar con la verdad de la experiencia socialista porque es un tema asumido como tabú con frecuencia por conveniencia. Donde rige "lo que hay que tener" (éxito), pocos -aunque los hay- se arriesgan a parecer losers.

Los dejamos con un par de winners descansando: digo, felices de la vida, y sin contar a tantas amigas, porque aquí nada más es la oficial, Eva Braun...




FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...